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HISTORIADE LALITERATURA NORTEAMERICANAHISTORIADE LALITERATURA NORTEAMERICANAPORCONCHA ZARDOYACON LA COLABORACIÓN DECARMEN IGLESIASCon 32 láminasEDITORIAL LABOR, 8. A.BARCELONA - MADRID - BUENOS AIRES - RIO DE JANEIRO MÉXICO - MONTEVIDEO1956ES PROPIEDADPRINTED IN SPAINTalleres Gráficos Iberoamericanos, S. A. : Provenza, 86. BarcelonaAl profesorJOHN VAN HORNE,gran hispanista, y a mis amigos de Tulane University.Nota preliminarAlguien ha dicho que el estudio de la literatura —de cualquier literatura — es como un viaje a través de las montañas. Un buen guía puede llevar a la cima de inalcanzables alturas y mos­trar un panorama de cuya belleza pocos tenían noticia. Tal es nuestra misión al presentar esta Historia de la Literatura Norte­americana, que* en sintesis.es una exploración — lo más extensa e intensa dentro de lo posible —, a lo largo y a lo ancho de estos Estados Unidos. Aunque es obvio decirlo, queremos hacer constar que nuestro libro no es en absoluto un estudio acabado ni defini­tivo : nunca puede serlo un simple manual de literatura. Es más bien una «impresión general » de la literatura americana, una «orientación » para no perderse del todo en la inmensa selva literaria. Su mejor propósito es no sólo atraer la atención del lec­tor hacia este Nuevo Mundo de las letras, sino darle también una información, lo más exacta posible, dentro de las limitaciones de un texto de esta clase. El Capítulo IV de esta obra — el que se refiere a las letras contemporáneas — es, necesariamente, el más extenso, en la creencia de que el lector actual se halla más intere­sado en la literatura de su época que en la del pasado. Sin em­bargo, las grandes figuras de los períodos anteriores no han sido descuidadas y, por el contrario, han merecido una particular atención. Hemos tratado de evitar la omisión de todo autor más o menos importante ; si hay alguna, nunca será demasiado grave. El número de páginas dedicado a cada escritor varía, natural­mente, y depende de su trascendencia literaria o histórica, y de la influencia que haya ejercido. El corto espacio de que dispo­níamos, nos ha obligado a ser muy breves en el examen de algunas obras, hasta llegar, en algunos casos, a la simple cita del nombre. Este mismo motivo nos impide dar una bibliografía, ni siquiera escueta, contentándonos con mencionar, al pie de algunas pági­nas, las obras que más nos han servido al preparar este libro.Toda historia de la literatura es siempre fragmentaria, siempre incompleta, ya que la acción y la creación literarias continúan su curso día por día. Por el contrario, nuestro libro — como to­dos los de su género —es estático. Pero puede ser un bosquejo, un esquema. Y esto ya es algo.VIH Nota preliminarNo es, desde luego, una revisión rigurosa, porque ella hubiera exigido toda una vida que, desgraciadamente, no podemos dedi­carle. Contrariamente a lo que hubiéramos deseado, tampoco son abundantes las citas de textos literarios o poéticos, como ejemplo de estilo o pensamiento. Exponemos algunas a modo de invita­ción a una más larga y profunda lectura de las obras reseñadas.* * *Parte de la fuerza que posee la literatura norteamericana, deriva de la viviente oposición del escritor contra el sistema de vida, político y económico del país. Los mejores autores y las mejores obras constituyen un cuerpo vivo de protesta. El escritor norteamericano se encuentra aislado en las enormes o pequeñas ciudades, en un rascacielos o en una apacible granja : no hay cafés, ni tertulias, ni centros de cultura equivalentes a los de París, Londres o Madrid, donde pueda ponerse en contacto con los de su oficio y encontrar un hogar espiritual. No obstante, los mejores logros de la literatura de los Estados Unidos proceden de tal situación, de esta originaria soledad en un ambiente estan­darizado, de average men — de hombres medios —, de tipos con escasa individualidad, donde el escritor siempre resulta un ser exótico o, por lo menos, peculiar y extraño.Los editores persiguen el éxito editorial y, con este fin, muchas veces modifican en un sentido o en otro los libros para que éstos lleguen a ser best sellers. La obra artística queda, pues, supedi­tada a la comercialización: es un producto que « hay que vender», y nada más. El resultado es perjudicial para el lector y fatal, en muchos casos, para el escritor. Tal vez, este empeño de humillar el arte ante reglas prácticas y propósitos financieros ha limitado la trascendencia que la literatura norteamericana debería haber alcanzado mundialmente. Quizá llegamos a una nueva etapa en que el mérito literario se basa más en la originalidad o en la osadía de la forma, que en las ideas o en la calidad de la expresión. Desde hace algunos años, la literatura de los Estados Unidos está imponiendo nuevos modos, de cuyo vigor y originalidad nadie podrá dudar. Pero, a pesar de ser la expresión de un pueblo joven, no se encuentra en ella ninguno de los factores que le con­ferirían una total universalidad : ni optimismo ni arte acabado. Salvo en muy contados casos, los escritores americanos vuelven la espalda a la preocupación estética; se entregan, en cambio, a los problemas sociales y los exponen o los discuten con apasiona­miento. Muy pocas literaturas — excepto la rusa — confieren tal preferencia, tal superior jerarquía, a lo social. De aquí su vigencia crítica y su carácter autóctono, su genuino mensaje. De aquí queNota preliminarguste a muchos y disguste a otros tantos. Mas es innegable que tal literatura ha contribuido notablemente — y seguirá ha­ciéndolo todavía — al acervo literario universal. Ha dado figuras señeras, auténticos genios y, en consecuencia, obras inmortales.(Universidad de Illinois, Urbana, Illinois,a 13 de febrero de 1951).INDICE DE MATERIASPágs.Nota preliminar vnI. Literatura colonial (1607-1765)1. Los comienzos.................................................................... 12. La literatura en Inglaterra............................................ 33. Virginia y Massachusetts............................................... 44. La vida en las colonias .................................................. 55. El primer escritor : el capitán John Smith.................... 56. Otros escritores de Virginia............................................. 77. Los puritanos de Nueva Inglaterra............................... 98. Los cronistas de Nueva Inglaterra................................ 119. Otros escritores históricos................................................ 1210. Escritores religiosos......................................................... 1311. La poesía colonial........................................................... 1912. Algunas consideraciones generales acerca de la época colonial......................................................................... 22II. La Revolución (1765-1789)1. Las nuevas ideas............................................................. 252. La literatura copia los modelos ingleses....................... 263. Ensayos políticos............................................................. 264. La oratoria política......................................................... 265. Thomas Paine.................................................................... 286. Benjamin Franklin............................................................ 297. Los constructores de la nación...................................... . 318. La poesía en la Revolución........................................... . 359. El teatro.............................................................................. 4410. Las primeras novelas americanas..................................... 4511. La Historia......................................................................... 4712. Otros escritores.................................................................. 4813. Significación de la época.....................................................,48III. El Romanticismo en América (1800-1865) (1865-1890)1. Condiciones generales......................................................... 502. La independencia literaria............................................... 513. El Romanticismo norteamericano..................................... 524. Los « Knickerbockers »....................................................... 54XII índice de materiasP¿gs.5. El trascendentalismo......................................................... 726. Los novelistas..................................................................... 877. El movimiento abolicionista............................................. 978. Los poetas de Cambridge.................................................. 1099. El Romanticismo en el Sur............................................... 12310. Los historiadores................................................................. 14411. Escritores de la ciudad...................................................... 14912. Walt Whitman............ ................ ,.................. ■................. 15513. El color local........................ ■.................................... 16314. Los humoristas................................................................... 16515. Henry Adams..................................................................... 170IV. Realismo y experimentalismo (1890-1950)1. El nacimiento del realismo ... :..................................... 1732. El naturalismo ................................................................... 1873. La reacción contra el naturalismo................................... 201A. El «romance » o novela romántica........................... 201B. La novela social........................................................... 2094. La « generación perdida ■>..................... 2535. Novelistas y cuentistas significativos, pero menos conocidos .......................... 3016. Los últimos novelistas y cuentistas................................. 3047. La Nueva Poesía............................................................... 3118. Los pensadores................................................................... 3599. Los críticos ......................................................................... 36810. El teatro............................................................................... 370Índice alfabético.................................................................... 391El sistema de vida imperante en los Estados Unidos : las grandes aglomeracio­nes urbanas, la agitación constante, el valor primordial dado al tiempo econó­mico, la supeditación de las formas de vida individual y familiar a las necesi­dades de un trabajo eficiente que llega a utilizar el hombre como si fuera una pieza de una gran maquinaria, han hecho del literato estadounidense el más gran detractor de lo que es el orgullo de la mayoría de sus conciudadanosZardoya. Pág. 1I. Literatura colonial (1607-1765)1. Los comienzos. En 1607, los ingleses trasplantados a América empezaron a ser americanos. Este año, por tal razón, acaso Señala ya la fecha exacta de divergencia de la literatura norteamericana con respecto a las letras inglesas. Por esta época, aún escribía Shakespeare, y es sabido que recibió inspiración de un libro americano para una de sus obras. El mismo año de la fundación de Jamestown, veían la luz obras de Beaumont, Fletcher, Chapman, Dekker y otros, autores que escribieron du­rante el reinado de Jaime, conocidos como los últimos «isabe- linos ». No todos ejercieron, sin embargo, influencia directa sobre aquellos de sus contemporáneos que emigraron al Nuevo Mundo. Muchos de ellos sólo son recordados por sus escritos dramáticos y líricos; en cambio, los primeros pobladores de Virginia escri­bieron principalmente en prosa, y no como verdaderos hombres de letras, sino como exploradores, colonos o comerciantes. Narra­ban sus aventuras y describían el país al que habían llegado, y si procuraban que sus descripciones y relatos fuesen atractivos, lo hacían más por un propósito comercial, que por intención esté­tica. No obstante, a pesar de que las relaciones entre la literatura isabelina y los más antiguos escritores americanos fueron indi­rectas, no por esto dejaron de ser importantes. La colonización de Virginia fue, en sí misma, expresión del espíritu y carác­ter de los tiempos de Isabel. La pasión aventurera, Ja creencia de que, en las tierras inexploradas, hallarían enormes riquezas, y la intensa admiración con que aquellos hombres contemplaban la flora y la fauna, los habitantes y los cielos del nuevo territorio — de la nueva patria —, aparecen en todas las páginas de la historia de Jamestown. La lectura de los relatos escritos por los primeros escritores de Virginia nos hace darnos cuenta, sin es­fuerzo alguno, de que en ellos existía la misma actitud mental, idéntico concepto de la vida y la misma filosofía del escenario isabelino. La literatura norteamericana, pues, no emana de re­motos orígenes poéticos enraizados en la tradición y en la Mito­logía, como en el caso de las literaturas nacionales de España, Francia, Alemania, etc. En realidad, la literatura inglesa es la herencia recibida, y todo el linaje literario de América procede de1. Zardoya : Literatura norteamericana.2 Literatura colonialInglaterra, our old home, la madre patria. Longfellow y Tennyson son hermanos, dentro del mismo parentesco poético ; Chaucer es el « padre » de la poesía americana tanto como de la inglesa. Separar ambas literaturas, con el propósito de aparentar una nacionalidad propia y aislada, nos parece un intento de vano orgullo y de patriotismo trivial. El tiempo y el espacio no son barreras duraderas para el libre juego de gustos e ideales comunes. El «dialecto yanqui» no es menos familiar en el Londres lite­rario e intelectual que el dialecto de Yorkshire. La literatura norteamericana, a pesar de sus características propias, es una parte importantísima de la cultura inglesa. Así, es muy probable que Longfellow sea uno de los poetas más leídos en Inglaterra, y que Emerson posea una fuerza moral tan grande como la de Carlyle. (No olvidemos, por ejemplo, que los ingleses reconocieron e impusieron a Whitman — ya otros muchos — por encima de la incomprensión de su país nativo.) « Pocos americanos se dan cuenta de la enorme influencia que ha ejercido la literatura de su propia tierra sobre este país » — dice Clement K. Shorter (1).En los comienzos, cuando la barbarie evolucionaba hacia la civilización, y las fuerzas físicas y mentales de los hombres se limitaban a la lucha por la existencia, pocas contribuciones de valor permanente aportó América a la literatura inglesa. Era lo natural: se carecía del ocio necesario para escribir libros o gustar de ellos; la comunidad no poseía ni tranquilidad ni comodidades para dirigir seriamente su atención al cultivo de las artes. La vida de aquellas repúblicas en miniatura, diseminadas a lo largo del océano y frente a regiones incultas, era turbulenta y precaria : vida de constantes penalidades y guerras contra las hostiles fuerzas de la naturaleza. Había poco tiempo para dedicarse a la literatura, y los libros que se necesitaban en los nuevos hogares, se traían de los antiguos, allá en la vieja Inglaterra.Sin embargo, a despecho de estas desfavorables condiciones, se escribía mucho. El deseo de comunicarse con los amigos que quedaban en el Antiguo Mundo, hizo que muchos escribiesen detallando sus experiencias personales. Los nuevos y extraños objetos del mundo natural, los vastos bosques inexplorados, las flores y frutos desconocidos, los animales salvajes y los miste­riosos « hombres rojos », etc., eran temas para interesantes des­cripciones. Además, en cada grupo de colonos había jefes que, conscientes del alto destino de sus fundaciones, escribieron para la posteridad con todo cuidado las relaciones de sus hechos. Del,mismo modo que en los territorios conquistados por España sur­girían las « Cartas, Relaciones e Historias ».(1) Clement K. Shorter : Victorian Literature, 1897, pág. 2.Literatura colonial 3En Nueva Inglaterra —New England —la religión absorbía las mentes, y su fuerte carácter polémico produjo una cantidad sorprendente de escritores teológicos. Por último, surgieron débi­les y patéticos intentos para aliviar la sequedad de la vida del explorador y los rigores de una austera religión, dando ciertas facilidades e indulgencias en la elaboración del verso. Estas reli­quias de la actividad intelectual más antigua de América son valiosas, principalmente, como material para la literatura poste­rior. « Para escribir un poco de poesía es menester una gran can­tidad de historia », opina Abernethy (1). No había campo para la imaginación, porque todo estaba en un primer plano y era una deslumbrante y cruda realidad sin perspectiva alguna. Habrían de pasar dos centurias antes de que la novela y la poesía de esta vida hallasen su expresión a través de Hawthorne, Whittier y Longfellow.Toda literatura colonial es conservadora e imitativa, no pro­gresiva ni original. Se contenta con reproducir los tipos estable­cidos y reflejar las obras maestras aceptadas. Su genio, si lo tiene, se mantiene en un estado de dependencia. Tal fue el carácter general de la literatura norteamericana durante dos si­glos. Todos los escritores del siglo xvn copiaron los modelos de la época isabelina y, por lo general, hicieron copias sin gran valor literario. En el xvin, la influencia de Pope continuó dominando en las letras americanas, aun mucho tiempo después de haberse extinguido su fuerza en Inglaterra.Mas, paralelamente a los comienzos de la vida nacional, este conservadurismo y esta timidez empezaron a ser sustituidos, gradualmente, por la libertad y la originalidad. La independencia literaria, no obstante, sólo se logró mucho después de la indepen­dencia política. Emerson, en 1837, dio la primera muestra, clara y evidente, de libertad intelectual. Con el progreso general de la vida, se ha ido desarrollando continuamente un americanismo distinto, dentro de la literatura de estos Estados, a medida que se han ido concretando los rasgos personales y sociales que ahora caracterizan al pueblo americano y a los Estados Unidos. Pero estas cualidades son más bien incidentales que fundamentales. Así, la literatura inglesa en América, a pesar de poseer un ca­rácter inglés fundamental, presenta ciertos rasgos nuevos, ciertas cualidades que sólo podían surgir y fructificar en América.2. La literatura en Inglaterra. Desde sus comienzos, la lite­ratura americana fue el eco distante de las más nobles voces de Inglaterra. Las jóvenes letras nacieron, pues, en un momento(1) Julian W. Abernethy : American Literature, Nueva York, 1902, página 11.4 Literatura colonialfavorable : la literatura isabelina había alcanzado justamente el cénit de su esplendor. Mientras el capitán John Smith escribía el primer libro americano junto a las fogatas de Jamestown, Shakespeare componía probablemente Coriolano y El Rey Lear. Bacon acababa de publicar su Advancement of Learning, en 1605. En 1611 aparecía la versión autorizada de la Biblia. Cada año, Londres presenciaba nuevos dramas representados por la bri­llante compañía shakespeariana de comediantes. En 1620, el año de la llegada de los « Pilgrims » a Plymouth, Bacon daba al mundo su Novum Organum. Tres años después apareció la pri­mera edición de las obras de Shakespeare, el First Folio. Para la interpretación de los primeros experimentos literarios en la América colonial, es necesario basarse en las producciones del genio inglés.3. Virginia y Massachusetts. Ambas regiones —• dice Lo­well — fueron «los dos grandes centros distribuidores de la raza inglesa en América ». Desde Jamestown y Plymouth emanaron dos poderosas corrientes de influencia, separadas por completo durante un siglo, pero que llegaron a unirse en el período de la Revolución para formar la profunda corriente de una nueva vida nacional. Los fundadores de estas dos colonias representa­ban dos tipos de hombres con distintos ideales de vida. En In­glaterra, estos tipos se habían constituido en « Caballeros » y en «Cabezas redondas » (1). En América, las cualidades que co­rrespondían a cada uno de estos términos se extendieron hasta establecer la distinción entre «Norte » y « Sur ». Las familias más notables de Virginia procedían de los estratos más elevados de la sociedad inglesa y se hallaban poderosamente unidas a la realeza y a la Iglesia Anglicana. Casi la mitad de los primeros pobladores de Jamestown eran «caballeros» (gentlemen), hom­bres ricos y ociosos. Habían venido al Nuevo Mundo, no como los puritanos, en prosecución de ideales espirituales, sino por amor a las aventuras o en busca de fortuna. No establecieron, como los puritanos, cosas permanentes en este lado del océano ni empezaron a fundar nuevas instituciones sociales. Ninguno de los peregrinos (pilgrims) de Plymouth regresó a Inglaterra, mientras que ninguno de los colonos de Jamestown que pudo encontrar un medio para volver a la metrópoli, permaneció allí. Virginia los atraía con visiones de El Dorado. Sólo después de muchos años de sufrimientos y desengaños descubrieron que el áureo tesoro se encerraba en las plantaciones de tabaco.(1) Apodo que se daba antiguamente a los puritanos en Inglaterra, porque llevaban el pelo cortado al rape.Literatura colonial 54. Vida en las colonias. Los factores determinantes del des­arrollo social e intelectual de las colonias sudistas son los siguien­tes : cultivo de uno o dos productos principales — como tabaco y algodón —, la utilización de esclavos y un concepto feudal de la existencia. En las vastas plantaciones se vivía en una especie de aislamiento baronal. En las colonias del Norte, la ley que regulaba las fundaciones, era la centralización, la agrupación de colonos en comunidades ciudadanas o aldeanas, con intereses co­munes y unificados. En el Sur, la ley de la colonia era la disper­sión, el punteado del país, aquí y allí, con residencias señoriales, sin ningún lugar de reunión comunal, excepto la hospitalidad. La educación y la religión estaban tan abandonadas en Virginia, como exageradamente atendidas en Massachusetts. La cultura quedaba reducida a las pocas familias dirigentes, cuyos gustos intelectuales seguían la moda inglesa. Tales condiciones eran des­favorables para el desarrollo de una literatura nativa, y de aquí procede el hecho de que, hasta después de la Guerra Civil, sólo existiera en el Sur una actividad literaria incipiente e infruc­tífera. Pero en las venas de aquellos primeros virginianos corría la mejor sangre inglesa ; pertenecían a una raza de hombres nacidos para mandar, y su canon de vida tendía a desarrollar las aptitudes políticas. Las colonias del Sur no dieron poetas ni filó­sofos, pero produjeron estadistas: Virginia llegó a merecer el dictado de « Madre de Presidentes ».5. El primer escritor: el capitán John Smith (1579 ó 1580- 1631). Entre los primitivos colonos de Jamestown, el único que ofrece un interés para la historia y la literatura es dicho capitán, típico aventurero de la novela del siglo xvn. Según cuenta él mismo, había intervenido en los acontecimientos de Flandes, Berbería, Turquía y Tartaria. Era hombre de acción antes que hombre de letras. Nacido en Willoughby, en la costa de Lin- colnhire, perdió a su padre cuando aún era niño ; sus tutores le dedicaron al comercio, pero, no gustándole este oficio, a los 15 años se marchó a buscar fortuna : se hizo soldado, luchó en Francia y en los Países Bajos ; fue a Escocia, portador de cartas para el rey, pero no tuvo éxito como cortesano. Volvió a su pueblo natal y vivió durante algunos meses en una cabaña de los bos­ques. Fue arrojado al mar desde un navio en el Mediterráneo y recogido por un barco pirata,; tomó parte en una acción y recibió su correspondiente parte del botín. Finalmente, se dirigió al Oriente, escenario de sus aventuras más maravillosas: guerra contra los turcos, en la que sugería estratagemas a su comandante, y él mismo decapitó, en un combate, a tres turcos «para deleitar a las damas ». Fue hecho prisionero y enviado como esclavo de6 Literatura colonialuna dama turca. Las relaciones se hicieron románticas... Por desgracia, la dama tenía un hermano cruel que le trataba indigna­mente. Por último, el capitán mató a quien le atormentaba, apoderándose de sus ropas y de su caballo, y huyó al desierto. El héroe regresó a Inglaterra en 1605. Llegó a Virginia en 1607. Fue miembro del consejo ejecutivo de Jamestown. Este hombre resuelto, sagaz, se revela como una de las figuras más sobresa­lientes de la fundación : dirigió la empalizada del fuerte, exploró los ríos y los alrededores, trató con los indios, y aún encontró tiempo para escribir su primer libro ■— el primero de América — A True Relation of such Ocurrences and Accidents of Note As Have Happened in Virginia, since the First Planting of That Collony... (Relación verdadera de los acontecimientos y accidentes de nota que han ocurrido en Virginia desde el primer asentamiento de esa colonia...). La obra, acaso escrita sin pensamiento de pu­blicarla, contiene la historia de los primeros meses de la colonia, con una descripción del país y de sus habitantes. No es larga, pues sólo abarca unas cuarenta páginas. El manuscrito fue lle­vado a Inglaterra en 1608 e impreso en Londres en el mismo año. El autor es la figura central del relato, escrito con un estilo vigoroso, tosco, pero digno de un bravo luchador contra los indios. Libro —precedente del Robinson Crusoe—-que es difícil considerar como literatura, pues apenas representa el material con que es posible hacerla. Sin embargo, su ímpetu heroico y la fresca narración de la primera experiencia con la naturaleza y los indígenas de América hacen que sus ásperas páginas sean buena lectura, sobre todo por su claridad, su fuerza, su energía pintoresca y dramática, su vivacidad y su dicción llena de fra­gancia. Durante su estancia en Virginia, Smith escribió otra obra importante : A Map of Virginia, with a Description of the Country, the Commodities, People, Government and Religion (Mapa de Virginia, con una descripción del país, las comodidades, pueblo, gobierno y religión). Es un buen mapa de las costas de Chesapeake, y una buena historia natural de Virginia. Se publicó en Inglaterra, en 1612, y—lo que es algo extraño —por la Uni­versidad de Oxford. John Smith regresó a la metrópoli en 1609 y permaneció allí hasta 1614, año en que zarpó para América e hizo el mapa de la costa desde Cape Cod hasta el Penobscot. En 1615 partió para Nueva Inglaterra, pero la expedición cayó en manos de los piratas franceses. Después de librarse de sus captores, volvió a su patria y se dedicó a escribir, produciendo un considerable número de obras. Entre ellas, las que se refieren a América, son : A Description of New England (Descripción de Nueva Inglaterra) (1616), General History of Virginia (Historia general de Virginia) (1624), Advertisem*nts for the Unexperien-Literatura colonial 7ced Planter of New England, or Anywhere (Consejos para el inexperimentado plantador de Nueva Inglaterra o de cualquier parte) (1631), etc. Escribió su biografía un año antes de su muerte : The True Travells, Adventures, and Observations of Captain John Smith (Los verdaderos viajes, aventuras y observa­ciones del capitán John Smith), libro en que, a pesar de que muchas aventuras — románticamente coloreadas — parecen apoyarse en hechos reales, hay detalles que es difícil llegar a creer. Con el uso del pronombre « yo » y las referencias a su persona, varía o rompe la monotonía del relato. Su prosa vulnera muchas veces los convencionalismos retóricos, pero es perfectamente clara. John Smith es el ejemplo del explorador iletrado y del aventu­rero que escribe porque tiene algo que decir. El puesto que ocupa en las letras del mundo, carece de importancia, pero su nombre tiene una gloria : haber sido el primer escritor de América, cro­nológicamente hablando.6. Otros escritores de Virginia. Entre los primeros habitantes de Virginia, existen otros escritores cuyas obras son dignas de atención por su gran valor histórico y, en algunos casos, por su genuino interés literario. Entre ellos sobresalen William Stra­chey (n. hacia 1585, se ignora la fecha de su muerte) y George Sandys. El primero vino a Virginia en 1610 y fue secretario de la colonia durante tres años. Es el tipo de gentleman que intenta recordar sus experiencias dentro de una forma literaria. Su prin­cipal obra escrita en América relata el naufragio sufrido por la flota de sir Thomas Gates en las Bermudas, a causa de una tor­menta. El escritor iba en uno de aquellos barcos como pasajero. Los sobrevivientes construyeron toscas naves en aquellas islas y llegaron a Jamestown un año más tarde. El libro se titula : A True Repertory of the Wreck, and Redemption of Sir Thomas Gates, Knight; upon and from the Islands of the Bermudas ; His Coming to Virginia; and the Estate of That Colony Then and After, Under the Government of the Lord La Ware (Verdadero índice del naufragio y redención de sir Thomas Gates, Caballero; en y desde las Islas Bermudas ; su venida a Virginia y el estado de aquella colonia entonces y después, bajo el gobierno de Lord La Ware). Fue escrito en 1610 e impreso en Londres en el mismo año. Posee un interés específico : ser un ejemplo de prosa entre los escritos coloniales del Sur. Y acaso su mayor importancia re­side en el hecho de que algunos eruditos de Shakespeare creen que sugirió al gran dramaturgo La tempestad. Es tal la fuerza del libro que, al leerlo, casi podemos asegurarlo. La descripción del viaje y, sobre todo, de la tempestad, el terror y la angustia de las victimas, es maravillosa y patética. Strachey fue un hombre8 Literatura colonialde cierta educación y cultura, aunque no un escritor experi­mentado, a pesar de su clara aptitud literaria. George Sandys (1577 ó 1578-1644) ocupó el puesto de tesorero, desde 1641 a 1642, en la colonia. Tradujo las Metamorfosis, de Ovidio, que vieron la luz en 1646, después de su regreso a Inglaterra. Sandys es acaso el único hombre de letras profesional dentro del grupo. Era un « scholar », un admirable prosista y especialmente poeta, título que merece por haber hecho una buena traducción versi­ficada de la mencionada obra latina. Por ello ha recibido el nom­bre de « estrella matutina a la vez de la poesía y de la erudición en el Nuevo Mundo » (1). Su obra es, pues, la primera expresión de poesía elaborada, culta y consciente de América. Sandys alcanzó gran celebridad por sus traducciones de los Salmos y otros libros poéticos de la Biblia. Su verso posee vigor y melodía al mismo tiempo.También debe ser mencionado Alexander Whitacker (1585-1613?), clérigo graduado en Cambridge; vino a evange­lizar a los indios y fue llamado « el Apóstol de Virginia ». Es­cribió Neivs from Virginia (Noticias de Virginia) (1613), libro que contiene algunas descripciones del país, características de los nativos y su condición moral y espiritual. Su objeto era con­vencer al pueblo inglés de que el indio no era simplemente un animal curioso, sino un ser humano y racional. El tono y la forma son de sermón exhortativo. Sin excelencias de pensamiento o estilo, pero honrado y claro, lleno de amor por los indios. Apela­ción, en síntesis, a la compasión y magnanimidad del pueblo inglés.Los Burwell Papers contienen un importante relato con­temporáneo de la rebelión de Nathaniel Bacon, que luchó vic­toriosamente contra los indios, pero que después fue conside­rado rebelde, y su cabeza puesta a precio. El estilo es afectado, pero hay escenas que no carecen de energía y vida. Debieron de ser escritos por,algún allegado del héroe. Poco después de la Guerra Civil se descubrieron estos manuscritos, conservados por una antigua familia de Virginia desde el siglo xvn. Papeles que nos informan sobre el carácter de Bacon y los tumultuosos acontecimientos en que intervino. Están escritos en una prosa sencilla, flúida, de intenso pintoresquismo y riqueza idiomática. En la última parte del manuscrito aparecen dos poemas a la muerte de Bacon, que demuestran la devoción del autor a los modelos ingleses contemporáneos.John Hammond (1605-1660?), inglés transformado por su larga residencia en el país, al cual vino en 1635, pertenece tanto(1) Theodore Stanton : A Manual of American Literature, Leipzig, 1909, y Cambridge History of American Literature, 1917-21, vol. I, pág. 55.Literatura colonial 9a Virginia como a Maryland. Escribió con un estilo vigoroso, entusiástico, franco y vital, Leah and Rachel (Lía y Raquel), que representan, según sus propias palabras, « a las dos fructí­feras hermanas, Virginia y Maryland ». Es un elogio a ambas regiones, en un lenguaje genuinamente americano: frases bruscas, áspera independencia personal. Es la primera manifestación de americanismo en la literatura : algo original y fragante.James Blair (1656-1743) ejerció una fuerte influencia inte­lectual en el Sur, antes de la Revolución. Fue el fundador del William and Mary College, y autor de The Present State of Vir­ginia (El estado presente de Virginia).El primer historiador nativo de .Virginia fue Robert Be­verley (1675?-1716?), cuya vigorosa History of Virginia (His­toria de Virginia) se publicó en 1705. The History of the Diving Line (La Historia de la Línea Divisoria), del coronel William Byrd (1674-1744), escrita en un estilo brillante y humorístico, nos da un vivido cuadro de la vida colonial: plantas, animales y curiosidades. Es más crítica, pero menos interesante, la obra de William Smith (1689-1755), History of Virginia (Historia de Virginia) (1747). Si queremos conocer la vida real del Viejo Dominio, es necesario leer a estos viejos cronistas.Y aún hay que citar a George Percy (1580-1634), educado en Cambridge, miembro del Parlamento y del servicio diplomá­tico, que compuso un Discourse of the Plantations of the Southern Colony in Virginia by the English (Discurso de las Plantaciones en la colonia del Sur, en Virginia...), en donde narra la historia de la colonia desde su partida de Inglaterra en 1607, escrita en ese estilo propio de la prosa inglesa, idiomática y nerviosa, de la época isabelina. Las descripciones de la fértil tierra contrastan con las miserias del primer verano en Virginia, lleno de enferme­dades, discordias y hostilidad indígena. Son bocetos gráficos de gran brillantez, escritos en un estilo suelto y fácil. Por último, mencionaremos a John Pory (1570-1635?), también estudiante de Cambridge, que escribió los relatos de tres excursiones contra los indios, impresos por Smith en su General History of Virginia (Historia General de Virginia) (vol. II, págs. 61-64). Hay gran vivacidad en ellos. Una carta de John Pory es un ejemplo per­fecto del mejor estilo epistolar de la época.7. Los puritanos de Nueva Inglaterra. La bahía de Massa­chusetts fue un refugio para los puritanos expulsados de Ingla­terra por Jaime I. Llenos del espíritu revolucionario protestante, extendido por la Reforma en Europa, exigían el derecho a la li­bertad de cultos. Bajo la larga persecución de los Estuardo, estos «Cabezas redondas », cismáticos, no-conformistas, consi-10 Literatura colonialsiguieron un nuevo ideal nacional, el cimiento ideal de la libertad americana. Los peregrinos del « Mayflower », que llegaron a Ply­mouth Rock en 1620, y los puritanos, que inmediatamente les siguieron, establecieron sus pequeñas colonias a lo largo de la costa norte de Massachusetts. Eran gentes de notables cualidades y han influido bastante en el desarrollo de la vida nacional ame­ricana. La determinación heroica con que este pueblo quiso realizar su ideal de libertad civil y religiosa, es una de las más grandes demostraciones de valor humano en toda la Historia. Su tremendo celo —tan cómico como trágico, algunas veces, para la mentalidad moderna—no perdió nunca su carácter propio. No vinieron al Nuevo Mundo, como los Virginianos, a buscar riquezas, sino a encontrar nuevos hogares y nuevas instituciones. En torno a la meeting-house se agruparon estrechamente en co­munidades unidas, dirigidas por los jefes que habían escogido libremente, sin reconocer a ninguna « Iglesia establecida», ni a ninguna soberanía por derecho divino, responsables sólo ante Dios y sus propias conciencias. Al ser la vida una preparación para la muerte, la religión se convertía en una pasión absorbente, y el sacrificio y el sufrimiento se aceptaban como instrumentos determinados por Dios para la purificación del alma. Su religión, nacida en una atmósfera de protesta y nutrida por la controversia, era más intelectual que espiritual, pues la mente, tanto o más que el corazón, era el instrumento para el ejercicio de la fe reli­giosa. La educación era, sin embargo, de vital importancia : la instrucción pública se hizo obligatoria, y sólo dieciséis años des­pués de la llegada de los peregrinos se fundó Harvard College. Muchos de estos colonos eran hombres de extensa cultura, gra­duados de Oxford y Cambridge, y suministraron un poderoso estímulo intelectual a cada pequeña comunidad. Mas estos « nuevos ingleses », graves y estrictos, a causa de su credo fata­lista, el aislamiento y la vivencia de principios religiosos en lo cotidiano, se convirtieron en gentes severas, supersticiosas y hasta fanáticas. La conciencia de Nueva Inglaterra se hizo, du­rante un tiempo, tan despótica como lo habría sido la del rey Carlos I. La libertad se convirtió en intolerancia. Se persiguió a los baptistas y cuáqueros, se colgaba a las brujas ; se promul­garon leyes contra el cabello largo y las mangas amplias, etc. El idealismo de los primeros colonos se convirtió, en el curso de dos generaciones, en estrechez intelectual, en fanatismo religioso, en oscuridad espiritual. No obstante, el indomable vigor y la inflexibilidad de esta vida contribuyeron a formar el carácter nacional. « Demos gracias a Dios por habernos dado tales ante­cesores », dijo Hawthorne.Literatura colonial 118. Los cronistas de Nueva Inglaterra. Los puritanos gober­naron sus colonias con la ley de Dios y quisieron dejar constancia de sus acciones de un modo escrupuloso y detallado. De aquí que encontremos muchos diarios en los que las grandes y peque­ñas cosas de la vida son recordadas con piadoso cuidado. Los mejores relatos son más bien crónicas que historias, y han sumi­nistrado material abundante para las subsiguientes historias de la época. Aunque tediosas en conjunto, poseen un interés vital: en las páginas de estos documentos, el pueblo americano actual ve, como en un espejo, la vida de la primitiva Nueva Inglaterra.William Bradford (1590-1657), que vino en el« Mayflower », es el autor de la más antigua y mejor de estas crónicas : 0/ Plymouth Plantation. (Historia de la plantación de Plymouth). Jefe de los Peregrinos, es considerado como el « padre de la his­toria americana ». Desde 1641 hasta su muerte fue gobernador de la colonia. Comprendiendo la significación histórica de aquel movimiento, empezó a componer su obra (duró veinte años) y recogió la historia de Nueva Inglaterra con veracidad. Una sin­gular fortuna esperaba al manuscrito hasta aparecer en Ingla­terra en 1855, en la biblioteca del obispo de Londres. «No hay otro documento sobre la historia de Nueva Inglaterra que pueda preceder a éste en tiempo y autoridad », dice la Cam­bridge History (1). Posee un estilo directo, y la actitud de su autor es digna y justa. Fue utilizada por historiadores posteriores, tales como Nathaniel Morton, Thomas Prince y Thomas Hut­chinson. Al ser descubierta en la mencionada biblioteca,,fue copiada y publicada en América. Finalmente, en 1897, por de­creto de la Diócesis de Londres, la reliquia fue devuelta a la Commonwealth de Massachusetts. No era un diario, sino una ver­dadera historia, obra de un hombre que conocía muchos libros y muchas lenguas.John Winthrop (1588-1649) compuso una History of New England (Historia de Nueva Inglaterra), que sigue en importancia a la anterior, porque es un fiel testimonio sin adornos del purita­nismo, presentado en líneas generales, con sus sufrimientos, absurdos y supersticiones, con su « pathos », dignidad y fe. Está escrita en forma de diario, sin preocupaciones de estilo y sólo honrando la verdad. Un pasaje es celebrado por su fondo y forma: la exposición de la doctrina de la verdadera libertad y su defensa ante la Corte. Hay ecos de la voz de Milton. Pesado e ilegible en su mayor parte, este diario solemne ha servido de material para la poesía y la novela, inspirando a Longfellow, Whittier y Haw­thorne, quienes transformaron la polvorienta crónica en obras(1) Op. cit., págs. 117-118.12 Literatura colonialde gran belleza. Prevalece en ella el tono jurídico : cuenta la verdad escuetamente, y las referencias personales del autor son modestas siempre. John Winthrop representaba el ideal y la política de la magistratura teocrática : era el custodio puritano de las cosas temporales.Samuel Sewall (1652-1730) escribió un Diary (Diario) pri­vado, de más interesante lectura que las crónicas anteriores, por ser más genuinamente humano. Es una transcripción diaria de las pequeñeces y grandezas, la prosperidad, el humor hogareño y la severidad devota de una vida y de una comunidad puritana, escrita con pintoresca vanidad y honradez perfecta, con la en­cantadora charlatanería inglesa de la Restauración. Vemos su piedad extravagante, su deleite al asistir a funerales, su horror a los «wigs», «maypoles», cuáqueros y al Prayer Book (Libro de rezo). El sincero narrador era uno de los jueces que conde­naban a las brujas ; pero él se arrepintió después e hizo confesión pública de sus errores. Hay que recordar que fue el autor del primer tratado abolicionista escrito en América : The Selling of Joseph (La venta de José) (1700). En Samuel Sewall se mani­fiesta la práctica del capitalismo incipiente: es ya un yanqui cien por cien, incapaz para la especulación intelectual, muy humano, aunque instintivamente conservador. Pero su Diario cautiva, porque en él encontramos el calor de la vida.9. Otros escritos históricos. Algunas otras obras de carácter histórico merecen ser mencionadas por su interés y valor, como material original que retrata la vida de Nueva Inglaterra durante el período colonial. Citaremos entre ellas : New England’s Memorial (Memorial de Nueva Inglaterra), compilado por Nathaniel Mor­ton (1613-1685) del manuscrito de Bradford ; Wonder-working Providence of Zion’s Saviour in New England, de Edward Johnson (1599-1672), que Tyler considera como « el más auténtico e inapre­ciable memorial de la vida y el carácter de América en la época heroica»; el Journal (Diario), del ya citado William Bradford y Edward Winslow, que refiere el primer año de Plymouth, y la continuación por Winslow solo en su Good News from New England (Buenas nuevas de Nueva Inglaterra) ; la saludable New England’s Plantation (Plantación de Nueva Inglaterra), de Francis Higgin­son (1587-1630), que contiene una descripción de las « comodidades e incomodidades del país »; y New England’s Prospect (Perspec­tiva de Nueva Inglaterra), de William Wood (n. hacia 1580-1639), publicada en 1634, que es, como asevera el autor, una descripción « verdadera, vivida y experimental» de la geografía, clima, pro­ductos y habitantes nativos del Nuevo Mundo.Los primeros libros que se pueden leer acerca de los indios, son los siguientes : History of the Pequot War (Historia de la guerra Pequot), de John Mason (16007-1672); Historical Account (Rela­ción histórica), de Daniel Gookin (1612-1687), escrita en defensa de los indios y en contra del fanático y sangriento celo de los colo­nos ; Indian Wars (Guerras indígenas), de William Hubbard (1621-1704), y la narración de su cautiverio trazada por MaryLiteratura colonial 13Rowlandson (n. y m. ignorados). La sátira en prosa de Nathaniel Ward, The Simple Gobbler of Aggawam (El zapatero remendón de Aggawam), ocupará siempre un lugar único por estar llena de las frívolas modas de hombres y mujeres, del fanatismo, de la menta­lidad y otros signos de los tiempos, aceptados por el autor como evidencia de que « Satán está ahora en sus pasiones ».Es de extraordinario interés el Journal (Diario), de Sarah Kemrle Knight (1666-1727), que contiene el relato del azaroso viaje de la autora desde Boston a Nueva York en 1704, pleno de humor y de descripciones geográficas.Thomas Prince (1687-1758), con su Chronological History of New England (Historia cronológica de Nueva Inglaterra) (1736), representa un esfuerzo hacia el escrito histórico sistemático. Pero más elaborada y valiosa es la History of Massachusetts Bay (His­toria de la Bahia de Massachusetts), de Thomas Hutchinson (1711- 1780), el último de los gobernadores británicos : la obra abarca desde 1628 a 1774, y su mérito es tal, que permite denominar a su autor, como dice Tyler, « el escritor histórico más capaz producido en la América anterior al siglo xix ».John Josselyn (n. y m. ignorados), que visitó América por dos veces, es autor de dos libros muy pintorescos : New England’s Rarities Discovered in Birds, Beast, Fishes, Serpents, and Plants, of That Country (Rarezas de Nueva Inglaterra, descubiertas en pájaros, animales, peces, serpientes g plantas de aquel pais) (1672), y An Account of Two Voyages to New England (Relato de dos viajes a Nueva Inglaterra) (1674). Poseen el atractivo de los libros infan­tiles que narran maravillas y, al mismo tiempo, son sumario de teorías olvidadas.10. Escritores religiosos. La fuerza intelectual de Nueva In­glaterra durante la colonia se hallaba centrada en el clero. La re­ligión era el objetivo de la existencia: la Biblia gobernaba la vida pública y privada ; el Estado era una teocracia y los predicadores eran hombres poderosos al mismo tiempo que legisladores del país. Sólo los miembros de la Iglesia podían votar en las asam­bleas de las ciudades. La inasistencia a los servicios religiosos se castigaba con multas. Era deber del « sheriff», durante las cere­monias litúrgicas, evitar que los jóvenes sonriesen y que los viejos se durmieran. El poder del clero, ejercido tanto en lo temporal como en lo espiritual, era tan grande como la autoridad santifi­cada de los sacerdotes y reyes. La misión de estos predicadores era solemne, laboriosa, gigantesca : los sermones duraban dos o tres horas y las plegarias otro tanto. Como no había periódicos ni otras formas de diversión popular, el sermón era el tema absorbente del interés social. El pueblo entero discutía las cues­tiones religiosas y así aguzaba su intelecto y afinaba su alma. Los sermones eran ponderados, predicaban el calvinismo, con un estilo altamente retórico, y tanto predicadores como oyentes desplegaban una extraordinaria energía intelectual. La Iglesia puritana era una Iglesia militante.14 Literatura colonialJohn Cotton (1585-1652) fue uno de los ministros más fa­mosos de Massachusetts. Inglés de nacimiento, se graduó en Emmanuel College, Cambridge. Se afilió al partido puritano y se hizo pastor de una iglesia de Boston (Inglaterra). En honor de esta iglesia y de su pastor, la principal ciudad de Massachusetts tomó el nombre de Boston. En 1663, obligado por las persecu­ciones antipuritanas, John Cotton vino a la nueva Boston, en donde fue profesor y después pastor de la famosa Primera Iglesia. Además de su controversia con Boger Williams, publicó A Brief Exposition upon Ecclesiastes (Breve exposición del Ecclesiastes), A Treatise Concerning Predestination (Tratado concerniente,a la predestinación), etc., y el primer catecismo clásico de Nueva In­glaterra, usualmente conocido como Spiritual Milk for Boston Babes (Leche espiritual para los niños de Boston). No se estima a Cotton, por supuesto, a causa de ninguno de estos tratados y sermones, sino por su fuerza personal y su oratoria en el púlpito, que le merecieron el dictado de «Famoso hombre de Dios ». Era « un sistema viviente de las artes liberales y una biblioteca ambulante »; el representante más autorizado del poder sacer­dotal en Nueva Inglaterra, y de este modo recaen sobre su ca­beza los crímenes de la oligarquía contra los cuáqueros, los indios, etc. En realidad, no era culpa de John Cotton haber sido hijo de una generación criada bajo el absolutismo, incapaz de comprender las excelencias de la doctrina democrática.Boger Williams (1607-1683) fue el gran antagonista de Cotton. Se hizo peligroso para los puritanos de Massachusetts al llevar el principio de libertad religiosa a una conclusión lógica. Defendía la tolerancia de credos y la libertad de conciencia en los asuntos civiles y religiosos ; es decir, abogaba por lo que hoy se entiende como separación de la Iglesia y del Estado. Des­terrado de Massachusetts, fundó una colonia en Bhode Island, basada en una amplia tolerancia. Williams fue un reformador de corazón y de mente noble, el valeroso campeón de unos princi­pios que sólo triunfaron siglos más tarde, pero que, como muchos otros reformadores, se quemaba en fanático celo. Fue un vigoroso y prolífico escritor, cuyo principal tema de inspiración se apoyó en la Christian Libertie (Libertad cristiana). Su obra capital, The Bloody Tenet of Persecution (El dogma sangriento de la persecu­ción), se publicó en 1644, año en que apareció la Areopagítica, de Milton. Como la mayor parte de los jefes puritanos, Roger Williams era amable con los indios : « El deseo de mi alma era hacer buenos a los nativos », decía, y, con esta idea, vivió entre ellos, predicando y estudiando la lengua indígena. Para faci­litar tal labor misionera, escribió Key into the Language of America (Clave para la lengua de América).Literatura colonial 15Pero el gran «Apóstol de los indios » fue John Eliot (1604- 1690), cuya traducción de la Biblia a la lengua algonquina fue la primera Biblia impresa en América. Creía que los indios des­cendían de las diez tribus perdidas de Israel. Por esto, con el más riguroso esfuerzo y sacrificio, dedicó su vida a la educación y cristianización de los indígenas, actuando como su amigo y defensor en una época en que los colonos querían el exterminio. John Eliot era un utopista teocrático que, desde las selvas de América, envió a Inglaterra su plan de una utopía cristiana, sancionada por el ejemplo mosaico y reforzada en todos sus puntos por versículos de la Escritura.El boceto biográfico de John Cotton puede servir como bio­grafía de la mayor parte de sus colegas. Entre éstos se destacan los tres nombres que siguen : Thomas Hooker (1586-1647), que también se graduó en Emmanuel College y salió de Inglaterra a consecuencia de la persecución de Laud, dirigiéndose primero a Holanda y después a América y cruzando el océano en el mismo barco de Cotton. Predicó en Cambridge y, con su con­gregación, fundó la ciudad de Hartford, en Connecticut. Publicó dieciocho obras, entre las que destacaremos : The Soul’s Pre­paration for Christ (La preparación del alma para Cristo), The Soul’s Vocation (La vocación del alma), The Saint’s Dignity and Duty (La dignidad y deber del Santo), etc. Thomas Hooker es un puritano liberal: a su origen humilde se debe el fundamento de sus tendencias democráticas, muy raras entonces. Se opuso a la autocracia de los magistrados de Boston, combatiéndola con su extraordinaria elocuencia y su carácter ardiente. Cuando Hooker abandonó Cambridge, en 1636, su sucesor en el púlpito fue Thomas Shepard (1605-1649), otro graduado de Emmanuel College y otra víctima del persecutor Laud. Entre sus publica­ciones se encuentra Neiv Englands’s Lamentations for Old En­gland’s Errours (Las lamentaciones de Nueva Inglaterra por los errores de la Vieja Inglaterra), etc. Sus escritos son de más fácil lectura que los de Cotton o Hooker. (Todos ellos, en la historia de la literatura, cuentan más como una clase que como indivi­duos. A pesar de la gran diferencia de temperamentos, el hecho abrumador de sus creencias parece haber reducido sus métodos de expresión a una similitud notable. La característica sobre­saliente de los escritos de estos hombres es la precisión lógica : cualquier sermón de esta época constituía la investigación pro­funda de cada uno de sus puntos).Nathaniel Ward (15797-1652?), ya citado por su sátira, es otro graduado de Emmanuel College, pero que, en vez de pasar de la universidad al ministerio pastoral, estudió y practicó leyes, viajó mucho y vio el mundo. Finalmente, tomó órdenes y sufrió16 Literatura colonialel rigor de Laud. Vino a América en 1632, siendo pastor de la iglesia de Aggawam. Abandonó su pastorado por enfermedad, pero continuó residiendo en la colonia hasta 1647, en el que regresó a Inglaterra. The Simple Cobbler of Aggawam (El zapa­tero de Aggawam) se publicó en Londres en 1627. En la primera página, el autor asume el carácter de un simple zapatero remen­dón « que desea ayudar a su país nativo, lamentablemente des­garrado, tanto en la piel como en la suela, con todas las honradas puntadas que pueda, y desea no ser nunca pagado por su obra como el Viejo Inglés acostumbra pagar ». Además de una sátira, la obra es un manual de consejos para los puritanos ingleses, especialmente para el Parlamento. Pero Nathaniel Ward carecía de amplitud mental, y las primeras páginas de su libro son un intenso ataque a la tolerancia religiosa. Emplea a veces citas del latín y expresiones que tienen la misma eficacia del «slang» moderno. La última parte pone en litigio los asuntos ingleses contemporáneos. Fue muy popular, alcanzando en Londres cuatro ediciones en un año. Hoy sólo es una curiosidad literaria. Si se lee únicamente por sus ideas, es un exponente de la estrechez y fanatismo de los tiempos puritanos. De todos modos, Natha­niel Ward fue la pluma más mordaz de los primeros tiempos de Nueva Inglaterra ; no era un demagogo, sino un ardiente defensor de la autoridad, de las castas privilegiadas y de la ley del talión.Escritores clericales menores. Las biografías contemporáneas recuerdan el saber y las virtudes de otros muchos ministros de Nueva Inglaterra, que publicaron sermones y tratados, muy admirados en aquellos días. Pocos, sin embargo, han merecido ocupar un lugar en las historias literarias. Charles Chauncy (1592-1672), graduado de Trinity College, Cambridge, vino a América y, en 1654, ocupó la presidencia de Harvard College. Sus publicaciones comprenden dos volúmenes de sermones y una obra de controversia, Antisynodalia Americana (Antisynodalia americana). Richard Mather (1596-1669) fue el fundador de la «Dinastía Mather». Se educó en Oxford, fue perseguido por Laud, vino a América en 1635 y fue pastor en Dorchester, además de famoso predicador. Publicó muchos sermones y contribuyó al Bay Psalm Book (Libro de salmos de la Bahía). Cuatro de sus hijos se hicieron predicadores. Uno de los más destacados, In­crease Mather (1639-1723), nació en Dorchester, ingresó en Harvard y empezó a predicar a los 19 años. Después de un curso en Trinity College, Dublin, pasó a la North Church de Bos­ton, en donde fustigó durante sesenta años, con su formidable in­fluencia, los vicios de la comunidad. Gran trabajador, dedicaba dieciséis horas a sus estudios y al púlpito. Publicó cerca de unGeoffrey Chaucer William ShakespeareFrancis Bacon Alexander PopePag. 16En los relatos de los primeros escritores norteamericanos se cantaba la mara­villosa fauna y flora del país, que conserva este paisaje del Parque Nacional de los Glaciares, Estado de MontanaLa,durísima vida de los primeros colonos, rodeados de peligros de toda especie, se ve reflejada en este famoso cuadro « Los Peregrinos », que muestra cómo incluso el cumplimiento de los deberes religiosos requería una ineludible pro­tección armadaLiteratura colonial 17centenar de obras, de las cuales sólo una merece aún interés : An Essay for the Recording of Illustrious Providences (Ensayo para el recuerdo de las ilustres Providencias). Muchos de los rela­tos de este libro puritano — « notables salvamentos en el mar », « notables salvaciones de rayos y relámpagos », juicios contra los cuáqueros, « demonios y posesos » — ilustran bien la extraña mezcla de piedad, superstición e ignorancia de las mejores men­talidades de la época. Increase Mather era un decidido tory puri­tano de cepa teocrática, más clérigo que teólogo, calvinista y antiluterano, para quien las ideas abstractas no tenían ningún atractivo.El más gigantesco de todos los Mather fue el mayor de los hijos de Increase, Cotton Mather (1663-1728). Estudió en Har­vard y predicó desde los 17 años. Fue un prodigio de aplicación y de laboriosa piedad ; poseía una memoria maravillosa y una enorme capacidad y celo por el trabajo. El término « prodigio » explica muy bien la suma de sus cualidades. Como Bacon, tomó todo el conocimiento como campo y en él realizó vastas con­quistas. Su biblioteca era la más completa de América. Conocía siete lenguas, estudiaba y escribía incesantemente. Publicó alre­dedor de ciento ochenta obras. Disciplinaba su cuerpo y su espí­ritu con rigor ascético. Pero, creyendo interpretar la voluntad de Dios, fue perseguidor de la brujería : sus Wonders of the Invisible World (Maravillas del mundo invisible) contienen los procesos y ejecuciones de Salem y es una terrible diatriba contra la posible propagación de esa « perversión de la mente humana ». La más importante obra de Mather y la única que merece ser discutida en Literatura, es: Magnolia Christi Americana, historia eclesiás­tica de Nueva Inglaterra, obra de vastas proporciones, seme­jante en su designio a la Church History (Historia de la Iglesia), de Thomas Fullen. Es « una cosa voluminosa » — como la lla­maba su autor —, de mil páginas en folio, que contiene la his­toria de la fundación de Nueva Inglaterra, las vidas de los gober­nadores y puritanos famosos, la historia de Harvard College, « muchas ilustres y asombrosas providencias » y, finalmente, « un libro de las guerras del Señor ». La obra es, desde luego, un ar­chivo de información histórica, a pesar de los errores y pedante­rías del autor. De ella extrajeron Hawthorne y Whittier algunos materiales. Su estilo es ponderado y vario, como el de los últimos isabelinos. Sus páginas están pesadamente decoradas con citas clásicas, antítesis y absurdos retruécanos. El pensamiento se pierde con frecuencia en la confusión del pedante despliegue de una inadecuada sabiduría. En política, Cotton Mather era un reaccionario, un tory, un burgués pagado de las apariencias y la posición social, a quien no le importaban los derechos del pueblo.doya : Literatura norteamericana.18 Literatura colonialDecía: «pueblo mentecato», «pueblo tonto», «piojos insignifi­cantes ».Jonathan Edwards (1703-1758) es el pensador más profundo producido por la teología de Nueva Inglaterra. El contraste en­tre Cotton Mather y Jonathan Edwards es el mismo que existe entre el siglo xvii y el xvinT entre Milton y Locke. A través de Edwards, la Teología avanza hacia la Filosofía, y el sermón, a una apreciación y ejemplificación del estilo literario. Edwards se graduó en Yale College, fue predicador en Northampton, mi­sionero de los indios durante siete años y, pocas semanas antes de su muerte, nombrado presidente de Princetown College. Dotado de una juvenil precocidad, aventajaba fácilmente a sus profesores. A los 12 años escribió una argumentación contra la noción del alma material; a los 14, leía con gran delectación el Essay Concerning Human Understanding (Ensayo sobre el entendimiento humano) de Locke. Antes de cumplir los 18, se había anticipado a la teoría berkeliana del idealismo, en su especulación metafísica : «el universo material sólo existe en la mente », «toda existencia material es sólo una idea ». En la ciencia física también realizó notables profecías ; por ejemplo, se acercó más que ningún otro a Franklin en su explicación de los fenómenos de la luz. Era un espíritu sensible a las influencias poéticas, un amante de la belleza y de la perfección ideal. Pero no pudo escapar del credo heredado, y así, en tanto su mente se inclinaba a una nueva era de la Ciencia, mantuvo su pensamiento rígidamente adherido a las doctrinas de sus padres, y predicó el calvinismo con una fuerza proporcional a su espléndido inte­lecto y a su profunda y absorbente sinceridad. La obra suya que ha logrado fama universal es The Inquiry into the Freedom of the Will (El examen del libre albedrío), defensa de la teología calvinista. Se propuso reconciliar los dogmas de Calvino con los principios del pensamiento, siendo su proposición central que «la voluntad no está autodeterminada ». Su principal interés para la época actual es el de un problema histórico en la Metafísica. Jonathan Edwards, como expositor del idealismo filosófico, fue precursor de Emerson. Dotado de una gran fuerza intelectual, le faltaba inspiración porque se hallaba uncido al yugo calvinista : era, en efecto, una poderosa inteligencia, pero anacrónica, como opina Lewihson. Y he aquí algunas generalizaciones idealistas suyas : « Lejos de ser la única substancia verdadera y más subs­tancial que todo lo demás, por ser dura y sólida, la materia no es una realidad, nada absolutamente, considerada en sí misma de una manera estricta». «El Universo no existe sino en el pen­samiento divino». «El espacio es necesario, eterno, infinito, ubicuo ». «El espacio es Dios ».Literatura colonial 1911. La poesía colonial. Desde el día en que sir Philip Sidney se vio obligado a escribir su noble Apologie for Poetrie (Apología de la Poesía), los puritanos habían sido hostiles a ésta, identifi­cándola con el libertinaje y asociándola con la Corte y los «Caba­lleros ». Aborrecían el teatro, condenaban la Música, asociaban cada forma del Arte con la Iglesia, a la que habían renunciado, considerándola como una parte de los vicios demoníacos que arrastraban el alma a su perdición. El aislamiento y las ocupa­ciones de los puritanos en Nueva Inglaterra contribuían natural­mente a ensanchar esta brecha entre el Arte y la vida. No sólo no sufrían las influencias del Arte, sino que ni siquiera han dejado muestras de aprecio a la belleza natural. La naturaleza con la cual estaban en contacto, no era, según declaraba el gobernador Bradford, «sino una espantosa y desolada tierra inculta, llena de animales y de hombres salvajes ». No les impresionaba la be­lleza ni la grandeza de aquel mundo primitivo, ni los rasgos ro­mánticos de sus propias vidas. Los poéticos « hombres rojos » de Longfellow y Cooper no existían para ellos. La religión, que absorbía sus mentes por completo, prohibía todo cuanto era ex­terno, y la vida en si misma era desdichada por querer hacerla sólo santa. Esta renuncia a todas las influencias estéticas impre­sionó con tal fuerza el carácter de Nueva Inglaterra, que aun hoy es todavía visible. El canto y la fantasía, sin embargo, no pueden ser suprimidos del todo, ni siquiera por las condiciones sociales más severas : el amor al ritmo es natural e inevitable. A despecho de tal austeridad, hay un gran número de versificadores entre los colonos de Nueva Inglaterra. Hasta los más graves y serios de todos — el gobernador Bradford y el gobernador Dudley — re­velaron en algunas ocasiones esta debilidad humana. El gran John Cotton escribió versos en su almanaque, usando prudente­mente el alfabeto griego para mejor secreto. La Poesía y el Arte eran, como hemos dicho, un pecado,para aquellos rígidos puri­tanos.Sólo un asunto conseguía indulgencia o excusa : la muerte. De aquí que hallemos ponderados escritos adornados con epi­tafios y elegías. Muchas losas sepulcrales dan testimonio aún de esta lucha para expresar algún capricho de la fantasía en rimas que eran verdaderos juegos de palabras. La Magnolia es un autén­tico almacén de estos productos de la « musa fúnebre ». Un poema por « J. S. », sobre la muerte de « aquel supereminente ministro » Jonathan Mitchell, empieza así:Aquí yace el favorito de su tiempo, Mitchell expiró en la primavera de su vida ; en cuatro años menos de cuarenta y siete se hallaba maduro y plumado para el cielo.20 Literatura colonialY termina con el piadoso lamento del escritor que no posee la fuerza necesaria para « derramar una interminable lluvia » de llanto.Esta solemne frivolidad con respecto al arte poético, hoy día sólo provoca risa. Pero, si no produjo poesía, al menos conservó sus tradiciones. Desgraciadamente, estos reverendos versifica­dores imitaron los peores modelos de la literatura inglesa—a Donne, Quarles, Herbert, Vaugham y otros, que pertenecían a la «escuela fantástica » de los decadentes isabelinos —, confun­diendo la ingenuidad con el genio. Difícilmente podríamos encon­trar algún verso que hoy pueda conceptuarse como poesía, pero al menos la celeste chispa se guardó viva hasta un período más propicio. Una reacción en favor del Arte y de la belleza era inevi­table, y se logró con la liberación de la mente de los hombres en la Revolución. Por otra parte, el Puritanismo en sí poseía elementos de poesía — en su fe sublime, en sus espirituales ideales y en la imaginativa concepción del Estado futuro — que habían de desarrollarse espléndidamente en los primeros años del si­glo xix, cuando el alma de Nueva Inglaterra empezó a estreme­cerse con los primeros júbilos de su liberación.El Bay Psalm Book fue el primer libro inglés publicado en América, si exceptuamos un almanaque. Se imprimió en Cam­bridge en 1620. Esta curiosidad literaria, cuyas copias son raras y costosas, es probablemente la más notoria perversión del prin­cipio poético que existe en la lengua inglesa. Los «jefes religiosos del país », de acuerdo con Richard Mather, se unieron en el es­fuerzo de traducir los salmos hebreos a una forma inglesa que debería ser poética, pero no lo bastante para poder ser usada en las iglesias sin escándalo. Había de buscarse el acuerdo entre el Arte y la conciencia religiosa. Por más de un siglo se cantaron estos retorcidos versos en las iglesias, leídos separadamente por el diácono y repetidos en coro por la congregación. Y hasta fueron usados por los « disidentes » de Inglaterra y Escocia. Los princi­pales perpetradores de esta piadosa atrocidad fueron John Eliot —« el Apóstol de los indios » —, Thomas Wilde y Richard Mather, hombres universitarios todos, bien informados acerca de la Poesía auténtica y escritores ellos mismos de buena prosa. Por esto no sorprende leer en el prefacio : « Si estos versos no son siempre tan suaves y elegantes como alguien puede desear, con­sidérese que el altar de Dios no necesita nuestro pulimento ». Preferían, según manifestaban, la conciencia más que la elegan­cia; la fidelidad, más que la Poesía. Así queda explicado todo y nadie se puede llamar a engaño.Anne Bradstreet (1613-1672), hija del gobernador Dudley y esposa del gobernador Bradstreet, es el primer poeta declarado,Literatura colonial 21si no profesional, de América. Nació y se educó en Inglaterra, en condiciones favorables para la formación de un gusto literario. Se casó a los 16 años, y dos más tarde vino a su nuevo hogar en los bosques de Massachusetts. La granja Bradstreet aún puede verse cerca de Andover. Al principio, Anne Bradstreet se sublevó contra este cambio de una atmósfera rica y refinada a la dura vida entre puritanos, indios y zorros. Pero aceptó su exilio como voluntad de Dios, consolándose con la Literatura. La valentía con que cultivó el verso, bajo condiciones duras y difíciles, en constante lucha con la enfermedad, con el cuidado de sus ocho hijos, suscita admiración y desarma la crítica. Sus poemas — reúnen unas cuatrocientas páginas — se publicaron en Lon­dres en 1650, con un título altisonante del cual no fue ella res­ponsable : The Tenth Muse Lately Spring up in America; or, General Poems Compiled with a Great Variety of Wit and Lear­ning, Full of Delight... (La décima musa últimamente nacida en América; o poemas varios, compilados con gran diversidad de talento y saber, llenos de deleite...). La extravagancia del título fue superada por los elogios que sus poemas merecieron en Amé­rica. Cotton Mather dijo que eran « un monumento a su memoria más allá de los mármoles fastuosos ». El presidente Rogers de Harvard, cuando leía aquellos versos, se sentía «sumido en un mar de bienaventuranza » y « bañado en delicias». Los colonos se enorgullecían de un cantor cuya voz había llegado a la lejana Inglaterra. Además, su musa era decorosamente seria y ofrecía a sus lectores bastantes conocimientos útiles. Los poemas prin­cipales — The Four Elements (Los cuatro elementos) — son pon­derados, mecánicos e insípidos. Por lo general, el arte es torpe, y el tono, didáctico y melancólico, pero en el breve y delicado poema Contemplations (Contemplaciones) hay toques de un auténtico y delicado sentimiento por la belleza natural, que le otorga en derecho el título de poeta. Aquí hallamos el comienzo de la poesía americana que ha exaltado a la Naturaleza : en el amor de esta mujer puritana por los «caminos sin senderos», entre «árboles ricamente cubiertos», en las doradas tintas de la « estación otoñal». Esos versos evidencian lo que Anne Badstreet podría haber sido en un ambiente más favorable. Pero su herencia poética ha pasado a descendientes directos.Michael Wigglesworth (1631-1715) es otro versificador de la época que posee una celebridad única : su Day of Doom; or A Poetical Description of the Last Judgement (Día de la Senten­cia, o Descripción poética del Juicio Final), fue, durante más de cien años, «el único poema supremo de la puritana Nueva In­glaterra ». Michael Wigglesworth era un clérigo, «una pequeña y débil sombra de hombre », según palabras de Mather, con un22 Literatura colonialalma que ardía en celo religioso. Fue un prolífico rimador que usaba, por lo general, un tipo de balada que el oído populai captaba fácilmente. Su obra maestra, publicada en 1662, es un poema que presenta, de un modo realista y vigoroso, las doc­trinas de Calvino llevadas a sus resultados lógicos en el más allá. Comienza con una descripción del mundo entregado a sus sensuales placeres ; de súbito suena la última trompeta, las tumbas se abren y los vivos y los muertos se presentan ante Cristo. Los malvados tratan en vano de ocultarse « en cuevas y fosos »; los paganos defienden la ignorancia de su « degenerado estado », etc. Los niños que murieron en plena infancia, se de­fienden contra la injusticia de ser castigados por el pecado de Adán :No nosotros, sino él comió del Árbol cuyo fruto estaba prohibido ;mas sobre nosotros todos de su triste Caída el castigo es infligido.La terrible sentencia es pronunciada y todos los « malos » son arrastrados por el torrente de azufre; los elegidos, en cambio, son llevados a regocijarse, en el bendito estado del Renacido :Asi, con gran júbilo y melodías, al cielo ascienden todos ellos, para alabar a Él con los más dulces cánticos e himnos que nunca tendrán fin.El poema causaba terror; pero los niños fueron obligados a re­petirlo : su difusión, proporcionalmente a la población de enton­ces, fue más grande que la de la novela más popular de nuestros días. « Era el solaz de cada hogar », dice Lowell. Michael Wiggles­worth escribió muchos otros poemas menores en los que, como en el anterior, no hay poesía : son simple versificación, teología, política, historia,y hasta cronología en verso : nada más y nada menos.Otros versificadores. Muchísimos merecen este nombre en Nueva Inglaterra. Sólo destacaremos algunos : John Norton (1651-1716) es autor de A Funeral Elegy (Elegía fúnebre), de­dicado a la poetisa Anne Bradstreet, de cierta fuerza y belleza ; John Rogers (1727-1800?), del cual sólo ha quedado un poemita dirigido también a Anne Bradstreet, lleno de entusiasmo por la admirable mujer, y escrito en una estrofa modificada de la stanza chauceriana ; Urian Oakes (16317-1681), autor de una elegía a la muerte de Thomas Shepard ; Peter Folger (1617-1690), escri­tor de baladas ; Benjamin Tompson, poeta satírico ; Nicholas Noyes (1647-1717), poeta fantasista, cuya música poseía notables monstruosidades, etc.12. Algunas consideraciones generales acerca de la época colo­nial. Aislamiento : El estudio de la literatura americana en estaLiteratura colonial 23época es el estudio de una literatura producida en porciones aisla­das, en los diversos asientos locales de la civilización inglesa en América. Con anterioridad a 1765, no hallamos en este país un pueblo americano único, sino muchos pueblos americanos. En los diferentes centros de la vida colonial —- Georgia, las Carolinas, Virginia, Maryland, Pensylvania, Nueva York, Connecticut, Rhode Island, Massachusetts — existían, en verdad, poblaciones del mismo linaje inglés ; pero diferían profundamente entre sí, en cuanto a peculiaridades personales y sociales: en espíritu, opi­niones y costumbres. Los gérmenes de la futura nación estaban allí, pero aún carecían de un principio cohesivo, de una vida cen­tralizada : cada pequeña « nación » se desarrollaba según su propio destino y manera de ser. En general, la nota característica de la literatura americana en la época colonial es, en Nueva Inglaterra, la erudición, la lógica, la especulación, la tosquedad. A medida que se pasa hacia el Sur, siguiendo la costa, a través de otras zonas espirituales, esta nota literaria cambia rápidamente hacia la lumi­nosidad y la brillantez, hasta alcanzar la sátira, la gracia caballe­resca, la amenidad, etc., de la literatura de Maryland, Virginia y del Sur. Relaciones coloniales : Frente a esta tendencia aisla­cionista surgió otra opuesta, que llegó a dominar a fines de la época, hasta constituir una vida nacional, sin la cual no hubiera sido posible una literatura nacional. Esta tendencia a la asocia­ción, al establecimiento de asociaciones entre los diversos centros coloniales, salvaron quizá la unidad de la lengua inglesa, evitando que se rompiese en dialectos. La tendencia hacia una unión colo­nial nacía de causas comunes : la religión, el comercio, la depen­dencia del mismo soberano, del peligro ante los mismos enemigos. A estas causas se añadieron otras puramente intelectuales : la aparición del periodismo, la fundación de colegios y el estudio de las ciencias físicas. Todo ello contribuyó a la formación de una vida y literatura nacionales, convirtiéndose cada causa por sí misma en una fuerza literaria de extraordinaria importancia. Los primeros periódicos : El primer periódico americano apareció en Boston en 1690 : se llamaba Public Occurrences (Acontecimientos públicos), pero fue suprimido inmediatamente por las autoridades de Massachusetts. Sólo al cabo de 14 años, en 1704, vio la luz, también en Boston, un periódico de vida continua : The Boston News-Letter (Las Noticias de Boston), que fue durante quince años el único periódico existente en América. Por último, un nuevo rival — The Boston Gazette (La Gaceta de Boston)—empezó a publicarse en 1719. En el mismo año apareció, en Filadelfia, el primer periódico publicado fuera de Boston — The American Weekly Mercury (El Mercurio semanal americano) —. Pronto los periódicos empezaron a extenderse. Casi todos ellos eran semana­rios y muchos de ellos se imprimían en pequeñas hojas. Las noti­cias de Europa, especialmente de Inglaterra, ocupaban un lugar destacado en estos periódicos. Pero, poco a poco, los negocios, asuntos y noticias de la colonia, ocuparon la información de ma­yor interés. El periodismo colonial, a la postre terminó siendo uno de los factores más importantes en el lento proceso de la unión colonial y, por sí mismo, se convirtió en una fuerza literaria de gran eficacia. Al lado de los periódicos, surgieron los «magazi­nes» o revistas ilustradas. El primero fue fundado por Benjamin Franklin en Filadelfia en 1741. El ejemplo más admirable de re­vista literaria en el tiempo colonial fue The American Magazine,42 Literatura colonial(La Revista Ilustrada Americana), publicada en Filadelfia desde 1757 a 1758, orientada y dirigida, según su propia advertencia, « por una sociedad de caballeros ». Los primeros colegios america­nos : He aquí el orden de fundación: Harvard (1636), William and Mary (1693), Yale (1700), New Jersey (1746), King’s — ahora Co­lumbia—-(1754), Philadelphia (1755), Rhode Island-—ahora Brown University — (1764). Todos contribuyeron ala interrelación de las colonias y afirmaron el sentido de la fraternidad en las letras y en los destinos cívicos.II. La Revolución (1765-1789)1. Las nuevas ideas. Los primeros años del período revolu­cionario fueron tiempos de fermentación intelectual y de reac­ción política. Los hombres empezaban a pensar por sí mismos en nuevas direcciones : se estaban libertando del dominio teológico ; la política y la religión se separaban, y la teocracia cedía su ca­mino a la democracia. La prosperidad material hacía a los hom­bres más ambiciosos de posiciones y poder en este mundo, y menos solícitos y preocupados por el lugar que ocuparían en el otro. En todas partes, especialmente en las colonias del Centro y del Sur, los hombres ricos y cultos aumentaban en número y llevaban una vida tan liberal como la de las casas señoriales de Inglaterra. Nuevos ideales con respecto a la sociedad y al go­bierno agitaban las mentes. La idea de la nacionalidad se ex­tendía entre los colonizadores que leían y pensaban. Edmund Burke, en su discurso sobre la Conciliation (Conciliación), lla­maba la atención del pueblo inglés sobre el significativo hecho de que los colonos estaban aguzando sus facultades por el estudio : « En ningún país del mundo, quizás, es el estudio una ley tan general». La Revolución fue el resultado no tanto de la opresión como de un nuevo concepto de la libertad. El Acta del Timbre no había causado ningún conflicto real, sino que era odiosa, principalmente, como un obstáculo para el progreso de las ideas. Se constituyó una nueva noción de la independencia : primero para el individuo, después para la colonia y, finalmente, para todo el país. La lealtad a Inglaterra se cambió de súbito en amor a América. Había nacido el patriotismo americano, y el americanismo empezó a crecer de un modo extraordinario. Pero esta naciente corriente de radicalismo no fue comprendida en Inglaterra, ni todos los colonos se dejaron arrastrar por ella. América no sólo estaba en conflicto con la metrópoli inglesa, sino consigo misma. Los lories, los realistas, fieles a la corona, no carecían de patriotismo ni eran tan egoístas como se ha dicho, sino que propugnaban una política de conciliación y de paz, en contra de la guerra y del separatismo. Así, muchos años antes de que retumbara el primer cañonazo, la guerra revolucionaria era una guerra de debate político en la que se discutieron, asom-26 La Revoluciónbrando a Europa, nuevas y profundas teorías para la reconstruc­ción del gobierno y de la sociedad humana.2. La literatura copia los modelos ingleses. El vigor intelec­tual de este período apasionante se expresó con prodigalidad. Pero esta literatura se limitaba a un solo tema absorbente : la independencia, y este tema se vertió en todas las formas : en el ensayo, en la oratoria y en la poesía patriótica. Sin embargo, en cuanto al estilo, se limitaban a los modelos ingleses más fami­liares. La oratoria era,afectada por los discursos de Burke, Fox y Sheridan. La prosa, por lo general, seguía el estilo formal, retórico y « clásico » de Johnson, mejor que el estilo más sencillo, más flexible y más grácil de Addison. La poesía de la época vive sometida al yugo del pareado de Pope. Hablando en sentido estricto, América no produjo nada distintivamente americano hasta después de la Revolución. Se consideraba que la servi­dumbre literaria a Inglaterra era un instrumento para ir ganando la libertad política.3. Ensayos políticos. Vieron la luz en los periódicos o en los folletos que se vendían en las calles. Tanto en Inglaterra como en América, el periodismo del siglo xviii fue libelista. Había pocos periódicos — sólo cuarenta y tres en todas las colo­nias, al final de la Revolución —, y eran hojas imperfectas, inadecuadas, que contenían las colaboraciones voluntarias de « Vindex », « Publius », « Candidus » y otros seudónimos. Se pu­blicó una enorme cantidad de prosa controversista, en parte, efectiva, pero sólo ocasionalmente, puesto que su interés actual es sólo histórico.4. La oratoria política. La expresión más natural de la li­bertad es la elocuencia del foro. La democracia no puede existir sin el debate y el discurso. Pero el arte del orador, como el del actor, es perecedero, y su fama se conserva en la tradición. Pro­bablemente, no muchos discursos se repitieron siempre con su fuerza original, y sólo alguna obra maestra accidental parece justificar su reputación tradicional cuando se la lee con calma o se la estudia críticamente. La ocasión y el hombre añaden cua­lidades a las palabras que no pueden ser conservadas por la imprenta. Pocos grandes discursos poseen la sabiduría de pensa­miento y las cualidades estilísticas para conservarse en la Litera­tura de un modo permanente. El período revolucionario fue emi­nentemente oratorio, pero sabemos poco de su oratoria, excepto por la tradición y las consecuencias que produjo. Los fragmentos de los grandes discursos que han sobrevivido son suficientes paraLa Revolución 27explicar la violencia del apasionado patriotismo que arrastró a los hombres a una rebelión desesperada.Los principales instigadores de la revuelta fueron : James Otis (1745-1783), cuya argumentación contra los odiosos « Re­cursos de Asistencia » se cree que ha sido uno de los más grandes discursos de los tiempos modernos; John Adams dice que en él había nacido la independencia americana y que « Otis era una llama de fuego». John Hanco*ck (1737-1793), hombre rico y aristocrático, dijo al discutir los medios para desalojar a las tropas británicas : « Quemad Boston y haced a John Hanco*ck un mendigo, si el bien público lo exige ». Joseph Quincy (1744- 1775) dijo : « Si manifestarse por mi país es traición, y rebelión, armarse en su defensa, como mis padres, quiero enorgullecerme del nombre de rebelde y de traidor, como ellos se honraron con el de Puritanos». Joseph Warren (1741-1775), el primer prohombre mártir del patriotismo americano, exclamó : « Estos camaradas dicen que no queremos luchar. Por los cielos, tengo la esperanza de que moriré con mis rodillas en la sangre ». Sa­muel Adams (1722-1803) fue el «jefe incendiario », el padre de las asambleas ciudadanas, el ideal representativo y jefe de la democracia americana. Por sus abundantes escritos en la prensa, por sus innumerables escritos políticos — notables por su cla­ridad y fuerza •—, por su persuasiva oratoria, se convirtió en el instigador y organizador de la Revolución. « Un hombre que pasó hambre y sed por la independencia de su país », dice Webster. « Un hombre a quien Plutarco, si hubiera vivido bastante, hubiese incluido con gusto en su galería de dignidades », afirma Fiske. Era un orador magnífico, un poderoso escritor y un gran conductor de hombres. Durante un tercio de siglo impuso a la comunidad sus ideas, principalmente a través de sus ensayos periodísticos. Sobre éstos se puede trazar hoy el desarrollo de las ideas y actitudes que desembocaron en la Revolución. Su estilo, tanto en el discurso oral como escrito, era : sencillez, agudeza, fuerza lógica y estricta adaptación de los medios al fin práctico perseguido. Escribió un inglés puro, severo, epigramático, desde­ñando el exceso retórico : prefería la sencillez bíblica. Samuel Adams fue un estratega político consumado, el primer « agitador profesional» de los Estados Unidos, el primer líder democrático, el primer defensor de la soberanía popular : un verdadero jaco­bino. Richard Henry Lee (1732-1794), el «Cicerón americano» entre los patriotas del Sur, ha dejado muy pocos datos para que podamos medir su impresionante oratoria. Patrick Henry (1763-1799), «el tizón incendiario de Virginia», nos ha dejado algunos discursos, conservados por Wirt, su biógrafo más anti­guo. Su elocuencia audaz e impetuosa ha llegado a ser familiar28 La Revolucióna los jóvenes americanos, porque aparece en las antologías esco­lares, y aún los conmueve profundamente. Se le consideró, por su elocuencia natural, el primer orador del Continente. Decía : « ¿Es la vida tan estimada o la paz tan dulce como para com­prarlas al precio de las cadenas y de la esclavitud? ¡Impedidlo, Dios todopoderoso! Yo no sé lo que otros harán, pero en cuanto a mi, ¡dadme la libertad o dadme la muerte!».5. Thomas Paine (1737-1809) fue el libelista más efectivo de la época. Inglés errante, sin dinero, que llegó a Filadelfia en 1772, con una carta de Franklin que le recomendaba como « un inge­nioso y digno joven ». Se entregó en cuerpo y alma a la causa patriótica, a la cual rindió inestimables servicios con sus escritos sencillos y directos, en lucha contra los obstáculos que se oponían a la libertad. Escribió el vigoroso folleto Common Sense (El sen­tido común) (1776), del cual se vendieron ciento veinte mil ejem­plares en tres meses, y luego, hasta medio millón. Fue seguido por el titulado Crisis, que sostuvo mucho los corazones en la parte más crítica de la guerra : se leyó al ejército en el Valle Forge, por orden de Washington. Como escritor, Thomas Paine era claro y utilizaba el epigrama como ilustración de lo que decía. Atraído por la Revolución Francesa, escribió Rights of Man (Los derechos del hombre), en respuesta a las Reflections upon the French Revolution (Reflexiones sobre la Revolución Francesa), de Burke. La fama de sus escritos políticos ha sido superada por su argumentación deísta contra la Cristiandad, The Age of Reason (La edad de la Razón), valiosa sobre todo porque informa acerca de las tendencias del pensamiento humano durante el siglo xvin : se unen en ella la filosofía escéptica de Hume y Voltaire con el impetuoso espíritu de la Democracia para conseguir la libertad. Thomas Paine es la personificación del espíritu republicano re­volucionario, fue el primer partidario moderno del internaciona­lismo y « anduvo siempre en busca de derechos que defender y agravios que enderezar», según la frase de Parrington. Con orgullo decía : «Mi patria es el mundo ; hacer el bien, mi religión ». Por ello le persiguieron los tories, le execraron y le vituperaron ; fue desterrado, y sus libros quemados. Pero él afirmaba siempre : « La razón, como el tiempo, se abre camino ». Era, por otra parte, un pacifista y así pasó su vida haciendo guerra a la guerra, a las enfermedades, a la pobreza, a la injusticia, a la ignorancia, a la sin razón : ésa era la única clase de guerra que sancionaba. Con Common Sense (El sentido común), que atacaba la monar­quía, proclamó la nueva filosofía del republicanismo, anticipán­dose a la Revolución Francesa, la cual habría de diseminarla extensamente por el mundo. Sin embargo, Thomas Paine, nuncaLa Revolución 29fue extremista : más girondino que jacobino, era un idealista de la Revolución.6. Benjamin Franklin (1706-1790) fue el carácter más repre­sentativo del período revolucionario. Su vida puede considerarse como un ejemplo del americanismo,en su evolución de la colonia a la nacionalidad. Franklin se yergue como uno de los principales constructores de la nación y es casi « el padre de su país ». Lo que Washington hizo en el campo de batalla, Franklin lo hizo en los consejos y en las cortes de los reyes. Y es probable que, sin los esfuerzos de uno o de otro, no habría triunfado la Independencia. Idénticos en sus propósitos patrióticos, estos dos grandes ameri­canos se diferenciaban mucho en sus ideales de vida. Washington defendía los principios sociales y políticos de la aristocracia del Viejo Mundo ; Franklin, la recién nacida democracia americana. La historia de la ilustre carrera de Franklin, como impresor, periodista, autor, inventor, filósofo, estadista y diplomático, se halla inimitablemente narrada en su Autobiography (Autobio­grafía), que cada americano lee o ha leído, y ha recibido como una herencia en su juventud. Benjamin Franklin nació en Boston ; era hijo de un jabonero y fabricante de velas. Debió su educación principalmente a los libros que llegaron a él por casualidad : las Vidas, de Plutarco, le acompañaban siempre. Un impar volumen de The Spectator (El espectador), de Addison, que cayó en sus manos, le dio una preparación retórica que habría de convertirle en el mejor escritor americano de su época. Su Autobiography (Autobiografía) nos cuenta de qué modo, desde sus días de miseria y hambre, llegó a ser el primer ciudadano de Filadelfia y el más destacado personaje de las colonias. La narra­ción es encantadora y deliciosa. Una breve enumeración de sus cualidades y principales hechos es suficiente para poner de re­lieve los principales rasgos de su carácter y de su enorme capa­cidad para todo : estableció una imprenta y allí publicó el primer «magazine» americano, The General Magazine and Historical Chronicle (La Revista Ilustrada General y Crónica Histórica); organizó los departamentos y servicios de bomberos y de lim­pieza de la ciudad; inventó la estufa que aún hoy lleva su nom­bre ; fundó la Biblioteca Pública de Filadelfia, la Universidad de Pensylvania y la Sociedad Filosófica Americana; estable­ció el sistema nacional de correos; en 1752 propuso el «plan Albany » para la unión de las colonias, anticipándose a la obra de la Convención Constitucional; sus contribuciones a la Cien­cia le dieron fama universal; las notas de sus investigaciones se publicaron en el extranjero, y la Real Sociedad de Inglaterra lo honró con una medalla, el rey de Francia ordenó que sus expe-30 La Revoluciónrimentos se repitiesen ante su presencia, y Kant le llamó « el Prometeo de los tiempos modernos ». Es singular el hecho de que Franklin estuviese ausente de América durante casi todo el pe­ríodo revolucionario, cumpliendo diversas misiones en Europa ; volvió para firmar la Declaración de Independencia. Alcanzó una enorme popularidad en el extranjero, sobre todo en Francia : John Adams decía que su fama parecía « más universal que la de Leibnitz o Newton, Federico o Voltaire». En 1785, Franklin regresó a su Filadelfia y fue obligado por sus paisanos a servirles aún como presidente de Pensylvania y como uno de los forja­dores de la nueva Constitución. Obras literarias : Hablando con exactitud, Benjamin Franklin no fue un literato; no cultivó el arte de la expresión por sí misma, sino por su inmediata utilidad en los asuntos corrientes de la vida. Escribió extensamente sobre ciencia, política, economía y moral, y con tal exactitud y coheren­cia de pensamiento, con tal claridad expresiva, que alcanzaba siempre el fin práctico que se proponía. Dentro de su variada producción, pertenecen de un modo claro a la literatura : Busy body (Persona ocupada), ensayos humorísticamente didácticos de sus primeros años, a la manera de Addison ; sus luminosas y graciosas Bagatelles (Bagatelas), escritas en edad provecta, entre las que figuran sus piezas más conocidas, tales como The Whistle (El pito) y el Dialogue between Franklin and the Gout (Diálogo entre Franklin y la gota); sus deliciosas Familiar Letters (Cartas familiares) y, finalmente, las dos obras sobre las cuales descansa su inmortalidad de escritor, el Poor Richard’s Almanac (Almanaque del pobre Ricardo) y su Autobiography (Autobiografía). El Almanaque (1733) era el « mensajero general » del pueblo, un camarada familiar en cada casa ; penetró hasta en las más incultas y remotas tierras, llevando al explorador aislado migajas de poesía y filosofía de los grandes escritores de todas las épocas, mezclados con absurdas predicciones atmosféricas y otras hilarantes fantasías. Al advertir las posibilidades que ofrecía esta forma de literatura como medio de difundir la instrucción, Franklin se convirtió en una especie de maestro de escuela uni­versal. «El pobre Richard » se hizo un personaje vivo entre los hombres, lleno de proverbial sabiduría práctica, que enseñaba la forma de ser « sano, rico y sabio », con sentencias como las siguientes : « Un hoy vale por dos mañanas », « Un saco vacío no puede mantenerse en pie », « Dios ayuda a los que se ayu­dan ». Tales son los adagios del «pobre Richard», algunos originales, otros prestados, pero todos llevan la impronta lite­raria de Benjamin Franklin y calan hondo en la naturaleza humana. El Almanaque ha sido traducido a todas las lenguas modernas. Su gran popularidad se debe al humor, sentido co-La Revolución 31mún e irresistible claridad que caracterizan todos los escritos de Franklin. En las enseñanzas de Poor Richard, nada encon­tramos que sirva para elevar el tono espiritual e ideal de la vida; pero sí puede contribuir a convertir al hombre en más prudente, más industrioso y próspero. La filosofía de Fran­klin es utilitaria y materialista : se inclinaba a exaltar la ad­quisición de dinero, colocando esta ambición entre las más altas virtudes. Para unos es un defecto ; para otros, una limi­tación. Franklin es siempre, por encima de todo, un filósofo jovial: la alegría y el humor formaba parte de su potencia activa. Su humor natural se refinó a través del cultivo de la Lite­ratura y, en el uso de la sátira, fue un discípulo que acaso pueda parangonarse con Swift y Addison. La Autobiografía es un libro clásico en América. Franklin empezó a escribirla en 1771, hizo de ella un resumen en 1788, pero la dejó incompleta. Se publicó primero en francés y, en 1868, en inglés, cuando Bigelow consi­guió, en Francia, el manuscrito original. El encanto que posee se debe especialmente a la cristalina claridad de su estilo, a su efec­tiva sencillez y a su lenguaje llano, puro, de gran valor idiomá- tico, de vigor sajón ; sin retórica. Lo que más impresiona en su estilo es, precisamente, la ausencia de todo estilo. Es el resultado del carácter más bien que del designio : la prosa de Franklin es siempre un trasunto sincero de sí mismo. La Autobiography (Autobiografía) ofrece una personalidad vasta, pintoresca, fas­cinante : es una autorrevelación sin afectación y sin reservas, franca, soleada, radiante, plena de una humanidad valiente, alegre y cordial. Franklin es un espíritu totalmente liberado de la Teología y cuyas ideas políticas le hicieron militar dentro del partido popular, partido semisocialista. Nunca fue arrogante ni dogmático. En la prosperidad, nunca olvidó a los pobres ; du­rante toda su vida se apiadó siempre de cuantos eran víctimas de las injusticias de la sociedad. Tras largos años de meditación, proclamó una máxima que la experiencia no ha contradicho : « No hay guerra buena ni paz mala ». Fue un gran hombre y un hombre útil a su patria y al mundo ; un escritor sencillo, obje­tivo, suavemente irónico, « burgués y moralizador ».7. Los constructores de la nación. Samuel Adams, Patrick Henry y sus seguidores, fueron patriotas impetuosos y apasiona­dos, cuya política fue más constructiva que creadora. Conquis­taron la libertad, pero dejaron otros la gran tarea de organizaría y establecerla. Jefferson, Washington, John,Adams, Franklin, Madison y Jay fueron los arquitectos y constructores de la nación, los primeros estadistas americanos. En 1783, terminada la guerra, se había ganado la independencia, pero no la unión. Catorce32 La Revoluciónpequeñas repúblicas porfiaban, obstinadas y celosas, en el ejercicio de la nueva independencia tan sangrientamente conse­guida. Pero existían hombres dotados de gran talento, capaces de afrontar la crisis, los cuales supieron vencer las dificultades inherentes a la creación del nuevo Estado. Tal grupo de hombres — nobles republicanos —, por su inteligencia, elevados senti­mientos y propósitos, que son las más altas cualidades de los verdaderos estadistas, no ha tenido par en la historia de los Estados Unidos. La expresión escrita del pensamiento y sentir de tales hombres, aunque orientada a fines políticos y tempo­rales, fue una valiosa contribución a la historia literaria.Thomas Jefferson (1743-1846), por su gran erudición y cultura, fue el más preeminente de estos estadistas. Educado en el Colegio de William y Mary, probó su vocación por la ense­ñanza al fundar la Universidad de Virginia, en donde estableció la primera cátedra de lengua inglesa. Era un orador corriente; pero, en cambio, como escritor, era fluido y eficaz. Sus escritos revelan que poseía sentido literario, aunque no inspiración. Sus Notes on Virginia (Notas sobre Virginia) y su Autobiography (Autobiografía) poseen valor histórico y no carecen de interés literario. A través, principalmente, de su correspondencia, ejerció una enorme influencia como jefe político. Existen no menos de veinticinco mil cartas, escritas con cuidado y gusto escrupulosos y, con frecuencia, trabajadas en forma de ensayos, tales como el « Diálogo entre la Cabeza y el Corazón », sátira que refleja el sentimiento de la época. Su logro literario más importante es la Declaration of Independence (Declaración de Independencia). El estilo grandilocuente, así como la filosofía de este documento, ha perdido, en el transcurso del tiempo, algo de su original en­canto, pero la expresión de los principios ha continuado siendo la pauta de los cuerpos políticos cuyos ideales se cimentan en las enseñanzas de esta Revolución. En política y en Filosofía, Thomas Jefferson fue de un radicalismo extremo, seguidor de Hobbes, Locke y Rousseau, para quien los ideales franceses eran familiares desde que residió en Francia como diplomático, al suceder a Franklin. Su credo político era : « Igual y exacta jus­ticia, en lo religioso o en lo político, para todos los hombres de cualquier Estado o creencia», y «libertad de religión, libertad de pensamiento y libertad personal bajo la protección del habeas corpus, y justicia dictada por jueces imparcialmente elegidos ». Su fe en el pueblo era inmensa. Consagró toda su devoción a las doctrinas defensoras de los derechos humanos. Sus escritos re­presentan la mejor corporización del ideal americanista : libertad individual, fe en el pueblo, confianza en la mayoría y educación universal como última salvaguardia de la libertad. Sin embargo,La mansión del gran señor que fue George Washington, en Mount Vernon, a orillas del Potomac, Estado de Virginia. Litografía aparecida en 1840Las mansiones de los Estados del Sur eran magníficos edificios en los que se reflejan las riquezas de los colonos y sus gustos señoriales, influidos por el paladianismo británicoZardoya. Pag. 32wJ.os puritanos, ingleses expulsados por la intolerancia reinante en el siglo xvrr, extremaron su celo apostólico. En este grabado aparece un eclesiástico puri­tano que amonesta a unos colonos que, con su alegría y sus cantos, ofendían la severa sensibilidad del clérigoEl « Mayflower », buque en el que, en 1620, hicieron el famoso viaje a Amé­rica los puritanos expulsados por Jacobo 1Croquis de un caserío indio, realizado en el siglo xvn, en el que pueden verse las divisiones de estas comu­nidades indígenasLa Revolución 33la censura y el elogio irreflexivos han oscurecido o desvirtuado sus propósitos. Jefferson creía firmemente que el remedio de los males de la democracia era más democracia : la totalidad tiene menos probabilidades de ser injusta que el grupo de unos pocos. Si la soberanía no reside en la mayoría del pueblo, ¿dónde debe residir?, preguntaba.Alexander Hamilton (1754-1804) fue el gran adversario político de Jefferson. Soldado, orador, abogado, estadista y financiero, se erigió en jefe intelectual de las fuerzas que derro­taron al agrarismo de Jefferson. Era un hombre de altas ca­pacidades que fundó y dirigió la política del grupo federalista. Según Parrington, « en la magnificencia de su perspectiva impe­rialista se asemejaba al primer Pitt». Era más inglés que ameri­cano y creía que el país debía unificarse, destruyendo las sobera­nías menores. Despreciaba las juntas populares y las asambleas agraristas. Su Norteamérica era la de los propietarios aristócra­tas, comerciantes ricos y profesionales adinerados, las clases más intransigentemente antiagrarias. Después del triunfo federalista, fue secretario del Tesoro y supo inculcar tan hondamente sus principios en la economía nacional que desde entonces no se han alterado de modo permanente. Todo esto le proclama como un maestro de las finanzas modernas : es el fundador del capitalismo americano. Si pasamos a su pensamiento creador, la cosa es bien distinta, pues aparecen evidentes algunas deficiencias inte­lectuales. Sus ideas carecen de precisión y delicadeza, de distin­ciones sagaces (falta de matices que indican superficialidad y pobreza de conceptos). Revela arrogancia intelectual y cínico desprecio. Carece de sentimiento y de idealismo. En el fondo, no era más que un « hombre práctico ». En consecuencia con estas limitaciones, Hamilton no fue un filósofo político en sentido es­tricto : detestaba el republicanismo liberal casi tanto como la democracia. No era discípulo de Locke y llamaba « fanáticos de las ciencias políticas » a los escritores de la Revolución Francesa. Era un tory, un aristócrata, un aliado de los ricos. No creía en las virtudes de la clase popular. « ¡El pueblo! ¡El pueblo es una gran bestia!», decía. Hamilton, Madison y Jay escribieron The Federalist (El Federalista), una serie de ochenta y cinco ensayos publicados en un periódico de Nueva York, con la firma de « Publius ». Los argumentos de estos escritos, en su mayor parte redactados por Hamilton, son claros, contundentes y efectivos ; en opinión de Fiske, constituyen « el más profundo y sugestivo tratado de gobierno que se ha escrito ». El estilo es ponderado, con empaque latino y períodos cuidadosamente equilibrados.George Washington (1734-1799) destaca su gran persona­lidad en el Farewell Address (Discurso de despedida), dejando su3. Zardoya : Literatura norteamericana.34 La Revoluciónhuella en la literatura al retirarse del gobierno. Como expresión del carácter de un hombre, a quien Gladstone llamó «la figura más pura de la Historia », este memorial posee un valor inesti­mable. Parece que contó con la ayuda de Hamilton al redactar el primer borrador, pero la dignidad de la frase, su cordial sin­ceridad, su sabiduría y nobleza de pensamiento, pertenecían indu­dablemente a Washington. Algunos fragmentos de sus cartas, diarios y, notablemente, el discurso de 1783 a «los gobernadores de todos los Estados », revelan mucho más que simple interés histórico : testimonian los ideales de un alma singularmente exal­tada, expresados con flexibilidad de estilo y fluencia de pensa­miento. George Washington pertenecía a la vieja tradición li­beral. Después de dominar una sedición, se negó a hacer ahorcar a los cabecillas ; pero condenó las sociedades jacobinas, acusán­dolas de sediciosas cuando atacaron la neutralidad de su go­bierno ante la Revolución Francesa. Sus cartas, diarios y otros escritos, recopilados en treinta y siete volúmenes, aunque care­cen de habilidad,literaria, agradan por la indudable sinceridad y modestia que revelan.John Adams (1735-1826) es el autor de un Diary (Diario) y de una Correspondence (Correspondencia), de agradable lec­tura y de valor inapreciable como contribuciones a la historia política y social de la época. Contienen datos y cuadros vividos de hombres y acontecimientos, algo influidos por los prejuicios personales del escritor. Su estilo es claro, franco, exento de afectación y lleno de carácter. Desde el punto de vista de las ideas, John Adams se sitúa entre Hamilton y Jefferson. Con­cienzudo, pragmático, de entendimiento claro y vigoroso, des­provisto de imaginación, receloso ante el idealismo y despreciador de las teorías sociales, puede considerarse como el intérprete del ideario reinante en las postrimerías del siglo xvin. Era el hombre positivista, intransigente, guiado por la realidad, «resuelto a no dejarse alucinar con bellos sueños de panaceas humanitarias » (Parrington). Fue, además, un apóstata : el joven Adams, miem­bro del ala izquierda ; el viejo Adams, miembro del ala dere­cha. El primero defendía los derechos del hombre ; el segundo, los derechos de la propiedad. Sin embargo, la Revolución Fran­cesa le convirtió en un reaccionario intransigente. Buscaba en la historia pruebas de que las diferencias sociales y la existencia de clases económicas eran inevitables : el demócrata había pasado a ser un defensor de la aristocracia. Escribió extensamente acerca de sus teorías, en estilo seco y desgarbado; y sus obras son tan numerosas que atemorizan de antemano al lector que desea cono­cerlo. Su capacidad de trabajo era prodigiosa. He aquí dos títu­los : The Defence of the Constitution (Defensa de la Constitución)La Revolución 35y Discourses on Davila (Disertaciones sobre Dávila). Decía cosas como éstas :« Suprímanse los tronos y las coronas entre los hom­bres y pronto terminarán toda autoridad y toda justicia ». Desde luego, ésta y otras frases causaban un efecto lamentable en la opinión pública. Pese a todo, aún se le considera, en los Estados Unidos, un notable pensador político.8. La poesía en la Revolución. Persiste en su condición de dependencia e imitación. Todavía predominaba la influencia de la escuela de Pope. Todos los intentos serios no eran sino reflejo de las obras maestras inglesas que, como tales, eran aceptadas. La primera nota de originalidad aparece en los cantos y baladas, que si bien eran una especie de burdo acompañamiento musical de la oratoria revolucionaria, áspera y monótona, constituían un llamamiento efectivo al espíritu patriótico.Las baladas, como los romances en España, son la poesía de los pueblos inglés y americano. Para que una balada se convierta en clásica, debe expresar un sentimiento nacional o universal, y resistir el proceso depurador de los años. Tales eran las viejas baladas de amores y aventuras. Las baladas americanas más antiguas son canciones populares que, no obstante estar henchi­das de la pasión de aquellos tiempos, han perdido su significado, una vez pasados los acontecimientos que las inspiraron. Carecen del interés romántico del viejo Robin Hood, no tienen el encanto de la lejanía y del misterio : los pecados del rey Jorge y sus mi­nistros no aceleran los pulsos con patriótico ardor. En intermina­bles rimas prosaicas — tipo de canción fácil para el oído popu­lar — se recuerda el proceso entero del conflicto. En suma, esas baladas son más merecedoras del olvido que de su permanencia en la historia. Algunas, no obstante, poseen humor y fustigan con su sátira, pero carecen de esa gracia salvadora del toque artístico : The Battle of the Kegs (La batalla de los barrilitos), de Francis Hopkinson ; The Fate of John Burgoyne (El destino de John Burgoyne), The Bold Hawthorne (El valiente Hawthorne), The Brave Paulding and the Spy (El bravo Paulding y el espía), etcétera. Sin embargo, la tierna y melodiosa Ballad of Nathan Hale (Balada de Nathan Hale), anónima, es demasiado buena para ser olvidada. Comienza así:Las brisas invariablemente iban a través de los altos pinos, diciendo: «¡oh, hu-ush!», diciendo: «¡oh, hu-ush!»...John Dickinson compuso Song to Liberty (Canto a la Liber­tad), en el mismo estilo inspirado y serio en que escribió sus libelos. Una de las composiciones más populares entre el bando tory fue The Cow Chase (La caza de la vaca), parodia de la antigua36 La RevoluciónChevy Chase, escrita por el Mayor Andre para ridiculizar al «loco» Anthony Wayne. Una de las peores baladas es la famosa Yankee’s Return from Camp (El regreso del campo de batalla), cantada con la melodía de «Yankee Doodle », que apareció en 1775. Dos cantos de esa época han sido adoptados como cantos nacionales : «Hail Columbia», de Joseph Hopkinson, y «Star- spangled Banner », de Francis Scott Key. Adams and Liberty (Adams y la libertad), de Robert Treat Paine, y « Columbia », de Timothy Dwight, han alcanzado una celebridad no justi­ficada precisamente por sus méritos.La sátira. Fue la forma más característica de la versifica­ción. Dryden y Pope enseñaron al siglo xvii el uso de la sátira como arma en la lucha política y, justamente al estallar la Revo­lución, los resplandores de la sutileza satírica de Churchill asom­braban al público inglés. La guerra americana produjo abun­dantes imitaciones de los modelos ingleses, pero pocos de ellos sobrevivieron a su temporal eficacia. De todas las formas poéticas, la sátira es la más expuesta a un rápido declive; ni la sutileza de un genio consumado puede salvarla. Los principales satíricos del bando patriota fueron : Trumbull, Hopkinson y Éreneau. Pertenecieron al bando realista : Stansbury y Jonathan Odell.John Trumbull (1750-1831). Su sátira «McFingal» fue la más célebre de la Revolución : era un poema épico-burlesco mo­delado sobre el «Hudibras», de Butler. Aparecida en 1776, se popularizó en seguida, difundiéndose en más de treinta edicio­nes : « penetró en cada granja y envió al rústico voluntario a las filas de Washington con la risa en los labios ». El héroe es un tory presuntuoso, escocés, que, por sus desafiadoras arengas en las asambleas de la ciudad y por su obstinada defensa del rey, es embreado y emplumado por el populacho patriota y atado ignominiosamente al palo de la libertad. Aunque es una imita­ción en cuanto a la forma, el poema es genuinamente americano por su espíritu y representativo de los sentimientos políticos y costumbres del 76. Está bien especiado de sutileza y humor, y es lo bastante original para ser dignamente comparado con el fa­moso modelo. De todas maneras, no es una grande obra : es un poema tediosamente largo y muy artificioso. Aun en los pasajes más épicos, el autor echa mano de su pedantesca erudición y acompaña sus alusiones de prolijas explicaciones. Al parecer, le preocupan más las reglas de la poética que los derechos de los americanos en peligro. El tory protagonista es tan distinto de los lories reales, que la caricatura pierde mucho de su veracidad histórica. John Trumbull se adhirió al partido de los patriotas. Antes de abandonar Boston, publicó su Elegg on the TimesLa Revolución 37(Elegía sobre estos tiempos), ensayo político que le pareció a Adams de mucho valor para la causa ; éste le alentó en la prepa­ración de «McFingal ». Trumbull detestaba la democracia de todo corazón e insistía en la supremacía de la peluca en el go­bierno no menos que en la sociedad.Los satíricos de Hartford. Este grupo representaba una moda literaria que después de haber ido desprendiéndose de la costra del provincianismo puritano, prestaba alguna animación a su genio hosco. Era la vieja guardia del expirante siglo xvni. Sospe­chosos de toda innovación, despreciadores de todo programa idealista, apoyaban lo que era habitual y familiar y se negaban a abrir la puerta al siglo xix. Cuando vieron que este siglo aso­maba con una faz revolucionaria, incitando a innovaciones des­conocidas,en la política, en la economía, la religión y las letras, y fundando clubs jacobinos o de democracia jeffersoniana, le cerra­ron resueltamente el paso para que no penetrara en el estrecho mundo en que ellos moraban y que querían conservar intacto. Atribuyendo todo el desasosiego reinante a la democracia, se esforzaron en destruirla en nombre de la ley y la rectitud. Odia­ban lo nuevo con el odio virtuoso característico de los ricos. Estos satíricos aparecieron en Connecticut, dentro de un conservadu­rismo tenaz, aferrado a las viejas tradiciones ; eran, intelectual­mente, hijos del colegio de Yale. La Revolución de 1776 no había producido más que un ligero cambio superficial en la vida de aquel Estado, pues la estructura social no se había alterado en nada. La Iglesia seguía teniendo en sus manos el mecanismo gubernamental y estaba, a su vez, dominada por una aristocracia mercantil. Yale seguía siendo el baluarte del anticuado calvi­nismo. En consecuencia, el federalismo arraigó allí rápidamente. A los federalistas les bastaba el dogma corriente de la depravación total del hombre para demostrar la maldad de toda aspira­ción democrática. Para esta labor de librar al Estado de Connec­ticut de la infección democrática, los satíricos de Hartford eran gente competentísima. Entre los miembros más destacados figu­raban : el ya estudiado John Trumbull, Dwight y Joel Barlow. Todos ellos representaban la oligarquía de las clases elevadas; eran abogados, médicos, diplomáticos, personas acomodadas o ricas. Siendo federalistas, estos satíricos hallaron sus mentores en Wa­shington y en Fisher Ames, el elocuente orador del federalismo.Timothy Dwight (1752-1817) estaba dotado de una magnífica confianza en su propia importancia e influencia. Gran predicador, autoridad teológica, «presidente universitario de pies a cabeza», dedicaba sus ocios a escribir epopeyas hebraicas, largos poemas didácticos y extensas bucólicas de Connecticut. Viajero constante,38 La Revoluciónobservó la vida de varios Estados y la describió en gruesos volú­menes. Tan grande fue la reputación de Timothy Dwight entre sus contemporáneos, que parece una ironía el que la historia lite­raria actual le haya empequeñecido hasta reducirle a las dimen­siones de un corto párrafo. Era un espíritu hermético que leía li­bros racionalistas sólo para refutarlos. Es cierto que de cuando en cuando tenía arranques de generosidad: condenó la esclavitud y recomendó la educación superior de las mujeres ; en cambio, su execración de Jefferson fue profunda, virulenta, obstinada y hasta calumniosa. En cuanto a su labor literaria, en sus catorce volúmenes impresos se observa la misma firmeza de carácter : es la obra de un hombre desprovisto de gracia, elegancia, agudeza, humor y espíritu creador, pero dotado de un sentido común perspicaz y vigoroso. En Conquest of Canaan (La conquista de Canaán) (1785) describe tantas tempestades, que Trumbull su­girió que cada ejemplar del poema fuese acompañado de un pararrayos ; para leerlo se necesita una paciencia heroica, aun­que su versificación es fácil y natural. Como satírico, es categó­rico, insultante, violento y carece de jovialidad. Su Triumph of Infidelity (Triunfo de la impiedad) no es más que una filípica desde el púlpito, de tremenda intolerancia, en la que ataca con frenesí a Hume, a Voltaire y a sus seguidores. Para el lector moderno, lo mejor de Timothy Dwight son las obras en que describe las cosas del campo : Travels in New England and in New York (Viajes por Nueva Inglaterra y Nueva York), por ejemplo, en los que ha abandonado sus hábitos.Joel Barlow (1755-1812) estuvo asociado al grupo de Hart­ford, pero después se descarrió por completo de la ortodoxia de Yale. La madurez le libertó de todo dogmatismo y le enseñó la virtud de la tolerancia liberal. Se familiarizó con filosofías di­versas y observó costumbres extranjeras, ensanchando su espí­ritu. La ambición juvenil le hizo probar muchos caminos : la abogacía, la política, el periodismo, la poesía, la especulación y hasta fue capellán del ejército, a pesar de no estar preparado para ello. Su viaje a Europa le convirtió en el norteamericano más cosmopolita de su generación, transformándole en un cam­peón de los derechos del hombre. La actitud jacobina que a la sazón adoptó suscitó la crítica de sus antiguos compañeros. Joel Barlow había abrazado el deísmo y el humanitarismo, li­bertándose de Yale y aceptando el libre pensamiento. Vivió en París y en Londres y dio su aprobación a todo movimiento liberal. Su Advice to the Privileged Orders (Consejo a los órdenes privilegiados) fue elogiado en los Comunes y, en consecuencia, Pitt prohibió la circulación de la obra y desterró a su autor. Siguió a Napoleón en la campaña de Rusia, se vio envuelto enLa Revolución 39el gran desastre, contrajo una neumonía y murió en una aldea polaca. Joel Barlow es acreedor a una celebridad mayor que la que ha tenido : se han olvidado sus admirables escritos en prosa y no se deja de citar The Columbiad (La Columbiada) para em­pequeñecerle. Su independencia intelectual le valió la difamación. Su filosofía política y social está contenida en su Consejo, obra que resulta extraordinariamente moderna y en la que hay ideas como ésta : «El Estado no tiene derecho a castigar a nadie a quien no haya dado una previa educación » El fundamento de sus doctrinas es el igualitarismo. De un radicalismo absoluto en economía y política, Barlow no fue un innovador en literatura. Abandonó muchos provincianismos de Connecticut, pero no salió del atolladero de la poesía provinciana. Su Columbiada, objeto de tantas mofas, es una ampliación de su Vision of Columbus (Visión de Colón) (1787), y cometió el error de adoptar el estilo heroico de este largo poema para una composición de carácter político, glorificación republicana y tono humanitario. Puede no ser buena poesía, pero expresa los sentimientos de un hombre ilustrado y generoso que presagia un porvenir de paz para el mundo futuro. Barlow no fue un gran poeta ni un gran pensador, pero sí un hombre de talento, de conciencia social sensible, tole­rante y generoso. La posteridad, injustamente, se contenta con recordar The Hasty Pudding (Las gachas), poema heroico-bur- lesco, para mofarse de él.Volviendo a los satíricos del bando patriota, recordaremos a Francis Hopkinson (1737-1751), el cual señala que la clase culta de Filadelfia, gran centro de la moda y de las letras, también era whig. Esto no deja de llamar la atención, pues el espíritu cuáquero de aquella ciudad era mucho menos militante que el espíritu puritano de Boston. El industrialismo de Filadelfia era hostil a la dominación inglesa ; así, cuando los comerciantes se declararon en contra de Inglaterra, también lo hicieron los inte­lectuales. Entre éstos se hallaba Francis Hopkinson, abogado, juez del Almirantazgo, cultivador de la pintura, la música y la literatura. Ante los acontecimientos, escribió A Pretty Story (Un cuento bonito), declarándose abiertamente en favor de las colonias y ofreciendo sus servicios literarios a la patria. Dos años después ingresó en el Congreso, en donde votó a favor de la declaración de Independencia. Sin embargo, era de índole menos revolucio­naria que Trumbull y es probable que su whiguismo fuese de origen mercantil, reflejo de la clase social con que se rozaba. Tam­poco era agrarista, y se adhirió al federalismo al terminar la guerra. Francis Hopkinson no es una figura literaria importante; escribió The New Roof (El nuevo techo) y las Objections to the Proposed Plan of a Federal Government for the United States, or40 La RevoluciónGenuine Principies (Objeciones al proyecto de gobierno federal para los Estados Unidos, fundadas en principios genuinos), satu­rados de deleitoso ingenio y llenos de jocosidad, aunque sus chistes y sátiras aparecen hoy insípidos cuando menos.Philip Freneau (1752-1832), « el poeta de dos revoluciones,», nació en Nueva York. De ascendencia hugonote, es el primer poeta que merece tal nombre en las letras americanas. De un idealismo ferviente, abrazó el movimiento liberal. Toda su vida fue un rebelde, y sus rebeliones se declararon patrióticas o sedi­ciosas según alentaran o entorpecieran los propósitos del partido triunfante. En la guerra de 1776 combatió al lado de Washington, y sus poesías despertaron un gran entusiasmo patriótico y con­tribuyeron notablemente a la causa nacional; pero en la revolu­ción del 93 se separó de Washington, porque éste no daba alien­tos a las aspiraciones democráticas. Sirvió a la causa del 93 con el mismo ardor que había inspirado su pluma en el 76, creyendo que ambos momentos correspondían a la misma causa : la ince­sante lucha por la libertad humana. Desde que abrazó esta causa, Freneau fue considerado como un demócrata vulgar, sem­brador de la insubordinación y la impiedad ; era un ente maligno entre las « buenas gentes », un periodista incendiario, un escritor de simples aleluyas insolentes y pésimas. Washington llegó a lla­marle « el malvado Freneau». La causa de tales insultos era el abismo que separaba dos antagónicos sistemas de filosofía social. En su republicanismo, Frenau había ido mucho más lejos que los federalistas : él era demócrata ; ellos, aristócratas. Y toda su vida fue defensor libre y decidido de cuantos movimientos pro­metieren contribuir a suavizar las viejas formas de opresión. Fue campeón no sólo de la democracia, sino del unitarismo, el deísmo, la abolición de la esclavitud, la adaptación de la educa­ción a los ideales americanos. El odio y el desprecio de sus con­temporáneos no le desanimaron nunca y siempre continuó siendo un soñador y un idealista. Nada pudieron los conservadurismos contra él.La principal aspiración de Freneau era la de ser poeta y, si no hubiera sido por la Revolución, sólo habría escrito versos. Pero la empresa que más importaba en aquella época, era la Revolución y no la Poesía, y Freneau se entregó a aquélla en cuerpo y alma. Muchos críticos posteriores han lamentado tal resolución, porque Freneau podía haber sido el precursor del Romanticismo en su país. A nuestro juicio, realmente lo fue: por su vida romántica, por su imaginación romántica y por su romántico amor a la Naturaleza. Combatir con preferencia a cultivar sus dotes poéticas, ¿no era acaso una actitud plenamente romántica? Así, cuando Freneau se dio cuenta de que su poesíaLa Revolución 41no lograba su objeto, recurrió al periodismo y se apartó de las musas. Fue éste un sacrificio enorme que mancilló su reputación, permaneciendo en la oscuridad hasta que, no hace mucho tiempo, se ha publicado una edición de sus poesías completas; sin em­bargo, muchos de sus escritos en prosa permanecen enterrados en los archivos de los periódicos. Freneau ha merecido dictados in­justos, hasta por parte de los eruditos más ponderados. El pro­fesor Wendell observa que « gran parte de su poesía consiste en sátiras más o menos irreflexivas, que no son ni mucho mejores ni mucho peores que las otras sátiras de aquella época » (1). Y Tyler, que habitualmente es generoso, tiene para Freneau pala­bras como éstas : « Era el poeta más bien del odio que del amor... Entre todos sus versos, escasamente se encuentra una composi­ción lírica de entusiasmo patriótico...; en vez de esto, se leen, en todas partes, versos acalorados y vulgares, repletos de sarcasmos e invectivas asestados a los enemigos... Freneau, como Odell, era un implacable flagelador; su musa era musa de ira; su guerra era severa, despiadada, mortal: Freneau fue el gladiador satírico de la Revolución, como Odell lo fue del bando opuesto...» (2). Estos juicios son injustos. Es verdad que las sátiras de Fre­neau son violentas y, a veces, despiadadas, pero no es cierto que sus sentimientos fuesen rencorosos. Tampoco se deleitaba en la ponzoña ni en las expresiones ruines. Corrían tiempos de pasiones, y Freneau no podía sustraerse a ellas. Los escri­tos de Freneau, en prosa y en verso, son una crónica que com­pendia los últimos veinticinco años de su siglo. Es curioso analizar el desarrollo intelectual de Freneau. Cuando se graduó en Prin­ceton en 1771, escribió para la función de fin de curso, en cola­boración con Brackenridge, el poema The Rising Glory of Ame­rica (La naciente gloria de América), en el cual ambos colegiales se mostraban más ingleses que Pitt: exaltaban el imperia­lismo inglés. Freneau corrigió después el poema y suprimió aquel tributo a Inglaterra, y cuando, en 1775, apareció en Nueva York, figuraban en él versos de una índole distinta, llenos de espíritu rebelde :Líbranos, oh, Señor, no sólo de la dependencia británica, sino [también del bribón Lord North que quiere aherrojarnos... »Lo colonial había muerto en el alma de Freneau, y con ello, las viejas filosofías sociales y políticas del Viejo Mundo. Había en­trado en un nuevo camino para no retroceder jamás; de ahí sus ataques contra Inglaterra y los lories. Pero su inspiración poética(1) Literary History of America, pág. 300.(2) Literary History of the American Revolution.42 La Revoluciónse apagó : la Revolución Francesa le hizo renunciar a ser el poeta, el gran poeta de su patria. Se unió a Paine y a Jefferson en la empresa de propagar la nueva fe. En este segundo período re­nació su actividad literaria : canciones, odas y sátiras brotaron de su pluma en verdadero torrente, llenas de ardor, apasionadas, incisivas. En 1793 publicó las Probationary Odes by Jonathan Pindar, Esq. (Odas probatorias de Jonathan Pindar), que revelan las pasiones partidistas despertadas por la Revolución Francesa : eran sátiras dirigidas contra los miembros del gobierno más de­testados de los demócratas, contra John Adams, Hamilton... En ellas dice, por ejemplo : « Vuestra boca se hizo para pan de perro... ¿Qué derecho tenéis al pan candeal, superfino, vosotros a quienes la Naturaleza hizo para que fuéseis puercos, galopillos de las obras sucias de Gran Bretaña..?». Sus escritos están re­pletos de odas a la libertad y de alocuciones a los republicanos, encendidos de fuego jacobino. No obstante su jacobinismo, Fre­neau habría podido evitar el odio que desencadenó contra sí mismo, si no se hubiese hecho periodista de partido desde que fundó The National Gazette (La Gaceta Nacional) (1) para acabar con Hamilton. Freneau es el escritor que más contribuyó, tal vez, a la caída del federalismo. Jefferson dijo : « Su periódico ha salvado nuestra Constitución, que marchaba rápidamente hacia la monarquía...». A medida que las luchas de aquellos años tur­bulentos se examinan desde un plano más elevado, la figura de Philip Freneau adquiere mayores proporciones y un aspecto más noble. Vemos al poeta que consagró su vida a los derechos huma­nos y a la libertad ; al hombre que, en los ratos de ocio que su ardua labor le dejaba, componía poesías íntimas no enconadas por las pasiones del combate. En ellas vemos su alma fértil, sensible y generosa :...mientras que tú, dulce arroyuelo, sigues murmurando en el valle...Pero tus plácidas aguas, ¿no han conocido también el desasosiego?Freneau vivió una vida amarga y turbulenta, pues la época lo era. Sin embargo, halló consuelo y reposo algunas veces en la contemplación de la Naturaleza y en la poesía íntima. Si no fue un gran poeta, amó la belleza en un mundo indiferente. Podía haber sido el autor de imperecederos cantos, pero su época hizo de él un amargo satírico. No obstante, algunos poemas delicados, frescos, originales, melódicos, revelan al gran poeta que llevaba(1 ) Los detalles de su labor en este periódico pueden verse en : Forman, The Political Activities of Philip Freneau ; John Hopkins, Studies in History and Political Science, vol. XX.La Revolución 43dentro. Era el descubridor de la belleza poética que se encierra en los simples objetos de la Naturaleza: anunciaba a Bryant, a Emerson,,a Longfellow. La poesía lírica americana había empe­zado con él. Sus viajes le inspiraron poemas descriptivos de las islas antillanas (Cuba), e hicieron posible acaso lo más original de su obra : sus baladas navales. The Beauties of Santa Cruz (Las bellezas de Santa Cruz) es un ejemplo de paisaje tropical; The House of Night (La casa de la noche) —permanente en las anto­logías — es el poema más notable escrito hasta entonces en Amé­rica : su tema es la muerte y, con él, Freneau se anticipa a Cole­ridge y a Poe ; es un poema esencialmente romántico, aunque con algunas rudezas, y tiene versos en verdad sorprendentes para tal época.Jonathan Odell (1737-1818) fue médico de S. M. británica y después clérigo de la Iglesia Episcopal (Anglicana). Oriundo de Nueva Jersey, sede del más auténtico puritanismo de Nueva Inglaterra, es conocido principalmente por cuatro poemas satí­ricos, publicados en 1779, de los cuales The American Times (Los tiempos americanos) es el más representativo, y es una sátira amarga que vitupera a hombres como Jefferson. Jonathan Odell fue un realista de pluma violenta que atacó la causa whig. Cuando las tropas inglesas se retiraron, marchó, despechado, a Nueva Escocia, en donde el Rey le recompensó generosamente. « Su pasión dominante durante el resto de su vida fue odiar a todo whig y a todo republicano « (1), dice Parrington de él. El pro­fesor Tyler le llama «toryssimus », término tomado de Walter Scott, y que sentaba muy bien a su arrogancia y agrio carácter. Odell, a pesar de su ministerio sacerdotal, no tenía escrúpulo alguno para admitir viles chismes en sus acres versos : carecía de caridad cristiana y era despiadado e implacable. Era un hijo del Antiguo Testamento : sus aseveraciones tienen un tono de inapelabilidad que pasma y de inefabilidad que divierte. Sin embargo, Odell ponía gran esmero en la forma de sus poesías. Pero, ¡cuán pequeños parecen los padres de la patria en los versos de este tory redomado! Jefferson, Washington mismo, Paine, etc., son seres sin honor, «heces de la olla revolucionaria », en tanto que los personajes tories son «instrumentos santos de Dios ».Joseph Stansbury (1750-1809), comerciante de Filadelfia, nacido en Londres, fue un hombre prudente que escribió algunos poemas de tono lírico y sátiras que, a pesar de su devoción al Rey, carecen del vigor de las de Odell, aunque algunas poseen ciertos rasgos de humor.(1 ) Main Currents in American Thought. An interpretation of American Literature from the beginnigs to 1920, New York, 1930, vol. I, pág. 37.44 La RevoluciónThe Anarchiad (La Anarquiada). Barlow, Trumbull y Hum­phreys publicaron, en 1786, una serie de escritos satíricos con el mencionado nombre, cuyo propósito era corregir los errores derivados de la confusión política que prevalecieron hasta la adopción de la Constitución; contiene ridiculizaciones de los demócratas y de Jefferson, su jefe. El título se refiere al reino de la anarquía, que, según los federalistas, habría de seguir al triunfo del liberalismo.The Echo (El Eco) fue otra serie parecida ala anterior, escrita por Dwight y Richard Alsop, que nació con la idea de ridiculizar el falso gusto literario, pero que pronto se convirtió en política, para atacar la democracia y el entusiasmo por las ideas francesas. La constituían poemas en pareados de carácter burlesco, con ataques personales e insidiosos.Otros poetas. Los Poemas (Poems) (1773) de la esclava negra Phillis Wheatley (1754-1784), nacida en África y traída a Amé­rica en su infancia, publicados en Londres, evidencian uno de los más singulares casos de precocidad conocidos en la literatura. Es una obra convencional que recoge las formas por entonces popu­lares, sin originalidad, pero realmente notables si se considera la historia de su autora. Se recuerdan, desde luegoj para demostrar la capacidad del negro en la época abolicionista. Alexander Wilson (1766-1813), « el padre de la ornitología americana », fue el primer poeta naturalista. Su poema The Foresters (Los guarda­bosques) muestra la sensitiva apreciación del poeta tanto como la observación científica de la Naturaleza.Una de las mejores imitaciones de Pope es Philosophie Solitude (La soledad filosófica), de William Livingston (1723-1790), en que las antítesis e imágenes de The Rape of the Lock están diestra­mente reproducidas. Jonathan M. Sewal (1748-1808) escribió poemas que imitan a Ossian, algunos cantos patrióticos y poemas líricos misceláneos. Algunos de estos últimos poseen suavidad y vida. Joseph Brown Ladd (1764-1786) fue un niño precoz y autodidacto de Rhode Island. Sus Poems of Arouet (Poemas de Arouet) (1786) son epístolas poéticas a su amada. Sus Literary Remains (Restos literarios), publicados por su hermana en 1832, incluyen paráfrasis de Ossian, poemas bíblicos, patrióticos y mis­celáneos, al mismo tiempo que ensayos críticos y científicos en prosa. Sus versos, aunque juveniles, muestran personalidad y prometen lo que la muerte malogró.De todos los esforzados versificadores americanos del siglo xvni, sólo unos pocos han quedado como algo permanente en la litera­tura. El valor de todos los demás es sólo histórico. Bryant, en 1818, los condenó severamente por su « enfermiza y afectada imita­ción del modo peculiar de los últimos poetas populares de Ingla­terra ». Acaso su censura sea exagerada, si se piensa en la época en que vivieron : la guerra y la incierta edificación de la nación no podían favorecer los impulsos creadores y los propósitos esté­ticos de la literatura. Hay que tener en cuenta el signo de los tiem­pos : el de aquéllos era exclusivamente político.9. El teatro. En 1752, por primera vez en el país, El mercader de Venecia fue representado por actores profesionales en Williams­burg, Virginia. En 1753 se construyó un teatro en Nueva York, y otro en Filadelfia en 1759. Thomas Godfrey (1736-1763) escri-La Revolución 45bió la primera obra del teatro americano : The Prince of Parthia (El Príncipe de Parthia), representada en Filadelfia en 1767. Durante la guerra se escribieron unas pocas obras insignificantes, para representaciones de los británicos o realistas en las ciudades ocupadas. Hugh Brackenridge (1748-1816) y Mrs. Mercy Otis Warren (1728-1814) usaron la forma dramática para sus poemas patrióticos. El primero es autor de The Battle of Bunkers-Hill (La batalla de Bunkers-Hill). La señora Warren, por su parte, escribió bocetos dramáticos, tales como The Adulator (El adulador) y The Group (El grupo), en los cuales, caracteres contemporáneos figuran con nombres imaginarios. La autora carecía de humor y estas sátiras teatrales son muy pesadas. Sus tragedias — The Sack of Rome (El saco de Roma) y Ladies of Castile (Damas deCastilla)— constituyen también lecciones políticas. Con la apertura de teatros después de la guerra, se empezó a escribir obras en serio. La pri­mera pieza americana representada por profesionales fue The Con­trast (El contraste), de Royall Tyler (1757-1826), en Nueva York y en 1787 : era una comedia en la que aparecía ya el carácter del yanqui, el cual desde entonces se ha hecho familiar. The Georgia Speculator (El especulador de Georgia), también de Tyler, alcanzó popularidad en Boston, en 1797, y, dos años más tarde, se repre­sentó The Algerine Captive (La cautiva argelina), del mismo autor. William Dunlap (1766-1839), pintor, historiador y drama­turgo de Nueva York, contribuyó a aumentar el interés por el arte y el teatro. Es autor de The Father (El padre), comedia estre­nada en 1789 ; de Leicester, tragedia representada en 1794, y de Andre (André), drama histórico llevado a las tablas en 1798. En 1818 se representó Brutus (Bruto), de John Howard Payne (1792-1857), una de las pocas obras dramáticas americanas que siguen representándose. En 1829, Metamora, escrita por John A. Stone para Edwin Forrest, el primer gran trágico americano, instauró la moda por las obras de ambiente indio.,Al terminar la guerra de 1812, las inclinaciones artísticas de América tendían hacia muchas direcciones : el terreno estaba preparado para el espléndido auge que alcanzó en los años siguientes.10. Las primeras novelas americanas. La literatura imagina­tiva tuvo mejores comienzos en la novela que en la poesía. La novela es el último tipo de literatura que aparece. Las difíciles condiciones de vida eran desfavorables para la producción imagi­nativa. La falta de tradición y de leyendas era otra de las causas, además del freno religioso-moral. De este modo, Defoe, Fielding y Sterne no tuvieron imitadores en América durante largo tiempo. En su mayoría, los lectores americanos de novelas se contentaban con obras inglesas de Walpole, Lewis, etc. A fines del siglo xviii, varios escritores ensayaron la novela : se trataba de una forma embrionaria. Durante la guerra, Francis Hopkinson (estudiado como satírico), con A Pretty Story (Un cuento bonito) y, más tarde, Jeremy Belknap (1744-1798), con The Foresters (Los guarda­bosques) (1792), como Swift en Tale of the Tub (El cuento de una bañera), utilizaron la ficción alegórica para sus propósitos polí­ticos. La obra del autor americano es un ingenioso aunque trivial cuento alegórico de la colonización de América y de la rebelión de las colonias. Hugh Henry Brackenridge (1748-1816) empezó Modern Chivalry (Caballería moderna), novela en que observa y satiriza la vida americana, según el plan cervantino. El héroe46 La Revolución— el capitán Juan Farrago — es un Don Quijote moderno a quien acompaña su criado Teague O’Regan. La obra es el primer libro americano del Oeste ; en él hallamos fragancias de desmonte y de siembra. La trama es una sarta de aventuras mezcladas con dis­cusiones de los dos personajes. Es refrescante leer a Brackenridge cuando uno está ya harto de los escritos heroicos de aquellos tiem­pos. Crítico libre, sin roque ni rey, independiente en sus ideas y en sus actos, «no era abogado vocinglero de ningún partido ni clase, empeñados en alistar a Dios en sus filas», dice Parrington (1). Brackenridge era un demócrata resuelto e impenitente, pero no visionario ; al contemplar la confusión y turbulencia de un país que pasaba por el rudo proceso de la democratización, veía los males, los bienes y las esperanzas, y se divirtió satirizando esos ma­les a la manera de Freneau en The Rising Glory of America (La naciente gloria de América). Fue maestro de escuela, capellán del ejército y escribía por diversión. Se dedicó a la sátira, como hemos visto, para la que estaba muy bien dotado.El «sentimentalismo », que estaba empezando a inundar la literatura inglesa, apareció en 1790 en Charlotte Temple, de Su­sana Rowson (1762-1824); es una historia de amor y traición, humedecida con las lágrimas de miles de lectores. Sin embargo, en su primera novela, Victoria (1786), la señora Rowson presenta caracteres tomados de la vida real, y la intención de la obra «es incrementar la moral del sexo femenino por medio de un justo sentido de la piedad filial». Además de escribir una ópera, una farsa y publicar poemas, ensayos y cuentos — todo sentimen­talmente didáctico —, compuso su novela Sarah, the Exemplary Wife (Sara, la esposa ejemplar), basada, según se dice, en sus propias experiencias matrimoniales. Charlotte Temple contrasta con The Female Quixotism (El quijotismo de la mujer) (1801), escrita por Tabitha Tenney (1762-1837), obra en la que se satiriza la disposición lacrimosa y apasionada de las jóvenes al creer en todas las cosas superficialmente románticas. Ann Eliza Bleecker (1752-1783) fue autora de The History of Maria Kittle (La historia de María Kittle), en forma epistolar, en la que narra sus experien­cias entre los indios durante la guerra de éstos contra los franceses ; y de The Story of Henry and Anne (La historia de Enrique y Ana), narración de las desgracias de algunos campesinos alemanes que, finalmente, se establecieron en América. Ambas novelas se publi­caron postumamente en sus Works (Obras), en 1793. En 1797 apareció The Algerine Captive (La cautiva argelina), del ya citado Royall Tyler, sirviéndole después para el escenario ; es un relato humorístico y pintoresco, de cuño Smollet, que describe las cos­tumbres de Argel, los horrores de un barco de esclavos, aventuras de piratas, mezcladas a opiniones políticas y sociales. En el mismo año también vio la luz la popularísima novela de la bostoniana Hannah W. Foster (1759-1840), The Coquette; or, the History of Eliza Wharton (La coqueta o la historia de Eliza Wharton), obra «muy moral» para señoras, que alcanzó muchas ediciones.Charles Brockden Brown (1771-1810) es el verdadero fun­dador de la novela en Norteamérica. Ha sido llamado « el primer profesional de las letras y escritor creador importante de la porción inglesa del Nuevo Mundo ». Aún hoy sus libros pueden ser leídos con un interés mayor que el simplemente histórico. Brockden Brown(1) Op. cit. vol. I., pág. 575.La Revolución 47nació en Filadelfia y vivió en ésta y en Nueva York. Hombre retraído y estudioso por naturaleza, introspectivo, víctima cons­tante de la enfermedad y la pobreza, dedicó toda su devoción a la literatura. En 1799 fundó, en Nueva York, el Monthly Magazine and American Register ; en 1803, el Literary Magazine and Ame­rican Register, en Filadelfia; en 1806, el American Register, que continuó hasta su muerte : nombres y fechas que indican no sola­mente las luchas de Brown, sino también las de la literatura perio­dística de la época. Entre 1798 y 1801, Brown escribió y publicó seis novelas, las mejores de las cuales son Wieland, Edgar Huntly y Arthur Mervyn. La última es famosa por sus realistas descrip­ciones de la fiebre amarilla que atacó a Filadelfia en 1793, recor­dando la obra similar de De Foe. En Edgar Huntly se anticipó a Cooper al introducir caracteres indios y peligrosas aventuras en las remotas selvas. Estas novelas han sido generalmente conde­nadas por muchos defectos palpables que no borran sus méritos. Hay en ellas fantásticas mezclas del sentimentalismo extravagante y la absurda fábula de la novela inglesa antes de que Scott le diese forma y principios. Pertenecen a la «escuela de pesadilla » (Wal­pole, Godwin, etc.). Poseen todas las gradaciones y matices de las sensaciones con situaciones melodramáticas, tales como pasajes secretos, cartas falsificadas, tesoros escondidos, etc. Los argu­mentos están hilvanados descuidadamente, la acción discurre sobre zancos, las heroínas son demasiado nínficas y celestes, y sus héroes, morbosos y llenos de monstruosidades. La atmósfera es misteriosa, y prevalece el tono melancólico. Sin embargo, a pesar de estos grandes defectos, podemos encontrar algún toque más o menos genial. Brockden Brown conocía las tretas de saber cautivar la atención y la curiosidad, al mismo tiempo que se servía de algu­nos de los métodos del realismo moderno, al usar detalles mínimos para la representación de escenas vividas y en la motivación de las actitudes psicológicas. Por su imaginación, sus novelas se aproximan a los cuentos de Poe, y por su misterio, a Hawthorne. Dícese que el poeta Shelley fue poderosamente influido por estas novelas, advirtiéndose esto en sus incursiones por el campo de la prosa. Sus obras, además, poseen un valor histórico, porque han descrito pormenores de la vida y costumbres de Filadelfia en aquel tiempo : los peligros de un viaje nocturno en diligencia, el estado de los caminos, el traje de los jóvenes de buena familia, etc.11. La Historia. Antes de 1800, América había iniciado la eru­dición. El período revolucionario se dedicó más a «hacer » la historia que a escribirla, y aunque se escribieron muchas obras que rinden un buen servicio al estudioso, pocas merecen mención aquí. Ya hemos citado las obras de Thomas Hutchinson y Mercy Warren. Jeremy Belknap (1744-1798), nativo de Boston, publicó su extensa History of New Hampshire (Historia,de Nueva Hamp­shire) y, en 1794-98, los dos volúmenes de sus American Biogra- phies (Biografías americanas), incluyendo las de los padres de Nueva Inglaterra. Jeremy Belknap debe ser recordado como uno de los fundadores de la Sociedad Histórica de Massachusetts. Tenía instintos de erudito y por ello escribió su obra tan cuidadosamente. En su boceto humorístico en prosa The Eoresters (Los guarda­bosques), las aventuras de John Codline, Walter Carrier y de otros representan en forma alegórica la temprana historia de Massachu­setts, Rhode Island y otras colonias.48 La RevoluciónEntre los escritos que suministran material al historiador de esta época, hay que mencionar Travels (Viajes), del capitán Jo­nathan Carver (1732-1780), publicados en Londres en 1778 y después en América. El autor, neoyorquino, actuó en las guerras franco-indígenas. Llegó al Lago Superior y al Mississipí. Cerca de un tercio del libro es la historia de su viaje, escrito en forma con­cisa. El resto está dedicado a las costumbres de los indios y a la flora y fauna de la región visitada. Tanto la narración como las descripciones hacen interesante su lectura, y son más cuidadas que muchos libros de viajes de nuestro tiempo.La guerra produjo muchas narraciones de experiencias perso­nales, especialmente las de personas apresadas por los británicos. Entre ellas sobresalen las del luchador político de Vermont, Ethan Allen (1737-1789), muy pintorescas y escritas en estilo rápido; contienen varios autorretratos del autor. Más digna y mejor escrita es la narración de Henry Laurens (1724-1792), de Caro­lina del Sur, en la que cuenta su captura y prisión en la Torre de Londres.Samuel Peters (1735-1826), clérigo episcopal, realista, expul­sado de Connecticut, se entretuvo durante su forzada estancia en Inglaterra escribiendo la General History of Connecticut, by a Gentleman of the Province (Historia general de Connecticut, por un caballero de la provincia). La obra, publicada en Londres, en 1781, es famosa por su autoridad en las «blue laws» y por muchos detalles concernientes a la colonia. Como historia carece de mérito, y en cada página se advierte la parcialidad del autor. De todos modos, el libro resulta entretenido, excepto tal vez para los « ultra- patrióticos y ultrasensibles ciudadanos de Connecticut», según Cairns.12. Otros escritores. Noah Webster (1758-1843) publicó li­bros de texto para las escuelas de la naciente república. En 1783 apareció la primera parte de un libro que estudiaba la ortografía, la gramática y el modo de enseñarlas, y que, además, servía de libro de lectura. Esta famosa gramática y « speller » ha alcanzado los seis millones de ejemplares, y se considera que es el primer libro publicado en los Estados Unidos. En 1828 apareció el Ameri­can Dictionary of the English Language (Diccionario americano de la lengua inglesa), obra que marca una época en la historia del inglés. « Evaluemos el momento presente y establezcamos una lengua nacional tanto como un gobierno », decía Webster. Sobre las bases de esta declaración lexicográfica de independencia es­cribió su gran libro, adoptando, con respecto a la lengua británica, la misma actitud que habían asumido los constructores de la nación con respecto a la Constitución inglesa. John Woolman (1720-1772) es autor de un Journal (Diario) que encierra un interés casi único : es una agradable biografía llena de belleza y ternura, por la que Coleridge se sintió fascinado. Su autor nació en Nueva Jersey, era cuáquero, gran viajero, amigo de los indios y con­trario a la esclavitud. Su Diario — editado por Whittier — revela un « impracticable » idealismo.13. Significación de la época. Los últimos años del siglo xvin fueron turbulentos, como hemos visto, y trajeron un cambio en las ideas literarias : sentido de la libertad y honradez en la litera­tura. Pero los logros valiosos fueron muy escasos. La idea de que^n^fi5!^-^ Ch-^’ I ^ la Ciudad de Cambridge, Massachusetts, se fundó, ?ldad de Harvard, el centro universitario más antiguo de los Estados Unidos, gracias a la munificencia del inglés John HarvardUno de los hechos más transcendentales de los Estados Unidos v ñor sus con er^dTitho^eMvG^ la Declaración de la Independencia adoptada el 4 de julio de 17/6. Este acto es el que representa el famoso cuadro de John1 rumbullPág. 48George WashingtonLa Revolución 49la literatura debía estar al servicio de la religión, había desaparecido hasta en Nueva Inglaterra. En su lugar surgió la idea, bastante natural, de que la literatura debía servir a la política. Era la época en que los americanos adquirieron el hábito de discutir libremente las leyes y las cuestiones gubernamentales. En la controversia política, como se ha advertido, se desarrollaron dos estilos de prosa, característicos de los dos partidos en lucha: el federalista y el demócrata. Uno era reposado, caballeroso ; el otro, ligera­mente retórico, cuyo mejor ejemplo es la Declaration of Indepen­dence (Declaración de Independencia). Al principio, la sátira era digna, a la manera de Pope, y burlesca, a la manera de Butler. Al terminar el siglo, la sátira, tanto en prosa como en verso, se hizo amarga y hasta grosera.La literatura política, sin embargo, nunca llegó a tener la importancia que la literatura religiosa había alcanzado en la pri­mitiva Nueva Inglaterra. Al mismo tiempo que los hombres apren­dían la libertad política, aprendían también a leer las obras que, en muchos casos, habían aborrecido sus padres. Y hasta las colo­nias más puritanas intentaron el ensayo, el drama, la poesía y la novela. Con ¡meas excepciones — las novelas de Brown, por ejem­plo —, estos intentos fueron importantes sólo como punto de par­tida hacia una mejor forma literaria.4. Zardova : Literatura norteamericana.III. El Romanticismo en América (1800-1865) (1865-1890)1. Condiciones generales. En los comienzos del siglo xix, si los americanos habían conseguido independizarse políticamente después de la turbamulta de la guerra, sus gustos y sus hábitos continuaban siendo provincianos. La nación no podía conseguir una expresión distinta en el arte, la literatura y las costumbres sociales, tan rápidamente como ratificaba un tratado; mas, sin mucho tardar, empezaron los Estados a manifestarse vigorosa­mente en favor del desarrollo nacional. Las querellas de partido, motivadas por la nueva Constitución,se habían aplacado al menos temporalmente. La paz, la prosperidad, la energía nativa y el orgullo de la recién nacida nacionalidad eran los estímulos de la gran empresa patriótica : la expansión nacional era la ambición de todos. La expedición de Lewis y Clark, en 1804-1806, a la des­embocadura del Columbia, fue causa de que se soñase con el oro del ilimitado Oeste. La derrota de los indios en el Sur y en la re­gión occidental abrió vastas regiones para el establecimiento se­guro de nuevas poblaciones, y una corriente de emigración em­pezó a afluir hacia aquellas tierras, que se extendió muy pronto por el valle del Mississipí. Poco a poco fueron desapareciendo las tierras incultas y surgieron nuevas ciudades en el mapa de la nación. De 1810 a 1840 la población aumentó de 7 a 17 millo­nes. Estos años fueron también una época de grandes inventos, que contribuyeron notablemente a la prosperidad material y revolucionaron la vida moderna : el primer barco, el telégrafo, el canal del Erie, etc. La vida se henchía de experiencias vividas y pintorescas, rico material para la poesía y la novela, que pasó de su primitivo estado a verdadera literatura. Se vivía una época de heroínas y héroes auténticos que dejaron su huella en las creaciones de Irving, Cooper y Paulding. Pero la épica o la adecuada historia de este maravilloso movimiento occidental aún está por escribir.Casi tan manifiesto como el provincianismo era el secesiona- lismo: el Sur, el Centro y los grupos de Nueva Inglaterra se halla­ban entre sí casi,tan separados como en los tiempos coloniales-El Romanticismo en América 51Estas diferencias locales aumentaron con la expansión hacia el Oeste y el auge de los intereses comerciales. En el estudio de la literatura, la consecuencia más importante de esta rivalidad sece- sional fue la depresión temporal de Nueva Inglaterra y el naci­miento de Nueva York. Por otra parte, muchos jóvenes de aquélla emigraron al Oeste, llevando con ellos su vigor intelectual, su firmeza y su amor por la educación : su influencia puede obser­varse en los colegios que fundaron. Sin duda, influyeron mucho más en la vida intelectual de la nación que si se hubieran visto en el caso de permanecer en sus hogares escribiendo libros. Por otra parte, Nueva York iba creciendo rápidamente. Su puerto, su posición con respecto a las grandes rutas del Oeste y otras causas menores lo hicieron pronto el primer centro comercial del país. Con la riqueza y la prosperidad vinieron el ocio y el deseo de cultivar el arte y la literatura. Se fundaron grandes editoriales. Los periódicos de Nueva York se hicieron los más importantes del país. Todo esto tendía a animar a los neoyorquinos en el cultivo de la literatura, y a atraer a los hombres de aspiraciones y gustos literarios de otras regiones : entre los primeros, en­contramos a Irving y a Drake ; entre los últimos a Cooper, Bryant, Halleck y Willis. Estos hombres y sus asociados litera­rios habían de ser conocidos como la escuela o grupo Knicker­bocker (1). Sus relaciones fueron primariamente geográficas y temporales, aunque muchos de ellos eran amigos íntimos. Como es natural, todos ellos sufrieron las influencias de la época y de la ciudad en que vivían. Los primeros miembros del grupo fueron llamados por Poe, «los pioneros de la literatura americana». Boston había dejado de ser el centro intelectual de América : Nueva York la había sustituido al comienzo de la nueva era.2. La independencia literaria. Coincidiendo con los impulsos industriales de la nación, se produjo el despertar de los afanes literarios para una creación independiente. Había nacido la lite­ratura americana. En 1837, Emerson, en su memorable discurso de Harvard College, sobre « El erudito («scholar ») americano », decía : « Nuestra época de dependencia, nuestro largo aprendi­zaje del saber de otras tierras tiende a cerrarse. Los millones que alrededor nuestro se echan en brazos de la vida, no pueden nutrirse siempre de las mustias sobras de las cosechas extranjeras. Los acontecimientos, los hechos, surgen para ser cantados, para cantarse a sí mismos ». Este discurso evidenciaba que el intelecto americano había alcanzado ya su emancipación. Muchas repu­lí) Este nombre proviene de que muchos de ellos eran colaboradores del Knickerbocker Magazine; otros descendían de las antiguas familias «knickerbockers ».52 El Romanticismo en Américataciones literarias se habían afirmado ya y se habían producido obras de auténtico cuño nativo. La literatura americana cambiaba su actitud de dependencia e imitación por una venturosa libertad y autoconfianza, sosteniendo con la literatura inglesa sólo las mutuas relaciones y reflejos que necesariamente existen entre dos literaturas de la misma lengua y raza.3. El Romanticismo norteamericano. La revolución román­tica, al afectarlo todo — desde la forma métrica hasta la con­cepción del lugar que ocupa el hombre en el universo —, ha sido probablemente la fuerza intelectual más influyente y de mayor extensión en los Estados Unidos. Las premisas fundamentales del Romanticismo eran congénitas al medio y al temperamento americanos, y sus consecuencias inmediatas armonizaban tanto con otras fuerzas del país—la democracia jeffersoniana y el espíritu fronterizo —, que el movimiento se extendió rápidamente a todas las regiones de América. El Romanticismo era una pro­testa contra las ideas del siglo xvni. Tendía a sustituir la lógica por la imaginación ; prefería la vida gobernada por el sentimiento y la emoción que por la fría razón. Un profundo individualismo rechazaba enfáticamente la escrupulosa observancia de las reglas establecidas y se inclinaba a una vida de libertad individual. La libertad, pues, era el primer objetivo del romanticismo. Más tarde, se añadieron a ésta la igualdad y la fraternidad. En el desarrollo de la mente americana, la consecuencia más impor­tante de esta adhesión a la libertad, fue la liberación de la imagi­nación de todo convencionalismo, creándose un espíritu de fino idealismo, opuesto al sentido práctico, al espíritu materialista que había orientado la mente de los hombres durante mucho tiempo. El idealismo, templado por el humanitarismo, cambió la concepción de la dignidad humana en la teoría política y en la práctica gubernamental, en la religión, en la vida cotidiana y en la literatura, la cual reflejó todas estas transformaciones y sus resultados.Es difícil señalar fechas para el movimiento romántico. Em­pezó a desarrollarse lentamente en la última parte del siglo xvni, con Franklin, Jefferson, Paine, Lowell, que recibieron las influen­cias de Rousseau. Culminó, desde luego, de 1830 a 1860. La Guerra Civil marca el término del movimiento, pero su fin se debió más al nacimiento del industrialismo que de la guerra.He aquí sus manifestaciones. Individualismo : Pope, en el siglo xvni, había descubierto las cualidades peculiares a todos los hombres, pues él fue un hombre típico, representativo. Word­sworth, las cualidades peculiares de un hombre solo : él era un individuo. En política, Jefferson se ocupó del problema de la li-El Romanticismo en América 53bertad individual dentro del orden social. Emerson dedicó su vida a predicar la doctrina de la autoconfianza. Thoreau hizo con la suya la prueba viviente de que el hombre se desarrolla mejor como individuo cuando no se halla embarazado por las barreras de la sociedad y de las instituciones formativas. Whittier ardía de in­dignación cuando la libertad individual era violada por la escla­vitud. La exaltación del individuo y la defensa de sus derechos específicos fueron tarea de los pensadores y escritores románticos. El derecho principal era la libertad de conducta y de religión. Las generaciones precedentes habían admitido la dirección de la Iglesia o del gobierno ; el romántico sólo toleraba, por lo general, la propia sanción. «Confía en ti — exclamaba Emerson —... Lo que debo hacer es cuanto me concierne, no lo que la gente piensa ». Whitman se celebraba como el centro del universo y soportaba en sus hombros los sufrimientos de toda la humanidad. Optimismo romántico : Tal concepción vital de la dignidad y del valor del individuo se fundaba en una implícita fe en la bondad de la natura­leza humana. Si los hombres no son perfectos, existe en ellos la posibilidad de perfección. Esta es la creencia fundamental sobre la cual erigió el romántico americano toda su filosofía social. Como resultado, no podía admitir ninguna institución que reprimiese o pervirtiese la bondad del hombre, ni tolerar ninguna tradición o creencia que no tuviese fe en el individuo. Este radiante opti­mismo de los románticos americanos tuvo una inmensa impor­tancia histórica. Y Emerson, Thoreau y Whitman, fueron sus más poderosos voceros. Tal característica de los románticos america­nos ha sido olvidada con frecuencia por muchos críticos. La innata bondad del hombre residía de un modo natural en el pobre, en el humilde, no cambiado por los artificios de la sociedad ; era tam­bién el guardador de la sabiduría y de las virtudes peculiares del hombre. Concepto de la Naturaleza : Hombre y Naturaleza se con­sideraban como partes complementarias de un todo. Así, Emerson aceptaba la Naturaleza como guía de su vida; y Thoreau, literal­mente, vivió a pleno aire, no porque fuese un naturalista, sino porque amaba la Naturaleza más que a la sociedad. Whitman, el último gran romántico, nacía sólo cuatro o cinco años después,de la muerte de Shelley y Keats, y continuó la tradición romántica de América hasta 1892. Imaginación y sentimiento : El idealismo era el manantial del pensamiento romántico, y el idealismo siempre se nutre de la imaginación. El siglo xvnr se apoyaba en la razón y el sentido común. El romántico creía que muchos hombres no podían explicar sus más valiosas experiencias por la lógica y el sentido común, de ahí que creyera en el misterio y en lo maravilloso : en la fantasía. Por ello escribió Poe sus cuentos; Irving, su Rip Van Winkle, y Hawthorne, sus ficciones. Por impulso romántico, los americanos empezaron a viajar, a visitar castillos y ruinas en la vieja Europa. Los que permanecían en la patria, leían los libros de Irving, Outre-Mer de Longfellow y las descripciones de Bayard Taylor. Lo medieval también estaba en boga. La mente román­tica se deleitaba con las « supersticiones », el arte y la arquitectura de la Edad Media, las baladas de Longfellow y Lowell (James Rusell). Los escritores americanos, careciendo de un medievalismo nativo que explotar, consideraron el pasado histórico de América y, bajo la influencia de Scott, descubrieron ricos campos para su romanticismo en el período colonial y revolucionario y en las dra­máticas aventuras del explorador : Cooper, Simms, Hawthorne,54 El Romanticismo en AméricaIrving —Life of Columbus (Vida de Colón)—, y Spark —Life of Washington (Vida de Washington)—. Formas literarias: Gran va­riedad de metros y estrofas, predominando el verso blanco. Whit­man escribió en verso libre, desechando metro y rima. Geografía del Romanticismo : Cada región del país tuvo su representación peculiar en la literatura.Cada uno de los escritores más conocidos de la literatura ameri­cana antes de 1860, pertenece al Romanticismo en virtud de cual­quiera de las características antes enunciadas. En Virginia, Ken­nedy y Cooke idealizaron lo que ya estaba en la sociedad casi ideal de cuño jeffersoniano. Caruthers representaba la amplia tolerancia y simpatías del pensamiento de Virginia. Poe volvió la espalda a su tierra nativa y cayó en las exóticas tierras de su ilimitada imaginación. Los escritores del Sur seguían a sus dioses román­ticos : a Scott y a Byron. Simms fue influido directa o indirecta­mente por Scott. En Nueva Inglaterra, Whittier, Garrison y la señora Stowe fueron las alas literarias del ejército de la Reforma. Emerson, Parker, Thoreau y Margaret Fuller fueron los repre­sentantes del trascendentalismo. Longfellow, Holmes y Lowell, temiendo que la aventura de la turbulenta corriente del Roman­ticismo conturbase las almas tímidas, se contentaron con las ma­nifestaciones más gentiles y plácidas del gran movimiento. Cooper mostró su romanticismo buscando, en la historia primitiva y fron­teriza, su material de inspiración.Las premisas del Romanticismo pronto pasaron de moda bajo la presión del « sentido común», impuesto por el industrialismo y la fría ciencia del siglo xix.4. Los « Knickerbockers ». Como consecuencia de las diver­sas influencias ejercidas sobre la vida intelectual de la ciudad, Nueva York no tuvo una escuela definida de escritores. Consi­derar que los componentes del grupo citado estaban dominados por un mismo impulso, es un error lamentable. El lugar de resi­dencia — Nueva York, sede cosmopolita, por más señas — es el único punto en común de todos ellos. Irving y Cooper, sin em­bargo, se sentían en Europa como en su propia casa.Washington Irving (1783-1859) es la figura central del grupo y, en cierto sentido, el fundador de la literatura ame­ricana. También se le ha llamado « el primer romántico ameri­cano » (1). En realidad, aunque Irving merece esta designación, es indiscutible que su romanticismo era relativamente superfi­cial. Se volvió al pasado, con cierto gentil desprecio por los dere­chos del hombre, los principios de la filosofía francesa, la agita­ción de los hombres para conseguir el voto y mejores condiciones de trabajo, los movimientos trascendentales y de reforma en Nueva Inglaterra y todas las manifestaciones del Romanticismo(1) Esta distinción podría ser reclamada también por Brockden Brown, el novelista de Filadelfia, quien, como ya sabemos, escribió la primera no­vela romántica cuando Irving tenía 15 años. En realidad, su romanticismo era de vena más profunda que el de Irving, el cual llegó, en cambio, a ser mucho más famoso.El Romanticismo en América 55en América. Irving buscó lo romántico en la lejanía del tiempo, en la vida de los caballeros ingleses del siglo viii, en las luces y sombras de la Alhambra, en las vidas de los flemáticos holandeses de Nueva Amsterdam. Lo pintoresco era la única delicia de Irving; las cosas sórdidas de la vida diaria no le concernían. Tampoco le turbaban las ambiciones materiales. Lo inmediato y lo actual no satisfacían sus sueños. « Ningún hombre de su ge­neración fue menos rebelde que Irving» (1). Las revoluciones le parecían asuntos vulgares. Pero tampoco le gustaba el capi­talismo, porque era demasiado nuevo para haber alcanzado la dignidad o el encanto de una posición asegurada. De este modo, simpatizaba vagamente con los nuevos movimientos sociales, aunque por naturaleza no podía ser partidario de ninguna causa. Era, de seguro, un liberal incipiente. Cuando regresó a su patria, de vuelta de sus viajes por Europa, descubrió un romántico en­canto en los cambios que habían ocurrido en los diecisiete años que duró su ausencia. « No había ni un solo grano de realismo en la naturaleza de Irving» (2). Ante los problemas de la época se hallaba en ingenua ceguera. Sin embargo, captado por la común manía americana de los negocios, comercializó su reputación lite­raria con Astoria y The Adventures of Captain Bonneville (Las aventuras del Capitán Bonneville): se hizo lory, y en los provechos económicos descubría la mano de Dios.Nació en Nueva York, justamente cuando Washington to­maba posesión de la ciudad con sus tropas patriotas. El aya escocesa del niño, llena de entusiasmo porque el general había aceptado la presidencia de la nación, siguió un día al héroe y le presentó a su pequeño tocayo. El gran hombre tocó suavemente la cabeza del niño y bendijo a su futuro biógrafo. Era hijo de un comerciante presbiteriano escocés ; su madre era de ascendencia inglesa, episcopal, y mujer de gentiles y amables cualidades. Fue el benjamín de la familia. Su salud delicada era la excusa para la falta de rigurosa disciplina. Ingresó a los 16 años en la oficina de un abogado, en vez de hacerlo en Columbia, como sus hermanos ; encontrando el trabajo desagradable, estudiaba lite­ratura con más celo que las leyes : se autoeducaba, leía exten­samente y prefería los libros de viajes y aventuras. Empezó a escribir poemas y piezas teatrales juveniles. La impresión que le produjo la lectura de The Spectator (El espectador), de Addison, aparece claramente en una serie de ensayos críticos y humorís­ticos, escritos cuando tenía 19 años, para el periódico de su her­mano, The Morning Chronicle, y firmado con el seudónimo « Jo­nathan Oldstyle ». Son interesantes como prefiguración de Sal-(1) Parrington : Op. cit., Book II, Chapter III, pág. 203.(2) Parrington : Op. cit., Book II, Chapter III, pág. 208.56 El Romanticismo en Américamagundi, escrito cinco años más tarde, aunque de escaso valor dentro de la totalidad de la obra. Durante estos años, dedicaba mucho tiempo a recorrer el Hudson, captando su lección román­tica y legendaria, por medio de la cual dio después a la región imperecederas versiones literarias. En 1803 visitó Montreal y Quebec. En 1804 fue enviado al extranjero por motivos de salud. Viajó por Francia e Italia. Este contacto con la cultura y el arte del Viejo Mundo constituyó la parte más importante de su educa­ción, orientando los gustos e ideales que caracterizaron toda su obra literaria. A su regreso, sus finas maneras, sus gustos refina­dos y su avisado humor le hicieron,favorito de la sociedad. En 1807 publicó Salmagundi, serie de brillantes ensayos a la manera de The Spectator (El espectador) y Citizen of the World (Ciudadano del mundo), de Goldsmith, que discutían acerca del teatro, la sociedad y la política. En 1809 apareció Knickerbocker’s History of New York (La historia de los Knickerbocker de Nueva York), obra maestra de delicioso y constante humor, que inmediata­mente alcanzó un gran éxito en todo el país y en el extranjero. Scott la consideraba una sátira tan fina como las mejores de Swift. Intentaba ser la simple parodia de la presuntuosa obra de un historiador local. Era, además, el primer libro de literatura ori­ginal americana. En esta descripción serio-j ocosa de los gordos y dormilones burgueses holandeses, en los buenos y antiguos y honrados tiempos del«renombrado Wouter van Twiller » y « Pe­ter, el cabeza dura », con sus « pantalones de color de azufre», cuando los burgomaestres eran elegidos por su peso, « cuando cada mujer estaba sosegada en casa y leía la Biblia », Irving ofendía en algo a los descendientes de los antiguos y dignos holan­deses con sus irreverentes burlas ; pero el resentimiento se disi­paba pronto en medio de la risa general. Mientras escribía este libro, ocurrió el fallecimiento de su esposa y la dolorosa impre­sión de este acontecimiento dejó en él su imborrable impronta, por el resto de su vida. Irving no volvió a casarse. El supuesto autor de la obra era Diedrich Knickerbocker y se advertía al público que éste había desaparecido. El libro señalaba una época en la historia de la literatura americana : era la primera obra realmente autóctona, con la sola excepción de la Autobiography (Autobiografía) de Franklin, de fama y mérito permanentes. El estilo difiere del de las obras anteriores. Las influencias reci­bidas por Irving son inciertas y difíciles de precisar : acaso Swift, acaso Sterne. Lo importante es que Irving había creado un estilo tan original, que no permitía advertir imitación alguna. Irving había escrito la obra no sólo para enseñar, sino para divertir; la sátira es saludable, y divertida. En 1815 volvió al extranjero, donde residió por espacio de unos diecisiete años, pasados en suEl Romanticismo en América 57mayor parte en Inglaterra. Los poetas Southey, Moore, Campbell y Rogers eran sus amigos; también Scott. En Inglaterra escri­bió Sketch Book (Libro de apuntes), que apareció en 1819, pre­sentando ante el mundo las curiosas aventuras del inmortal Rip van Winkle. Bracebridge Hall — cuyo estilo es más suave, pero menos vital y expresivo — y Tales of a Traveller (Relatos de un viajero) vinieron después. Irving era ya famoso en dos continentes. Byron decía: «Sus escritos son mi delicia». El Libro de apuntes, pequeño volumen de ensayos —fresco, espontáneo, variado—inspirados en aspectos de ambos lados del océano, representan el primer intento eficaz para desvanecer la enemistad y los prejuicios existentes entre Inglaterra y América.Pasó tres años en España, preparando su Life of Columbus (Vida de Colón). Residió por algún tiempo en la Alhambra, un año en Sevilla y obtuvo material para tres obras más de dura­dera belleza : The Alhambra (La Alhambra), The Conquest of Granada (La conquista de Granada) y Legends of Spain (Leyen­das de España). Para su Colón trabajó en los archivos españoles y en otras fuentes inéditas. Su viaje a España fue para él una especie de segundo nacimiento. Cuando niño se había deleitado en las historias de España y de los moros. Después estudió espa­ñol en París : se había sumido en Calderón y había ahondado en la historia de España... «Había caído completamente bajo el sor­tilegio de la literatura de la vieja España, la exuberancia y el vigor de sus crónicas, romances y obras dramáticas, abundante en generosos sentimientos y sabor oriental... » (1). En 1849, en agradecimiento por su obra hispanista, fue nombrado miembro de la Real Academia de la Historia, y, el mismo año también, secretario de la Legación americana en Londres ; se le honró con la medalla del rey Jorge de la Sociedad de Literatura y con el grado de D. C. L. de la Universidad de Oxford.Las dos principales características del Sketch Book eran el amor a lo pintoresco y al genuino patriotismo. España era un venero para el primer aspecto, y Colón se relacionaba con su América. Sin embargo, Irving no poseía notables aptitudes para la biografía y la historia. Era cuidadoso y consciente en sus mé­todos ; investigaba consultando a muchas autoridades, pero carecía de la preparación y del temperamento necesarios al bió­grafo perfecto. Hasta las lenguas que debía emplear, las había aprendido por sí mismo. Su mirada se detenía tanto en lo pinto­resco como en lo intrínsecamente importante. Así, su Life of Columbus (Vida de Colón) es una obra legible, erudita —-en su redacción le ayudó Navarrete —, bien documentada, pero no(1) Van Wyck Brooks, The World of Washington Irving, New York, 1944, pág. 251.58 El Romanticismo en Américaes la gran biografía que diga la última palabra sobre el asunto. En La conquista de Granada cometió el error de contar la historia con apariencia de ficción. El relato, aunque humorista, es el re­sultado de una vasta investigación histórica. Mediante el arti­ficio de presentar los hechos a través de la personalidad del mítico sacerdote cronista. Fray Antonio Agapida, ciegamente afecto a la causa de la Iglesia, Irving pudo subrayar, mejor que por un procedimiento directo, los prejuicios del catolicismo es­pañol. A través de las declaraciones de Agapida, el lector con­cibe a Fernando de Aragón como un rey lleno de estrechez mental, y arrogantes a sus consejeros sacerdotales, otorgando su admiración al patriotismo de El Zagal y su simpatía a la patética carrera de Boabdil. Este libro era la obra predilecta de Irving, y solía discutir el fracaso del libro ante sus lectores. En The Alhambra (La Alhambra) se sentía de nuevo en libertad para mezclar sus observaciones con su riqueza imaginativa, sin some­terse estrictamente a los hechos. En el Prefacio (Works, vol. XV, New York, 1863), Irving declara que algunos de estos cuentos legendarios los escribió en la Alhambra y otros fueron añadidos después, compuestos sobre notas y observaciones hechas allí, y que ha procurado conservar el color y la verosimilitud local. El libro se publicó en 1832, justamente al regresar a América. Durante su ausencia, Irving había alcanzado una reputación in­ternacional, al mismo tiempo que en su país natal se operaban grandes cambios. Siempre había insistido en su lealtad a América, pero decía también que hallaba inspiración en Europa. Se le acogió entusiásticamente y numerosas voces le pidieron que es­cribiese sobre temas americanos. En respuesta, emprendió un largo viaje al Oeste, al Missouri y Arkansas y regresó por Nueva Orleans y Washington. El resultado literario de este periplo fue A Tour on the Prairies (Un viaje por las praderas), publicado, con otros trabajos, en su Crayon Miscellany, en 1835. Poco antes de aparecer este libro, le suplicó John Jacob Astor, ofreciéndole dinero incluso, que escribiese la historia de sus aventuras de comerciante por la costa del Pacífico. Al fin, vio la luz su Astoria (1836). Mientras escribía esta obra, tuvo oportunidad de conocer, en casa de Astor, a un veterano cazador y trampero, del cual obtuvo material suficiente para componer The Adventures of Captain Bonneville (Las aventuras del capitán Bonneville) (1837), narración de emocionantes aventuras en las Montañas Rocosas. Estas últimas obras eran, en realidad, adecuadas al estilo de un buen « magazine »; obras para ser leídas, distraerse con ellas y olvidarlas después. Irving decidió continuar sus estudios espa­ñoles con la historia de la conquista de Méjico ; pero enterado de que Prescott estaba trabajando en el mismo asunto, abandonóEl Romanticismo en América 59generosamente el campo en favor del joven historiador.,Empezó una «Vida de Washington », pero tuvo que interrumpirla al ser nombrado ministro en España (1842). Otras obras se interpu­sieron también : Life of Oliver Goldsmith (La vida de Oliver Goldsmith) y Mahomet and his Successors (Mahomed y sus suce­sores), que vieron la luz en 1849. Wolfert’s Roost, colección de cuentos, parte de la que había escrito para las revistas ilustradas, apareció en 1855. Algunos borradores suyos se publicaron des­pués de su muerte con el nombre de Spanish Papers (Papeles españoles) (1866). Muchos de los cortos bocetos de los últimos volúmenes eran buenos, aunque no podían parangonarse con los mejores de sus primeros tiempos.Después de su muerte se produjo una reacción contra sus obras : una generación nutrida de trascendentalismo y reforma dictaminó que eran endebles e inaprovechables. Desde entonces no ha vuelto a producirse un resurgimiento entusiasta de Irving, pero la consideración que merece su obra ha ido aumentando paulatinamente con el favor popular. En el estudio de la literatura americana, Irving.es importante, en especial, por su posición his­tórica y por su valor romántico. Fue el primer norteamericano que alcanzó un renombre universal, quizá por ser uno de los pri­meros escritores que escribió sin propósitos didácticos. El mérito intrínseco de sus escritos garantiza su fama : gracia en el len­guaje, nobleza de pensamiento, idealismo, humor, ternura y simpatía, son las cualidades de sus obras y también de su vida. Su mente no era profunda y no se enfrentó con los grandes pro­blemas de la vida. La sencillez fue la actitud permanente de su pensamiento. Su filosofía era optimista. Su genio se avenía mejor con la historia, la tradición y la leyenda. Su lenguaje puro, clá­sico, pulido, es, aun hoy día, motivo de admiración para los in­gleses. Su obra de historiador y biógrafo puede ser descuidada, pero no olvidada. Irving no se adaptaba a la investigación eru­dita, a la devoción por los pequeños detalles — cualidad de la historia moderna —■, pero, al describir grandes episodios y pintar vividos retratos, coloreados por las posibilidades poéticas y ro­mánticas que ofrecían, pocos pueden rivalizar con él. Irving es, en verdad, una figura literaria permanente.Su romanticismo : Como romántico, Irving se mantiene alejado de la corriente de doctrina que sopló durante el siglo xix en Europa y América. « No era su papel ser campeón de ideas, mantenedor de nobles causas »(1). Su papel era el del genial narrador de cuentos que miraba todos los aspectos de la vida contemporánea con la misma blanda indiferencia con que se sonríe amablemente a cual-(1) Resell Blankenship, American Literature, New York, 1935, página 251.60 El Romanticismo en Américaquiera. Regresó de Europa sin ideas revolucionarias y encontró que se había realizado, en su ausencia, una revolución en América; pero se mantuvo al margen de los conflictos de su época. Irving ha contribuido poco al pensamiento de América, pero mucho a su regocijo. En cuanto a España, su visión de ella es exagerada : así, el lector de Life of Columbus (Vida de Colón.) no tiene más remedio que indignarse contra «la bárbara tiranía de los españoles sobre los indios de La Española» (1). Su Crónica de la conquista de Granada es más novela que historia. Los Cuentos de la Alhambra es el libro donde Irving despliega mejor su genio literario : al narrar la historia del nigromántico árabe, al describir los amores de Manuel con Dolores, al realzar la gracia e inteligencia de Carmen, Irving es un típico romántico, porque su uso del pathos « degene­raba, no sin frecuencia, en lo sentimental y hasta en lo estúpido » (2). Pero su fascinante y delicado humor pocas veces ha sido superado en América.James Fenimore Cooper (1789-1851) es el segundo de los grandes « Knickerbockers ». Nació en Burlington, Nueva Jersey, pero antes de tener un año de edad, su padre se trasladó a Cooper­town, Nueva York. Su ascendencia era cuáquera y sueca. Su in­fancia transcurrió entre la heterogénea población de aquella colonia selvática. Después de haber pasado por la escuela y estu­diado con un clérigo en Albany, ingresó en Yale College, siendo expulsado al poco tiempo por mala conducta. En 1806 entró en la Marina como simple marinero, llegando a alcanzar el grado de teniente. Conoció los puertos de Inglaterra y del Mediterráneo. Su matrimonio, celebrado en 1811, cortó su carrera naval. Vivió en diversos lugares del Estado de Nueva York, ocupado solamente en cuidar de su propiedad. Su carrera de autor empezó por un incidente insignificante : mientras leía una novela a su esposa, declaró que podía escribir una novela mejor que aquélla. Acu­ciado a que demostrara tal aseveración, escribió muy pronto su primera obra: Precaution (Precaución) (1820). Era una novela sentimental que imitaba a la novela inglesa de moda en aquellos tiempos, basada en la vida social británica que el escritor igno­raba por completo ; es una obra sin mérito alguno. En 1821 apareció The Spy (El espía), para la cual utilizó las anécdotas de John Jay, agente secreto de la Revolución americana. La novela tiene como marco Westchester, condado que conoció muy bien antes de su boda; la escribió sin entusiasmo y compuso e imprimió el final antes de que estuvieran terminados los primeros capítulos del segundo volumen. Pero... tuvo un éxito de venta sin precedente en América. Esto determinó a Cooper a tomar en serio y en forma sistemática la nueva profesión de escritor. En 1822 publicó The Pionners (Los pioneros), la primera de la(1) Leon H. Vincent, American Literary Masters, pág. 21.(2) Stanton, Manual of American Literature, pág. 363.El Romanticismo en América 61serie Leather Stocking (Calzones de cuero), en la cual describe el paisaje de la región de su infancia y retrata la vida fronteriza, alcanzando un triunfo no menor que el anterior y que igualó The Pilot (El piloto), aparecida al año siguiente : con esta novela Cooper se convertía en el creador de la « novela del mar », y su héroe se inspiraba en el famoso revolucionario John Paul Jones. Lionel Lincoln, que siguió a la anterior, se refería a la vida en Nueva Inglaterra y los acontecimientos de los primeros tiempos de la Revolución. Volvió a la narración fronteriza con The Last of the Mohicans (El último mohicano), su novela más famosa. En 1846, Cooper marchó a Europa, donde permaneció unos siete años, principalmente en Francia e Italia. Los viajes no obsta­culizaron su labor literaria, pues, entretanto, escribió The Prairie (La pradera) — la más poética de la serie antes citada —, The Red Rover (El pirata rojo), The Water Witch (La bruja del agua), etcétera. Cooper se sentía irritado por la ignorancia y los errores de los europeos, particularmente de los ingleses, con respecto a América. Pero, al mismo tiempo, se daba cuenta de que los ame­ricanos carecían del refinamiento del Viejo Mundo y, no obstante, se sentían satisfechos de sí mismos. Con el propósito de corregir las ideas de ambas partes, escribió, en 1828, Notions of the Ame­ricans Picked up by a Travelling Bachelor (Nociones sobre los americanos recogidas por un soltero en viaje), serie de cartas ima­ginarias escritas en América por un viajero inglés también imagi­nario. El patriótico intento sólo reportó a Cooper enemigos en ambos bandos. Los acontecimientos europeos, incluso la Revo­lución Francesa y la rebelión de Polonia, atrajeron por entonces su atención ; sus tres novelas siguientes — The Bravo (El bravo), todavía buena guía de Venecia, The Headsman (El jefe), The Heidenmauer — ocurren en Europa. Las tres, no obstante, no implican una disminución en el americanismo del autor, porque en todas ellas exalta la idea de la democracia. En 1833 regresó a América estableciéndose en Coopertown. Sus años restantes casi los dedicó enteramente a querellas. La historia de estas di­ficultades ocupa mucho espacio en la biografía completa de Cooper, pero,es de escaso interés para el lector actual. La impo­pularidad motivada por lo que había escrito en el extranjero, se acrecentó aún más con su A Letter to His (Carta a sus paisanos), folleto en el que Cooper expresa su indignación por algunas crí­ticas hechas a sus novelas. The Monikins (1835), un pobre in­tento de novela satírica, tuvo el mismo efecto. En 1836-38 pu­blicó diez volúmenes de viajes, en que señalaba los errores de Europa y América en una forma desagradable para ambas. En sus dos novelas satíricas: Homeward Bound (De regreso) (1838) y Home As Found (Cómo se hallaba la patria) (1838), intentaba62 El Romanticismo en Américamejorar las costumbres de sus compatriotas, cuya rudeza general ofrecía un desagradable contraste con la gracia, cultura y digni­dad del Viejo Mundo. Había mucha verdad en lo que decía, pero su manera de decirlo era también muy ofensiva, pues, sobre todo, carecía del humor necesario para hacer aceptar la lección. La crítica se sentía molesta por sus sátiras, lo que influyó poderosa­mente en el carácter del escritor. Con el valor que prestaba a sus héroes novelísticos, Cooper atacó con tal furia a los críticos, que llegó a ser el hombre de letras más odiado de América. Per­sonalmente, era una naturaleza sincera y generosa, con autén­ticas virtudes morales. Amaba la justicia, la nobleza y la indepen­dencia personal y, más que nada, amaba a su país : su patriotismo no era un sentimiento, sino una pasión; pero era también un hombre de prejuicios tenaces, exageradamente sensible a la crí­tica e implacable en sus ataques. En 1839 sacó a luz su History of the Navy of the United States (Historia de la Marina de los Estados Unidos). Entretanto, su labor de libelista continuaba, y es extraño que, en medio de estas acres experiencias, produjera Cooper sus dos obras más apacibles : The Pathfinder (El descu­bridor de senderos) (1840) y The Deerslayer (El primer sendero de la guerra (1841). Muchas de sus últimas obras tienen elementos de controversia o al menos de fuerte didactismo ; entre éstas, Mercedes of Castile (Mercedes de Castilla) (1840) es la historia de los viajes de Colón. The Two Admirals (Los dos almirantes) (1842), Wing-and-Wing (De lado a lado) (1842), Ned Meyers (1843) se relacionan con el mar. The Crater (El cráter) (1847), Jack Tier (1848), The Sea-Lions (Los leones marinos) (1849) y The Way of the Hours (El camino de las horas) (1850) revelan una intensificación del didactismo y una mengua de la imaginación creadora del escritor.Sus libros se vendían en una proporción que aún hoy causan asombro. Se tradujeron a todas las lenguas europeas; sus argu­mentos se llevaban al escenario y sus descripciones se convertían en asunto de cuadros pictóricos. Ningún autor, excepto Walter Scott, se le aproxima en popularidad. Su reputación descansa en The Spy (El espía), The Pilot (El piloto), The Red Rover (El pirata rojo) y en la serie Leather Stocking (Calzones de cuero), narraciones que él llamó «drama en cinco actos ». La carrera aventurera de Natty Bumppo o «Calzones de cuero » está tan bien llevada desde la juventud ala vejez, que el interés no decae nunca. Para algunos críticos, estas cinco novelas son un triunfo de la imaginación creadora ; para otros, Calzones de cuero es acaso el más grande y original carácter que la novela americana ha aportado a la novela mundial. Desde luego, es genuino, repre­sentativo, nacional, « pertenece al suelo americano como el bú-El Romanticismo en América 63falo, y como el búfalo es el tipo de especies extinguidas, familiar­mente sólo conocido por los pioneros de nuestra civilización »(1). Pero el retrato no deja de tener sus fallos: el autor mezcla pe­dantesca verborrea a la pintoresca lengua nativa de Natty. Sin em­bargo, esto no aminora el placer que experimenta el lector al sentirse en compañía de este hijo de la Naturaleza, dotado de una sencillez natural, un excelente humor y una sorprendente destreza en la caza.Las cualidades duraderas de su obra se hallan unidas a este amor de Cooper por América, a la cual criticó, justamente porque la amaba. Sus pinturas de selvas, lagos y mares poseen vida y libertad. Uno de sus méritos es que las largas descripciones que salpican sus excitantes historias, casi prestan mayor interés a una acción que no sufre interrupciones. Sin embargo, Cooper fra­casa en el análisis psicológico de los tipos humanos complejos : no sabe retratar al caballero, al hombre o a la mujer de Nueva Inglaterra. Su sentido del humor es mínimo. Sus argumentos no están construidos con cuidado ; si se los analiza fríamente, son inverosímiles en detalle, pero, en cambio, nunca pierden interés. Su lenguaje es, con frecuencia, inadecuado y algunas veces falta a las leyes gramaticales. Todo esto no autoriza, sin embargo, a condenar sus obras. Si carece de aptitudes para enfrentarse con problemas psicológicos. En cambio, Cooper ha elegido, como héroes, a hombres de vida sencilla y de pasiones elementales, los cuales —insatisfactorios para un acérrimo defensor del realismo — han impresionado a miles de lectores, como si se enfrenta­ran con seres vivientes. Cooper ha sido despreciado por todos aquellos que someten la expresión literaria a un canon de per­fección, a un modelo artístico, y por aquellos que menosprecian el relato de aventuras. Sin embargo, ha sido y es alabado por los que estiman que, en la novela, lo más importante es despertar el interés del lector. Cualesquiera que sean sus méritos y sus de­fectos, siempre será necesario recordar que Cooper creó en Amé­rica la novela del mar y, prácticamente, creó también la narra­ción fronteriza y la novela histórica americana. Sus libros, se redimen no por la belleza del estilo, no por la profundidad de caracterización, sino porque posee una energía vasta e indisci­plinada, por su sentimiento profundo de la majestad del bosque y del mar. Mas el público inteligente encuentra que no puede leer a Cooper por mucho tiempo : todas sus buenas cualidades son verdaderas y admirables ; sólo que estas cosas no logran una atracción permanente...James Fenimore Cooper es hombre de numerosas contradic­ciones. Fue el más popular novelista de los Estados Unidos y el(1) Abernethy, Op. cit., pág. 151.64 El Romanticismo en Américaciudadano más impopular de la nación. Fue demasiado democrá­tico para Europa y demasiado aristocrático para América. Sus novelas más celebradas se refieren a la vida fronteriza, pero el autor fue siempre un amante de la vieja aristocracia terrateniente. Es uno de los más prolíficos escritores americanos : treinta y nueve obras principales. De su gran producción de libros, sólo unos pocos se leen; muchos son conocidos sólo por el título, en tanto que el resto permanece poco menos que ignorado. Cooper era un román­tico realista: utilizaba la imaginación y los documentos humanos. Su arte es defectuoso, porque no piensa nunca en el lector y sigue su propia inclinación.James Kirke Paulding (1779-1860) fue mencionado ya como colaborador de Irving en Salmagundi. Nació cerca de Nueva York. Su padre, cuya casa se hallaba « dentro de las líneas », sacrificó su vasta propiedad a la causa patriota. Su educación fue escasa. A los 19 años marchó a la capital, siendo acogido por su cuñado Irving, que le presentó en los círculos literarios. A los pocos años era alabado por sus escritos humorísticos y satíricos. Salmagundi fue su primer intento literario. En 1812 publicó una sátira política : The Diverting History of John Bull and Brother Jonathan (John Bull y el hermano Jonathan). Escribió una pa­rodia modelada sobre Scott, The Lay of the Scotch Fiddle (La canción del violín escocés) (1813). The Backwoodsman (El hombre de las selvas apartadas) (1818) esun poema en seis libros que des­cribe la vida fronteriza. También escribió novelas, destacándose The Dutchman’s Fireside (El hogar del holandés) (1831), en donde describe los primeros tiempos de,los inmigrantes holandeses en América, las poéticas bellezas del Hudson, las aventuras de la vida del pionero, etc. Paulding ha dejado una obra teatral The Lion of the West (El león del Oeste). Escribió también una segunda serie de Salmagundi (1819-1820) y Merry Tales of the Three Wise Men of Gothan (Los alegres cuentos de los ires sabios de Gotham) (1826), heterogénea sátira sobre la perfectibilidad humana, la ley común y la frenología. De temperamento satírico, Paulding complicaba sus novelas con irreverentes burlas de otros autores. Siente el gusto de Cooper por los bosques, pero carece de su fuerza descriptiva. A veces, parece un rudo Irving. Su sátira fue efímera, pues sus escritos carecían de substancia y del estilo necesario para ser duraderos, y su humor era demasiado tosco. Con todo, Paulding se halla en más estrecha relación con los asuntos americanos que Cooper e Irving, y en sus libros aparecen des­cripciones de la corriente social y política de la época. Enemigo de la ciudad y sus negocios, defendía al «farmer», al granjero, imbuido de economía fisiocrática. A pesar de su americanismo primitivo, Paulding ha permanecido siempre en un olvido pro­fundo del que quizá no logre salir nunca.Samuel Adams Patrick HenryBenjamin franklin Alexander HamiltonZardoya. Pág. 64Thomas Jefferson James MadisonJohn Jay John AdamsEl Romanticismo en América 65William Cullen Bryant (1794-1878) es el tercero de los escritores «knickerbockers » más importantes y uno de los muchos hombres de Nueva Inglaterra que sintieron la atracción de Nueva York. Nació en Cummington, Massachusetts. Era hijo de un mé­dico muy estimado, a quien debió su impulso poético. Su ascen­dencia se remontaba directamente a los peregrinos de Plymouth : así, a pesar de que abrazó con su padre el unitarianismo, pre­valeció siempre en él su primitivo sustrato puritano. Después de su instrucción elemental, estudió latín y griego con dos clé­rigos. Ingresó en William College, que abandonó a los pocos meses por falta de recursos, se dedicó a las Leyes y, hasta 1825, actuó con moderado éxito en los tribunales de Great Barrington, Massa­chusetts. Desde su infancia, Bryant fue un asiduo lector. La bi­blioteca de su padre contenía las obras de los clásicos ingleses, en prosa y en verso, del siglo xvm, y las obras de los primeros poetas americanos. Antes de entrar en el colegio ya había leído a Pope, Scott, Byron, Blair, Wordsworth, etc. Bryant fue un poeta precoz. A los 8 años compuso un discurso poético para su escuela, con una paráfrasis del primer capítulo de Job. A los 13, escribió una sátira política, The Embargo (El embargo) (1808), que fue publicada con testimonios que daban fe de la precocidad del autor. En el colegio empezó un poema narrativo sobre tema indio. Antes de los 16, había escrito más de cuarenta composi­ciones en verso, en que imitaba los modelos ingleses y que no sugerían aún las cualidades que llegaron a caracterizarle como poeta. En 1810 leyó las Lyrical Ballads (Baladas líricas), de Wordsworth, y, por primera vez, halló la expresión poética de su propio e indefinido sentimiento por la naturaleza. Con Words­worth, como maestro, aprendió rápidamente el «variado len­guaje » de la Naturaleza, a la cual pronto habría de dar inter­pretación. En 1811, compuso Thanatopsis, pero no se publicó hasta 1817: era el poema más grande nunca escrito hasta entonces por un poeta americano tan joven. Contrariamente a su costum­bre, no lo dio a leer a su padre, sino que lo ocultó en su mesa, donde fue encontrado seis años más tarde por aquél y publicado en la North American. Review. A los 19, compuso To a Waterfowl y, en 1821, se casó y escribió su poema más largo The Ages (Las edades), para la reunión anual de Phi Beta Kappa, sociedad hono­raria de Harvard. En el mismo año publicó su primer libro, el cual contenía ocho poemas : era un volumen de 22 páginas, y cinco de aquellos poemas, en los que incluía los ya citados, eran los mejores logros del poeta. Bryant no se acomodaba en modo alguno a su profesión de abogado, consciente de que la práctica de la abogacía adulteraba su naturaleza poética. En 1825 aban­donó las leyes, marchó a Nueva York como un «aventurero lite-5. Zardoya: Literatura norteamericana.66 El Romanticismo en Américarario », se hizo editor de la New York Review y poco después di­rector del Evening Post, puesto que ocupó durante toda su vida. Como periodista, alcanzó gran influencia por su digna labor polí­tica y ciudadana. En 1832 apareció otro volumen de poemas, que, reimpreso en Inglaterra con los cuidados de Irving, mereció el aplauso de la crítica inglesa. Dícese que Wordsworth aprendió su Thanatopsis de memoria. Desde entonces hasta el final de su vida, con frecuentes intervalos aparecían nuevos poemas, en los cuales cantaba siempre las armonías de la Naturaleza y de su alma. En 1834 marchó a Europa, donde estuvo dos años, repi­tiendo este viaje a menudo —hizo seis —para romper la mono­tonía de su vida en el Post. Los frutos literarios de estos viajes, además de unos cuantos poemas cortos, son : Letters of a Tra­veller (Cartas de un viajero) (1850) y Letters from the East (Cartas del Este) (1869). Éstos, con un libro de Orations and Addresses (Oraciones y discursos) (1873), constituyen su obra en prosa. En 1886 falleció su esposa, que había sido «la luz de su vida »: este acontecimiento es el tema del patético poema October, 1866 (Octubre, 1866/ Para sobreponerse a su dolor, tradujo a Homero y, según Abernethy (1), su versión métrica de la litada y la Odisea es, probablemente, la más perfecta en lengua inglesa. Siempre era llamado por sus conciudadanos para ocupar la pre­sidencia de honor en los festivales públicos de arte, literatura y beneficiencia. Cumpliendo este deber, al pronunciar un discurso ante la recién descubierta estatua de Mazzine en Central Park, sufrió una insolación y murió a los pocos días. Su fin llegó, como había cantado él 53 años antes, « en el florido junio », la estación de « suaves aires, de cantos, de luz y flores ».Bryant es un poeta limitado en lo que respecta a la variedad de temas y a la manera de tratarlos; pero, dentro de esas limita­ciones, es un maestro. A pesar de que sus amigos le impelían a escribir largos poemas, épicos o dramáticos, nunca lo intentó. Todos sus poemas son cortos y su longitud no pasa de setenta y cinco versos. El volumen de su obra también es pequeño : unos doscientos poemas en total, caracterizados por una común exce­lencia. No había variación para su genio : el tono y la calidad de su poesía no cambiaban. Así, The Flood of Years (La marea de los años), escrito a los 82, se repetían las solemnes cadencias de Thanatopsis. Su pensamiento se cifra en la Naturaleza y en las relaciones de ésta con la transitoria vida del hombre. Cerca de las tres cuartas partes de sus poemas son sugeridos por la Naturaleza. Ha sido llamado « el Wordsworth americano », pero la calificación sólo es correcta a medias : ambos se inspiraron(1) Op. cít., pág. 131.El Romanticismo en América 67en el mismo tema, aunque cada uno de acuerdo con su propia manera de sentir. Stedman es más certero : llama a Bryant « filosófico minstrel de los bosques y las aguas, el más grande poeta del paisaje americano ». La sencillez es la cualidad más notable de su obra, una sencillez que impresiona por la perfec­ción de su arte. Sus pensamientos son corrientes, y los temas de sus meditaciones, familiares; llenos de profundidad, cuando trata las experiencias de la vida, la muerte y la Naturaleza. La actitud de su pensamiento es serena, de austera resignación. Compárese To the Waterfowl con Shylark de Shelley : la primera es una tran­quila contemplación; la segunda, una aspiración apasionada, sin reposo. No hay rapto en su canto, ni éxtasis de ideales delicias. «La Naturaleza es para él como una catedral permanente, en cuyas frías profundidades de sus naves laterales,él medita sus armonías en baja voz »(1). Su fantasía es retozona en Plantación del manzano y en El viento y la corriente. Muchos poemas líricos suyos se refieren a las flores de los bosques : es el poeta de la « violeta amarilla », de la « genciana », como Emerson es el poeta del « rododendro ». Su lenguaje es sencillo, pero dotado de gracia, belleza y vigor. Su verso, siempre correcto técnicamente, fluye suave y musical y siempre « puro como el rocío que se filtra a través de la rosa ». Dos formas métricas eran sus favoritas : el cuarteto yámbico de ocho sílabas — Un sueño diurno, por ejem­plo—y el verso blanco, en el que logró sus obras maestras. Solamente en el último fue verdaderamente original: pensa­miento, palabra y música se hallan en un acuerdo perfecto. En tal metro fueron escritos Thanatopsis, Himno al bosque y La marea de los años. Decía Stedman : « El verso blanco es el más fácil y el más difícil de todas las medidas : el más pobre en unas manos pobres ; el más bello cuando está escrito por un verdadero poeta ». En este metro alcanzó Bryant su cima y a él debe lo más duradero de su fama.Es sorprendente que, con la ayuda de Wordsworth, Bryant rompiese con la escuela de Pope, cuya influencia prevalecía desde, el siglo xvni. Hay huellas, desde luego, de influencias inglesas en su poesía ; hasta Thanatopsis debe algo al poema Tumba, de Blain. Pero el pequeño volumen de 1821 y los de 1832 y 1836 dan muestra de un despierto espíritu de independencia literaria. Bryant descubrió la poesía en los severos aspectos del paisaje de su Nueva Inglaterra natal, llegando a ser, al mismo tiempo, un poeta original y americano a la vez. Decía Emerson : « Es original, porque es sincero; es un verdadero pintor de la faz de su país y del sentimiento de su propio pueblo... Dio a conocer a la(1) Abernethy, Op. cit., pág. 133.68 El Romanticismo en AméricaHumanidad nuestro paisaje norteño, su esplendor estival, su ves­tidura de otoño, sus luces y tristeza invernales ». Su poesía era peculiarmente intensa y distintivamente americana. «Es tan característica como el vino hecho con uvas de Catawba », opina Curtis (1). Su genio no es dramático, ni apasionado, ni fervorosa­mente lírico, sino meditativo, puro, sereno : es el verdadero símbolo de sus colinas nativas. Su verso es la viril expresión de la saludable comunión de un hombre fuerte y poderoso con los aspectos familiares de la Naturaleza. Su poesía no está llena de entusiasmo, no fascina por su juvenil sensibilidad. Gusta de apar­tarse y observar con lejana simpatía la continua marea de las cosas ; en The Crowded Street (La calle atestada), The Ages (Las edades), The Past (El pasado) y el Hymn to the North Star (Himno a la Estrella del Norte). Los poemas sobre la muerte consideran a ésta como un momentáneo cambio que sobreviene al hombre como parte del gran movimiento de la Naturaleza. Como la muerte es universal, hay que aceptarla serena y valientemente : ésta es la primera enseñanza de Thanatopsis, que Bryant repitió muchas veces. El pensamiento de la muerte como cambio y el amor a la Naturaleza se combinan a veces extrañamente : en Junio, el bello mes le recuerda la agradable época en que será sepultado. El didactismo es otra de las características de su poesía : jamás escribió nada sin un propósito didáctico.Bryant es el primer poeta americano que merece fama per­durable, aunque no la haya alcanzado internacionalmente. Y he aquí algunos versos suyos como prueba de lo dicho :Yo quisiera que así, cuando yo vea la hora de la muerte rondar cerca de mi, la esperanza, floreciendo en mi corazón, pueda mirar al cielo al partir.(De The Fringed Gentian)Algunos juicios críticos sobre Bryant: « Fue un escritor deli­berado y fastidioso » (2), dice Vincent, y sus manuscritos estaban architachados y corregidos, siendo una maraña difícil de descifrar. «Era incapaz de escribir mucho o con frecuencia » (3), añade el mismo autor. Esto era verdad, pues Bryant sólo componía unos pocos versos cada año. Creía que el poema largo era una sucesión de pequeños poemas unidos por vínculos poéticos : «un poema largo no es más concebible que un largo éxtasis ». Vincent opina agudamente : «Bryant se parecía a ciertos pianistas que se excusan de no tocar por falta de práctica » (4). Parrington le llama « el liberal puritano » y se lamenta de que el periodista haya sido olvi­dado en el poeta, de que el demócrata haya sido anulado por(1) Curtis, Orations and Addresses, vol. III.(2) Op. cit., pág. 46.(3) Op. cit., pág. 48.(4) Op. cit., pág. 50.El Romanticismo en América 69el versificador que describió el paisaje americano; le considera «el padre del periodismo americano » del siglo xix (1). Blankenship cree que Bryant se muestra esencialmente romántico en sus poemas sobre la Naturaleza, al rechazar la vieja creencia puritana de que la Naturaleza no aproximaba a Dios, y, en cambio, sentía que los bosques, las aguas y las flores exhiben triunfalmente el espíritu de Dios en forma tangible. Y es justamente esta apreciación román­tica de la Naturaleza la que le salva como poeta y hace olvidar sus defectos.Para terminar, diremos que Bryant también escribió poemas a la libertad : Song of the Greek Amazon (El canto de la amazona griega), The Massacre at Scio (La matanza de Scio), The Greek Partisan (El partisano griego) e Italy (Italia) muestran su sim­patía por las naciones oprimidas del Viejo Mundo que visitó.Otros escritores del grupo. Joseph Rodman Drake (1795- 1820) se yergue con especial preeminencia entre los poetas me­nores de Nueva York, aunque no vivió lo suficiente para que cuajase en realidades lo que su juventud prometía. Descendía de los peregrinos. Huérfano desde muy joven, se vio obligado a ga­narse la vida. Se dedicó a los negocios, estudió medicina y, final­mente, estableció un «drug-store » (2). Dícese que a los 5 años componía acertijos, y a los 10, prometedores poemas. Sus primeros versos muestran la influencia de Moore y, en ocasiones, la de Word­sworth. Su única obra importante es The Culprit Fay (El duende culpable), escrito a los 21 años ; es un poema narrativo y descrip­tivo, en melodiosos versos, en que intenta aclimatar cuentos de hadas en la región del Hudson. Cuenta la historia de un duende que había pecado por haberse enamorado de una mortal, y debe cumplir su castigo. También es bueno, su poema The American Flag (La bandera americana).Fitzgreene Halleck (1790-1867) fue el amigo más íntimo y el camarada literario de Drake. Era uno de los nativos de Nueva Inglaterra que sintió la atracción de la prosperidad comercial de Nueva York. Fue maestro de escuela y trabajó en una tienda hasta los 21 años. Tuvo un empleo en Nueva York, y más tarde conoció a Drake. En 1819 se asociaron ambos para escribir los Croaker Papers, serie de versos ligeros o satíricos sobre temas de la época, que se publicaron anónimamente en el Evening Post. Halleck fue una figura conocida en los círculos sociales y literarios. Sus versos denotan la influencia de Coleridge, Campbell y Byron. Como este último, mezclaba, en el mismo poema, lo serio y lo burlesco : por ejemplo, en Fanny, Connecticut y otros. Estos poemas le gran­jearon una gran reputación. Una estrofa dedicada a la muerte de Drake es especialmente famosa en América :Esté verde el césped sobre tí, oh amigo de mis días mejores...Richard Henry Dana (1787-1879) nació en Boston antes que Keats y Shelley, y vio la mejor obra de Tennyson. Estuvo en(1) Op. cit., pág. 239.(2) Tienda en que se venden productos farmacéuticos, perfumes, bom­bones, gafas, refrescos, pipas, cigarrillos, etc.70 El Romanticismo en AméricaHarvard, estudió leyes, fue uno de los fundadores de la The North American Review (Revista Norteamericana), y tomó parte en la gran controversia entre unitarios y congregacionalistas ortodoxos. En 1821 empezó a editar The Idle Man (El ocioso), publicación periódica de ensayos,,pero demasiado refinada para tener éxito. En 1827 vio la luz su pequeño libro The Buccaneer and Other Poems (El bucanero y otros poemas). Dana descendía, por línea directa, de Anne Bradstreet, tanto como por sus dotes naturales. Pero su inspiración era demasiado grave y contemplativa para ser popular. Unos pocos pero delicados poemas — como The Little Beach Bird (El pájaro de la playa), auténtica apreciación de la Naturaleza — tienen valor permanente. Su influencia, como poeta y crítico, se ejerció principalmente dando a sus colegas lecciones de gusto e independencia : por esto ha permanecido en la literatura ameri­cana. Su tono era bajo y grave como el del mar.Los escritores menores. Samuel Woodworth (1785-1842), periodista y escritor de cantos y odas patrióticas durante la guerra de 1812. James Fenno Hoffman (1806-1884), fundador del Knic­kerbocker Magazine, escribió el cántico espiritual Monterrey. George Perkins Morris (1802-1864), director del Alirror y de Home Journal, cuyos cantos se admiraron muchísimo, aún recor­dado por su Woodman, Spare that Tree (Leñador, deja ese árbol). John Howard Payne (1791-1852) fue un actor y autor teatral de éxito. En una de sus piezas dramáticas, la ópera Clari, apareció el inmortal Home, sweet home (Hogar, dulce hogar), que todavía se canta en América. El canto fue compuesto en el Palais Royal de París. Gulian Grommelin Verplanck (1786-1870) fue el editor, erudito de Shakespeare y amigo de Bryant, con quien se asoció para imprimir The Talisman (El talismán). Alfred Billings Street (1811-1881), autor de Frontenac, fue alabado por Longfe­llow, Bryant y Whipple, por su fidelidad y viveza al describir el mundo natural. Henry Theodore Tuckerman (1813-1871), agra­dable ensayista, fue el autor de Characteristics oj Literature (Ca­racterísticas de la literatura), Thoughts on the Poets (Pensamientos sobre los poetas) y muchos otros libros de poemas y bocetos.Numerosos poetas de Connecticut, durante este período, alcan­zaron fama a través de Annuals y de los periódicos de Nueva York. John Pierpont (1785-1866), poeta, predicador, filántropo y ca­pellán durante la Guerra Civil, legó a los americanos el Warren’s Address (Discurso de Warren), Pilgrim Fathers (Los padres del peregrino) y My Child (Hijo mío). James Abraham Hillhouse (1789-1841) fue uno de los primeros poetas americanos que escribió un drama poético. En 1839 publicó Drames, Discourses, and Other Pieces (Dramas, discursos y otras piezas), obra en que se advierte fácilmente la huella de Byron. James Gates Percival (1795-1857), médico, geólogo y lingüista, que decidió ser un gran poeta por medio de la rima profusa. « Es pertinazmente oscuro..., en su vida nunca escribió un verso digno de ser recordado », dice Lowell. Sin embargo, unas pocas composiciones — To Seneca Lake (Al lago Séneca) y The Coral Grove (La gruta de coral) —son aún fami­liares a los americanos. Lydia Huntley Sigourney (1791-1865) escribió en verso y prosa unos 56 volúmenes. Su verso blanco, estudiado después por Bryant, no carece de mérito. Niagara (Niágara) es su mejor poema. El principio de la carrera literaria consistía, en su opinión, en «intentar ser un instrumento delEl Romanticismo en América 71bien », objetivo que indudablemente alcanzó. Entre estas « gentiles estrellas del Este » existió en Boston un banquero notable. Char­les Sprague (1791-1875), cuya Shakespeare Ode (Oda a Sha­kespeare) y Ode to Art (Oda al Arte) han tenido gran celebridad en el país, a través de los libros de lectura. Washington Allston (1779-1843), uno de los primeros propagandistas de la cultura de América, estimado como « el más grande de los pintores ameri­canos », fue un versificador lleno de gracia, conferenciante sobre arte y autor de la novela Monaldi, a la cual Whipple confiere «un lugar permanente en nuestra literatura». Epes Sargent (1813-1880), autor y compilador de muchos libros, es recordado por su canto Una vida sobre las olas del Océano. Maria Brooks (1795-1845) publicó en Boston, en 1825, Zophiel, a causa de cuya fuerza el poeta Southey dijo de ella que era «la más apasionada y más imaginativa de todas las poetisas ». En realidad, es una novela basada en el libro apócrifo de Tobit, interesante pero deca­dente producto de la escuela romántica inglesa. Muchos otros can­tores modernos existieron en este período, cuya fama fugaz, bri­llante por corto tiempo, ha desaparecido ya en el polvo del olvido. La memoria de uno, a pesar de lo dicho, reverdece todavía : Samuel Francis Smith (1808-1895), que escribió el primer himno nacional, America (América).Nathaniel Parker Willis (1806-1867) fue, durante muchos años, el escritor de « magazine » más popular. Nacido en Portland, se educó en Yale College y empezó su carrera de periodista en Boston, en donde su padre editó el primer periódico religioso, el Boston Recorder, y el primer periódico infantil, el Youth’s Com­panion. Siendo aún estudiante, empezó a ser muy conocido por sus poemas inspirados en las Escrituras. Sus primeras obras perte­necen al período de los elegantemente sentimentales «Annuals», cuando ninguna mesa de salón estaba completa sin su « Gems » y «Albums », con Forget-me-Not (Nomeolvides), Friendship’s Offerings (Ofrecimientos de amistad), Thought Blossoms (Capullos de pensamiento), etc. La estupidez de esta literatura, representada en Inglaterra por Mrs. Norton y «L. E. L.», y en América, por James Gates Percival y Mrs. Sigourney, continuó durante unos 20 años. Willis era un gran colaborador de estas colecciones de prosa y verso. Beers, su biógrafo, dice que gran parte de su poesía « era cosa de versos de álbum, con aire de tocador femenino y de sa­lón de baile, elegancia plateada y exótico perfume, con el sabor de aquella sentimental y artificial escuela». Pasó varios años en Europa, gozó de una popularidad sin paralelo en todas las clases sociales y recordó sus experiencias en la serie de bocetos Penci- llings by the Way, extravagantemente elogiada. Sin embargo, sus bocetos rurales, Letters from under a Bridge (Cartas escritas debajo de un puente) (1840), son encantadores. Willis era de modales algo relamidos, y el mismo defecto se observa en sus escritos. Escribía sólo por agradar, inteligentemente y a menudo con brillantez, y siempre con un «saludable » optimismo. Pero su pensamiento era muy superficial. Su obra, naturalmente, fue efímera, pero algo de ella merecía salvarse : su expresión fácil; su inglés era coruscante a veces, ágil en el giro, bueno para una sentencia, para una cita, con una línea sola, con uno o medio verso, pero nada más.Descripciones de la vida fronteriza. Muchos libros narrativos de esta época, aunque de escasos méritos literarios, poseen un72 El Romanticismo en Américainterés histórico permanente. Sus autores, mientras urdían novelas mediocres, a menudo escribían inconscientemente muy buena his­toria. Así, en las amarillas páginas de estos volúmenes olvidados se puede encontrar material excelente para la historia de la civi­lización en las regiones fronterizas. La caracterización aprecia­tiva de Wilson (1) nos inclina a sacudir el polvo a algunas de las obras predilectas de aquellos viejos tiempos : Catherine M. Seg- wick (1789-1867), ha dejado, en Hope Leslie y The Linwoods, notables pinturas de las costumbres y sentimientos primitivos de Nueva Inglaterra. Caroline M. Kirkland (1801-1864) describió con gran autenticidad, en A New Home (Nuevo Hogar), Forest Life (Vida del bosque) y Western Clearings (Claros del Oeste), los nuevos hogares de Michigan. James Hall (1793-1868), en Legends of the West (Leyendas del Oeste) y Letters of the West (Cartas del Oeste), dibujó con éxito sus experiencias en Illinois. Robert Mont­gomery (1806-1854), en Doctor Bird y en Nick of the Woods (Nick de los bosques), hizo unos bocetos gráficos de la vida pionera en Kentucky. William Gilmore Simms (1806-1870) escribió mu­chos capítulos inimitables,,inspirados en los primeros tiempos de las Carolinas, etc.5. El trascendentalismo. El dominio cultural se traslada otra vez de Nueva York a Nueva Inglaterra. El término «tras- cendentalista » fue originariamente el apodo aplicado a los deve­tos de la filosofía idealista. Emerson lo definió diciendo que era el idealismo aparecido en Nueva Inglaterra hacia 1840. No es posible dar una definición más exacta, porque el trascendenta­lismo de Nueva Inglaterra no era un sistema capaz de definirse, pues los trascendentalistas sólo estaban de acuerdo en cuanto al espíritu, y no en la creencia. No era nuevo el idealismo en aquella región. Aunque no reconocido del todo, ni llamado por este nombre, existía vigorosamente en el Puritanismo. En el período precedente, como hemos visto, se había producido una verdadera revolución en Harvard College, por la cual se impuso el derecho a la libertad de pensamiento. El trascendentalismo era la supervivencia, bajo las nuevas condiciones de libertad, de la vieja fe, con las modificaciones ejercidas por la filosofía idealista de Kant y otros alemanes. Al principio, sin embargo, la lengua alemana era casi desconocida y se estudiaba a los pen­sadores alemanes a través de las interpretaciones de Coleridge, Carlyle y de escritores franceses. Como el trascendentalismo no no era un sistema, ni siquiera dos trascendentalistas creían exactamente lo mismo. No obstante, estaban de acuerdo en una cosa: en negar el postulado de Locke de que la mente del niño es como una hoja de papel blanco en la que el conocimiento es sólo escrito por la experiencia. Aseguraban, por el contrario, que cada hombre posee ciertas ideas, como, por ejemplo, las del(1) « Bryant and his friends ».El Romanticismo en América 73bien y el mal, que son innatas, que trascienden la experiencia y pueden ser incapaces de prueba intelectual. Esta creencia im­plica una estrecha relación entre cada individuo y la fuente de toda sabiduría, y lleva como corolario que en el dominio de estas ideas innatas, es necesario únicamente mirar con honradez dentro de sí mismo para aprender la verdad. La absurda y antifilosófica aplicación de esta teoría contribuyó muchísimo al descrédito del trascendentalismo. Toda una serie de fanáticos penetraron en el campo trascendentalista y sembraron absurdos : éstos, en consecuencia, quedaron asociados a la nueva escuela. Emerson y sus seguidores localizaron y corporizaron el trascendentalismo en formas de esfuerzo creador, estableciendo sus altares en Con­cord, pequeña y tranquila villa de Massachusetts, la cual, durante más de medio siglo, fue el hogar de poetas y filósofos. De este centro irradiaron las influencias que han llegado a producir los mejores frutos del genio americano. Emerson y sus asociados estaban tan unidos ideológicamente, que el grupo puede llamarse, con propiedad, la Escuela de Concord. El movimiento trascen­dentalista pasó por muchas fases. Empezó con la reacción contra el calvinismo ortodoxo que, bajo la dirección del doctor Chan­ning, se convirtió en Unitarianismo. Desde éste se amplió rápida­mente hasta ser el trascendentalismo de Emerson y la cristian­dad liberal de Theodore Parker. Desarrolló varios esquemas de reforma social, siendo el más importante el experimento de la Granja Brook, dirigido por George Ripley, al cual se asociaron Hawthorne, Curtís y otros espíritus selectos, intentando un plan de vida y pensamiento elevado, basado en el principio comunal. Puede decirse que el movimiento culminó en la agitación anti­esclavista y en la Guerra Civil.Aunque el trascendentalismo es un tema algo oscuro y a pesar de que todos los esfuerzos para aclararlo terminan aumentando la oscuridad, sus características fundamentales pueden reducirse a idealismo, liberalismo, independencia y reforma. Era una pro­testa contra la esclavitud en sus formas física, mental y espiri­tual. Se renunciaba al dogma y a la autoridad, se afirmaban los derechos de la conciencia privada. Había, pues, que partir del ser íntimo, del propio yo. Hacia 1836, cierto número de jóvenes se reunieron bajo esta bandera y fundaron el « Club Trascenden­tal » o « Symposium ». Esos jóvenes eran Emerson, Ripley, Chan­ning, Alcott, Parker, J. F. Clarke, Elizabet Peabody, Margaret Fuller y otros. Se hallaban unidos, sin embargo, sólo en un res­pecto : entusiasmo por un más amplio y mejor vivir y pensar. Estudiaban a Goethe, la filosofía alemana y el Sartor Resurtas, de Carlyle, que Emerson publicó. En 1840 empezó a publicarse el Dial, dirigido por Margaret Fuller y después por Emerson,74 El Romanticismo en Américaque fue durante cuatro años el órgano de los escritores trascen- dentalistas. El aspecto reformista del movimiento también pro­dujo sus excesos, dando nacimiento a una serie de «ismos » más o menos absurdos y fantásticos. Cada nueva teoría nacía con la esperanza de alguna importante revelación. El mesmerismo, la hidropatía, la frenología, tenían sus adeptos. Quiméricos proyec­tos para la regeneración social se discutían en « convenciones ». Alcott renunciaba a comer carne y predicaba lo que Carlyle lla­maba su «evangelio de la patata ». Sin embargo, según decía Emerson, « en cada uno de estos movimientos emergía un buen resultado, una tendencia a la adopción de métodos más simples, y la afirmación de la suficiencia del hombre privado » (1). De hecho, el trascendentalismo no era una filosofía : en sus elemen­tos era una simple y hasta popular guía para una vida mejor. No era una filosofía ni tampoco una religión. Ésta procuraba la salvación eterna; el trascendentalismo, la vida cotidiana, que era un fin en sí mismo. Toda filosofía ha de contener una explicación racional y consistente de los principales problemas del hombre : la naturaleza de Dios, el lugar del hombre en el universo, la ver­dad, el bien y el problema del conocimiento. Es verdad que el trascendentalismo tocaba todos estos puntos, pero ninguno de sus pensadores estableció nada consistente acerca de ellos. Walt Whitman, en parte, poeta del trascendentalismo, dijo una vez : « ¿Que me contradigo a mí mismo? Muy bien ; pues me contra­digo ». La fórmula trust thyself, «confía en tí mismo», era el único punto en que todos los miembros de la escuela estaban de acuerdo. Pero ella ni resumía un sermón ni exponía una filosofía : sólo inculcaba una actitud de la mente. Estrictamente hablando, esta actitud era, en su forma más concreta, una fe implícita en «la inalienable dignidad del hombre». Y esta fe, enunciada por Emerson y vivida por Thoreau y Parker, produjo el más intenso individualismo conocido por el siglo xix. Ni aun Nietzsche, el archiindividualista, sobrepasó a estos hombres, excepto en el vigor de sus frases. En cierto modo, estos hombres de Nueva Inglaterra anticiparon algo de las opiniones alemanas : « El ideal romántico, expresado por el pensamiento liberal, desde Rousseau a Walt Whitman, nunca alcanzó más elevado o extático grado que el logrado por Emerson y su círculo en su doctrina del indi­vidualismo » (2). Los trascendentalistas proclamaron la divinidad del alma humana. Y aun afirmaron que todo lo existente en el universo contenía un fondo divino. « ¿Qué hay de divino en una carga de ladrillos? ¿Qué hay de divino en una barbería?... Mucho. Todo », decía y contestaba Emerson. Esta creencia en la natura-(1) The New England Reformers.(2) Blankenship, Op. cit., pág. 286.El Romanticismo en América 75leza divina del hombre — sustentada por Whitman — pone la última piedra sobre el, individualismo : la doctrina no podía ir más lejos. Y alcanzaban el optimismo, no por la razón, sino por el sentimiento. Decía Whitman :Soy inmortal. Lo sé. Lo siento.La esperanza invade mi corazón con delicia...La esperanza es la luminosa estrella de la noche.El azar no puede tocarme. El Tiempo no puede disminuirme...Y palabras como éstas aparecen constantemente en la obra de Emerson. Hay un elemento místico en todos,los trascendentalis- tas, mostrado de muchas formas, pero sobre todo en la doctrina de las revelaciones del hombre, la Naturaleza y Dios. El trascen- dentalista concebía al hombre como centro y pináculo de todas las cosas creadas. Alrededor suyo, la Naturaleza era el reflejo de la mente de Dios, la corporización del amor divino. Del mismo modo, la mente del hombre contenía y reflejaba la mente y la bondad de Dios. De aquí que el hombre se identificase con Dios y la Naturaleza. La doctrina emersoniana del individualismo, el concepto de la Naturaleza formulado por Thoreau y la identi­ficación consigo mismo, con lo universal de Whitman, se basan en este elemento místico.Ralph Waldo Emerson (1803-1882) fue el más grande y el más representativo de todos los trascendentalistas y el más im­portante de los grandes hombres de letras de Nueva Inglaterra. Nacido en Boston, descendía de una larga línea de clérigos, y su padre también lo era. A los 8 años, quedó huérfano y sin me­dios de fortuna. Asistió a la Escuela de Latín en Boston y después ingresó en Harvard con una beca. No era buen estudiante de matemáticas y sólo notable, pero no brillante, en los demás es­tudios. Le interesaban sobre todo la retórica y la elocución. Sus lecturas eran extensas, pero inconexas. El día de la ceremonia de su graduación, en 1821, leyó un poema, recibiendo el segundo premio en composición inglesa. Se dedicó a la enseñanza durante cuatro años. Fue autorizado para predicar sin examen previo ; así, se hizo pastor de la Old North Church de Boston, la iglesia de los Mather; se casó el mismo año. Las dudas y escrúpulos de su mente al administrar la comunión le llevaron a abandonar su pastorado, en 1832, y a poco dejó también la predicación. Parece que sus sermones eran igualmente atractivos por la belleza de su lenguaje, su honradez y un «indefinible encanto de sencillez y sabiduría ». En 1833 partió al extranjero, viajando por Italia, Francia e Inglaterra. Conoció a Coleridge, a Wordsworth, a Landor y a Carlyle, empezando con éste una duradera amistad. A su regreso, se estableció en Concord y comenzó su carrera76 El Romanticismo en Américacomo conferenciante en los « Lyceums ». Justamente con estas conferencias, después de un lento proceso de condensación y se­lección, formó sus Essays (Ensayos) (1841). Estas conferencias se extendieron hasta Illinois, Wisconsin y los Estados del Sur. En 1836, Emerson publicó anónimamente su primer ensayo im­portante, Nature (Naturaleza), una especie de poema en prosa, tan extraño de pensamiento y lenguaje que pocos lo compren­dieron o sospecharon que habría de producir una revolución inte­lectual. En el mismo año, para celebrar la erección de un monu­mento en honor de la batalla de Concord, escribió Concord Hymn (Himno de Concord); en 1837, el celebrado discurso que marca una época en el pensamiento americano, y leído en Har­vard, The American Scholar (El erudito americano). Dice Lo­vell (1) : «Fue un acontecimiento, sin paralelo precedente en nuestros anales literarios, una escena que ha de atesorarse siempre en la memoria, por su pintoresquismo y su inspiración... ». El discurso era un notable estudio de la Naturaleza, los libros y los hombres, con fines de exaltación espiritual y mental, en con­traste con la absorbente búsqueda de ganancias materiales en que los americanos estaban sumidos, y en favor de una cultura independiente y respetuosa consigo misma. « Hemos escuchado por demasiado tiempo a las cortesanas musas de Europa. El es­píritu del hombre libre americano desconfía ya de ser tímido, imitador, dócil». Era una Declaración de Independencia intelec­tual. Su crítica contra las tendencias materialistas se repitió en 1841, en el discurso titulado The Method of Nature (El método de la Naturaleza), y sus palabras conservan una candente validez en su aplicación a la vida americana de ayer... y de hoy :« Hemos oído demasiadas cosas acerca de los resultados del maquinismo, el comercio y las artes utilitarias... La avaricia, la duda y lo que se sigue son nuestras enfermedades. La rápida riqueza que centenares de personas de la comunidad adquieren en el comercio, o por la incesante expansión de nuestra población, encanta los ojos de todos los demás; la suerte de uno es la esperanza de miles, y los actos de soborno — como la proximidad de una mina de oro — empobrecen la granja, la escuela, la iglesia, la casa y hasta el cuerpo y el rostro del hombre... En tanto que los hombres de la multitud se degradan entre sí y dan circulación a doctri­nas de desconfianza, el estudioso ha de ser un introductor de la esperanza y debe reforzar al hombre contra sí mismo >>.Estos primeros discursos y el ensayo Nature (La Naturaleza) fueron las fuerzas inspiradoras de la literatura trascendentalista : Emerson era un jefe y un profeta. En verdad decía Carlyle : « Eres una nueva era, hombre, en tu enorme país »(2). Las nuevas(1) Emerson the Lecturer.(2) Correspondence of Carlyle and Emerson.El Romanticismo en América 77doctrinas despertaron el asombro conservador y dieron pie a controversias, pero Emerson no tomó en ellas parte personal, porque su misión era « ver lo que puedo y decir lo que veo ». Era un revelador de la verdad, no su defensor. En 1842, la muerte de su primogénito causó a Emerson una gran pena : su memoria está recogida en el bello y patético Threnody (Freno), poema que, en opinión de Holmes (1), posee «la dignidad de Lycidas, sin su frío clasicismo, y con toda la ternura de los versos de Cowper, al recibir el retrato de su madre». En 1847, a instancias de sus amigos de Inglaterra, que querían oírle, pronunció conferen­cias en Edinburgo, Manchester y otras ciudades, contenidas en Representative Men (Hombres representativos) (1850). En esta visita conoció a « George Eliot», la cual escribió a un amigo : « He visto a Emerson, el primer hombre que he visto ». La conse­cuencia literaria de esta visita fue el popular volumen titulado English Traits (Rasgos ingleses) (1856). El dicho de Emerson de que «los grandes hombres tienen biografías cortas », es apli­cable a él mismo. Vivió apartado de las agitaciones del mundo : « Su comercio era con los cielos, desde donde extraía ayuda y consuelo para los hombres»(2). Su vida transcurrió plácida, pura, transparente y radiante. El volumen de sus ensayos, ya men­cionados, contenía algunas de sus piezas más escogidas: History (Historia), Self-Reliance (Confianza en sí mismo), Compensation (Compensación), Love (Amor), Friendship (Amistad) y Heroism (Heroísmo). A la segunda serie, aparecida en 1844, añadió The Conduct of Life (La conducía de la vida) (1860), Society and Soli­tude (Sociedad y soledad) (1870) y Letters and Social Aims (Cartas y propósitos sociales) (1876). El término «ensayo » podría ser el título apropiado de todas sus obras, porque su método es esen­cialmente el mismo en cada volumen. Hasta los poemas — Poems (1847) —son, con frecuencia, la expresión rítmica de las ideas de sus ensayos. En 1871 visitó California y al año siguiente hizo su tercer viaje a Europa. Su último regreso al país fue memorable y triunfal. En 1874 se le honró con el título de Lord Rector de la Universidad de Glasgow.Emerson fue un filósofo entre granjeros, y los granjeros de Concord le honraban y le amaban, aunque no le comprendieran. Con frecuencia sazonaba su filosofía con el sagaz sentido común yanqui, pero carecía de las aptitudes para las cosas prácticas que poseían —y poseen —sus compatriotas. Era una mentalidad in­dividual, pero no un erudito ni un pensador sistemático. Leía mucho. No conocía bien ni a fondo ninguna lengua, ninguna cien­cia, ninguna filosofía. Sus citas de los filósofos germanos y de los(1) «Ralph Waldo Emerson », en American Men of Letters.(2) Abernethy, Op. cit., pág. 174.78 El Romanticismo en Américapoetas orientales podrían hacer creer que le eran familiares, pero, como era usual en sus tiempos, sus,citas se basaban en referencias de segunda mano. Su falta de sistema se advierte en la desorga­nizada estructura de sus conferencias y ensayos, y en su fracaso al no formular ningún sistema o en el clasificar materiales. Su justificación la encuentra en su filosofía, que le enseñaba a mirar dentro de sí a cada momento, sin referencia al pasado. Procedía por introspección, por inspiración, por «posesión », más bien que por proceso raciocinativo. Su filosofía es el idealismo apli­cado a la vida práctica ; sus verdades más altas proceden de in­tuiciones, no de la ciencia. Su pensamiento está bien anclado en el sentido común e irradia evidencias inspiradas e iluminadoras de todas las posibilidades de la vida en el nivel más elevado. Es un místico al mismo tiempo que un hombre de sentido común. Hol­mes le llama, de este modo, « el Buda del Oeste » y « sabio nacido para abrir el secreto de los cielos ». Su tema constante es la omni- presencia de Dios. El alma penetra todas las cosas. « El mundo está saturado de divinidad ». Su actitud mental es optimista, basada siempre en la confianza y en la fe. Dice : « Toda mi filo­sofía, que es muy real, enseña conformidad y optimismo ». El individualismo y la autoconfianza son fundamentales para su teoría de la vida. « Insiste en ti mismo, nunca imites ». A veces, parece distante y frío : «la luz de su pensamiento es más astral que solar » (1). Si su corazón no arde, su alma se purifica y se exalta. Más que crear, estimula. Abernethy añade a este res­pecto : «Sin Concord y sin Emerson, Nueva Inglaterra sería como Grecia sin Atenas y sin Platón ». Sus ensayos son mosaicos de pensamientos, dispuestos sin orden o diseño definitivo, reuni­dos más por la cohesión del espíritu que por la lógica. De sus in­terminables cuadernos de notas extraía la substancia de una con­ferencia o de un ensayo. Sus frases son lacónicas, asociadas más que correlativas, con un tema central. En sus páginas hallamos sentencias aforísticas como éstas : « Engancha tu vagón a una estrella ». « La belleza es el sello de Dios asentado sobre la vir­tud ». «La tarea de cada hombre es conservar su vida ». « Un grande hombre está siempre queriendo ser pequeño ». « La Na­turaleza es amada por cuanto hay en nosotros de más excelente ». «Los hombres son como relojes de Ginebra con rostros de cristal que muestran todo el movimiento ». « La verdad es la cima del ser ; la justicia es su aplicación a las cosas ». « La prudencia es la virtud de los sentidos. Es la ciencia de las apariencias »... Su estilo es epigramático, incisivo, autoritario, nunca oscuro, ex­cepto cuando sirve a objetos nebulosos.(1) Abernethy, Op. cit., pág. 177.El Romanticismo en América 79Como poeta, Emerson, ha merecido las más variadas opinio­nes críticas, basándose en la forma o en el contenido, al definir las esencias de lo poético. Poseía la visión, pero no la facultad divina, y sus limitaciones poéticas se pueden admitir honrada­mente sin detrimento de su dignidad o de su fama. Sus cualidades, como poeta, eran el sentimiento y la exaltación, pero su expresión poética era imperfecta : carecía de habilidad para el manejo de la técnica del verso. Su oído era defectuoso, aunque con frecuen­cia triunfa sobre sus defectos. Advertimos, por ejemplo, que los mejores pasajes de sus poemas corresponden a pensamientos pro­fundos ; esto ilustra su propio principio de que «los grandes pen­samientos garantizan la expresión musical». La forma epigra­mática de sus pensamientos no ha sido igualada por ningún poeta americano, excepto acaso por Santayana, también poeta- filósofo ; para ella emplea el octosílabo, su metro favorito. Las limitaciones poéticas de Emerson se advierten tanto en la subs­tancia de su verso como en la forma. Está falto de calor humano, excepto en los profundos tonos de Freno y en los poemas patrióti­cos : hay escasa pasión o emoción, escasa alegría o dolor. Todo es sosegado, filosófico, sublime. Tal poesía mueve el intelecto, pero no el corazón. Su atmósfera es clara y helada : un paisaje de invierno. El poeta mismo es una vaga e intangible figura; alguna vez, el lector le advierte en las estrellas... Sólo cuando se pone en contacto con la Naturaleza parece familiar a sus seme­jantes. Pero no la siente como Keats o Shelley, ni como Words­worth... En realidad, es una impertinencia discutir los límites de un genio que se expresó fuera de reglas y fórmulas. Su poesía es original y auténtica; su mensaje al alma es verdadero, y no im­porta que, en conjunto, sea sobrepasada por su prosa. « En ciertos aspectos, él ha ido más allá que otros. Ha ido más allá del símbolo que la cosa significaba. Ha vaciado las formas poéticas de su significación y ha hecho poesía de eso... Parece pertenecer a otra raza, a otros climas y condiciones. Es grande en una dirección : hacia lo alto...» (1).Otra característica de Emerson es su notable espíritu de tole­rancia : hasta era tolerante con aquellos que no podían tolerar nada. No había en él ni un ápice de egotismo. Por el contrario, apoyó siempre la doctrina de la hermandad de todos los hombres. Y es acaso el primer escritor americano que habla del « hombre de la calle ».Su idealismo es casi una cualidad heroica, sobre todo si se piensa que Emerson era americano : cada poema, cada ensayo, cada frase y cada verso parecen volatilizarse individualmente(1) John Burroughs, Birds and Poets, pág. 199.80 El Romanticismo en Américaen una aspiración hacia lo ideal. Emerson es un discípulo puro de Platón, nacido por arte de gracia en Massachusetts : participa de la convicción platónica de que las intuiciones verdaderas se justifican y se prueban por sí mismas. Pero sus ideas, en el fondo, no tenían nada de nuevo : eran guijarros de viejos pensamientos, abandonados por las primeras corrientes de la inteligencia del hombre. Su platonismo lo había absorbido a través de los ale­manes y de Coleridge.Carecía de aptitudes sociales y de interés social. La Huma­nidad, en conjunto, le interesaba superficialmente : consideraba al individuo en sí, como si pudiera estar separado de sus rela­ciones sociales.Ante sus ensayos, el espíritu crítico desaparece. ¿Por qué? Porque nos hallamos en el dominio de la intuición. Cada frase estimula el pensamiento ; para comprenderla, hay que sobre­pasar su sentido. A través del velo de los pensamientos, se per­cibe el mundo de los principios.Ningún hombre en la literatura americana ha sido más di­versamente apreciado que Emerson. Para unos es el predicador de un muerto ideal romántico; para otros, el eterno expositor, siempre inspirado, del individualismo. Probablemente sólo una de sus propias doctrinas nunca fue contradicha por Emerson : la divina autosuficiencia del individuo. Por fidelidad a ella, Emerson llena sus páginas de contradicciones : su objetivo era decir, cada día, su verdad. Si esta verdad variaba y forzaba al escritor a la inconsistencia, tanto peor para la consistencia. Su actitud era semejante, en esto, a la de Unamuno. Nunca violó esta regla : el derecho y el deber de vivir su vida propia y de ex­presar sus propios pensamientos.Aunque se ha afirmado lo contrario, Emerson era un gran demócrata. Para él, la democracia tenía su raíz en la sagrada verdad de que cada hombre posee en sí la razón divina y que todos los hombres son capaces de vivir de acuerdo con los dictados de la razón, en igualdad perfecta. También fue un vigoroso defensor de la abolición de la esclavitud, pero no hombre de acción. Como Whitman, creía que cada hombre era divino y digno de divinos honores.Para nosotros, la obra maestra de Emerson acaso sean sus Journals (Diarios), publicados en 1909-1914 : en ellos no le con­turban los problemas estructurales, pues habla consigo mismo ; hay menos paradojas, menos epigramas y poco misticismo, más concreción, más penetración y más humor.Henry David Thoreau (1817-1862) es el segundo trascen- dentalista en importancia,literaria. « El poeta naturalista » nació en Concord, Massachusetts, y allí vivió su extraña vida hasta elEl río Mississippi, no es tan sólo el río más largo del mundo, sino que además es tema predilecto de poetas, novelistas y músicos del gran Estado americano. Los inmensos algodonales, los extensos tabacales, los grandes barcos fluviales y las melancólicas canciones de los negros, han llegado a menudo a nuestros ojos y oídos a través de las pantallas cinematográficasNueva York a principios del siglo xvrn. Desde que los holandeses, en 1612, fundaron Nueva Amsterdam, en la isla de Manhattan, hasta hoy, la inmensa metrópoli ha sufrido la más extraordinaria metamorfosisPág. 80Washington Irving James Fenimore CooperWilliam Cullen Bryant Ralph Waldo EmersonEl Romanticismo en América 81fin. Como su nombre lo indica, su remota ascendencia era fran­cesa, aunque él era un yanqui auténtico. Se graduó en Harvard en 1837, sin distinción alguna, aunque con aprovechamiento en griego, lo cual le permitió traducir el Prometeo encadenado, de Esquilo, en los últimos años de su vida. Se dedicó a la enseñanza por un corto tiempo ; después, a la fabricación de lápices — in­dustria del padre—y cuando consiguió hacer un lápiz mejor que el entonces en uso, sorprendió a sus amigos con la declara­ción de que no volvería a fabricar lápices : « No querría volver a hacer lo que ya he hecho una vez ». No le atraía hacer fortuna de este modo. Leer y estudiar libremente eran las únicas ocupa­ciones que le satisfacían y por ellas renunció al mundo, prefi­riendo, a la sociedad de los hombres, « esa gloriosa sociedad lla­mada soledad ». Consideraba que seis semanas al año de trabajo remunerado, eran bastante para subvenir a sus sencillas necesi­dades. Era un hábil carpintero, jardinero, agrónomo y los gran­jeros vecinos aprendieron a respetar los conocimientos del excén­trico recluso con respecto a sus campos, como muy superiores a los propios. Daba frecuentes conferencias en el Ateneo de Con­cord y alguna vez en otras partes. El pequeño mundo de su ciudad natal era suficiente para él, y prefería quedarse allí que explorar el mundo. Decía : « Contemplar un halcón en los prados de Con­cord es más digno para mí que la entrada de los aliados en París ». El río Concord era tan interesante como el Mississipí o el Ama­zonas. El primer volumen que publicó — A Week on the Concord and Merrimac Rivers (Una semana en los ríos Concord y Merri­mac) (1849) —, describe una excursión hecha con sus amigos en un bote construido por él mismo. Sus excursiones a los bosques de Maine y Canadá y a las lagunas saladas de Cape Cod le pro­veyeron de materiales para las obras siguientes : Maine Woods (Los bosques de Maine) (1864), Cape Code (Cabo Code) (1865) y A Yankee in Canada (Un yanqui en Canadá) (1866). En 1845 se construyó con sus propias manos una cabaña junto a Walden Pond: esta vida de ermitaño —dos años —-aparece descrita en el más popular y encantador de sus libros, en Walden or Life in the Woods (Walden, o la vida en los bosques) (1). Contribuyó al Dial y otras revistas ilustradas con un corto número de ensayos que han sido publicados posteriormente con otros escritos. Desde 1837 hasta su muerte, Thoreau llevó un dia­rio en el que iba anotando sus pensamientos, sentimientos y estudios y sus experiencias cotidianas : de él se ha obtenido material para varios volúmenes postumos. Fuera de algún(1) El lugar de la cabaña está señalado ahora por un túmulo de piedras recogidas en los campos vecinos y al cual cada devoto peregrino añade la suya en homenaje.6. Zardoya : Literatura norteamericana.82 El Romanticismo en Américaensayo o poema circunstancial, Thoreau publicó sólo las dos obras citadas : Una semana en los ríos Concord y Merrimac y Walden. Casi toda la edición de la primera le fue devuelta por el editor. Thoreau dijo : «Ahora tengo una biblioteca de casi 900 volúmenes, de los cuales yo mismo he escrito unos 700 ». La fama le era indiferente y no necesitaba el interés del público ni la simpatía privada para animarse a trabajar. Tenía pocos amigos ; los animales y los indios eran mejores compañeros para él que los hombres cultos, porque estaban más cerca del corazón de la Naturaleza. Emerson fue su maestro y su más íntimo amigo, y escribió bajo la inspiración de su pensamiento. Aunque, en apariencia, Thoreau no simpatizaba con la sociedad humana, fue uno de los primeros que abogó valientemente por la liberación de los esclavos negros. Era tan obstinadamente independiente en sus actos y convicciones como la Naturaleza misma. Amaba los senderos, los robles, las tormentas, las lluvias : gustaba de la vida en plena naturaleza y su entusiasmo es tan auténtico que los lectores se ven obligados a sentir de igual modo, por ejemplo, ante su ensayo Wild Apples (Manzanas silvestres). Sólo en años recientes se ha descubierto el valor de Thoreau. El secreto de su fuerza reside en su amor y pormenorizado conocimiento de la Naturaleza, expresados con idealismo. Era un naturalista, pero no un científico. Jamás usaba la trampa ni la escopeta : poseía una especie de misteriosa afinidad con el mundo animal. La piel del zorro le protegía, las ardillas le suministraban sus vestidos y, aunque los hombres le consideraban frío y desagradable, los niños gozaban de su compañía. Todos los objetos vivientes le entre­gaban sus secretos, a los cuales parecía tener derecho. Poseía la sensibilidad del poeta para cada sonido, para cada paisaje hermoso y, en ocasiones, podía expresar en verso sus sentimientos. Alguna vez, como en su poema Smoke (Humo), muestra una ex­presión clásica feliz, tan exquisita como la de los griegos. Emerson juzgaba su poesía de este modo : «El tomillo y la mejorana no son miel todavía». Aunque su prosa está llena de substancia poética, su mente no se sometía fácilmente a las restricciones del verso. Él mismo sintetizó sus cualidades generales : « La verdad es que yo soy un místico, un trascendentalista y un filósofo na­tural hasta los pies ». Lowell opina de él, como escritor: « Su campo era estrecho, pero ser un maestro es ser un maestro. Había adquirido su inglés en un manantial vivido, entre los poetas y escritores de los mejores tiempos... Sus citas son siempre pepitas del más puro oro ; hay frases suyas tan perfectas como ninguna otra en la lengua, y pensamientos que no han sido nunca tan claramente cristalizados ; sus metáforas e imágenes son frescas,El Romanticismo en América 83proceden siempre del suelo...»(1). Observaba la Naturaleza con sentido microscópico. Un sendero, una montaña, un arroyo, un bosque era un mundo ideal para él.Gran lector, conocía a los poetas griegos y llevó a cabo cuida­dosas traducciones de algunos. Como otros trascendentalistas, también leyó escritos orientales. Y, asimismo, mucha literatura inglesa : un biógrafo cuenta cien autores en las citas de un solo libro. Los títulos de sus obras indican ya su carácter de escritor : Excursions (Excursiones), Maine Woods (Los bosques de Maine), A Yankee in Canada (Un yanqui en Canadá)... Son, en su mayor parte, descripciones de la Naturaleza combinadas con discusiones del autor acerca de la filosofía de la vida. Sus versos nacieron, por lo general, en sus años juveniles : hay, entre ellos, pareados y cuartetos verdaderamente hermosos, pero su gusto es discutible.Sus contemporáneos no quisieron tomarle en serio ni comprar sus libros, pero las últimas generaciones han coleccionado y pu­blicado sus escritos, aumentando su fama incesantemente. Sus excentricidades han sido olvidadas y se reconoce que si Emerson predicó el individualismo trascendentalista, Thoreau vivió aquel evangelio. Aquél enseñaba la disconformidad ; Thoreau puso en práctica su lección, rehusando conformarse a ninguna institución que le desagradase. Emerson aconsejaba una vida en contacto con la Naturaleza ; Thoreau vivió solo en medio de ella, hasta que se,sintió satisfecho de haber realizado la teoría de su amigo en vida. Si los trascendentalistas de Concord dieron las direc­trices para llevar una buena vida, Thoreau, con evidente prac- ticismo yanqui, vivió de acuerdo con tales directrices. Su dis­conformismo fue total: no se ligó a ninguna profesión, no se casó, nunca fue a la iglesia, nunca votó, rehusó pagar impuestos al Estado, no bebía vino, nunca fumó... Sin embargo, en sus obras también hay afirmaciones: hizo de la vida lo que deseaba y murió satisfecho, siempre vivió en paz y feliz consigo mismo. A la postre, deducimos que toda la vida de Thoreau fue una con­tinua afirmación. Con una vida ascética y con su renunciación a materialismos y vanidades, logró la felicidad.Cuéntase de él la siguiente anécdota : Como no quiso pagar impuestos al Gobierno, le llevaron a la cárcel. Emerson fue a visi­tarle en la prisión y le preguntó: «Henry, ¿por qué estás aquí?». La rápida respuesta del preso fue : « Waldo, ¿por qué no estás aquí?». Si la historia es verdadera, a buen seguro que Emerson debió de sentirse perplejo y sin saber cómo responderle adecuada­mente. Después de este episodio, Thoreau escribió On the Duty of Civil Disobedience (Acerca de la desobediencia civil), obra de(1) Prose Works, vol. I.84 El Romanticismo en Américaexplícito anarquismo filosófico, de un radicalismo total. Por ello, los comentadores de Thoreau se han olvidado siempre de men­cionar este ensayo. Omisión inexcusable, porque el ensayo re­presenta la última piedra en la obra de Thoreau y en toda su filo­sofía. Si Emerson había sido un pensador original, Thoreau fue un hombre de acción original. Y hay que reconocer, desde luego, que el pensamiento social de éste, era más avanzado que el de Emerson. Éste mismo escribía : «Thoreau me da en carne y sangre... mi propia ética ».Thoreau fue ejemplo vivo del individualismo supremo : nunca quiso imponer sus puntos de vista a los demás. Sólo decía : «Si el zapato te está bien, úsalo ». Fue un hombre afortunado : gustó la vida a su sabor y murió reconciliado con la vida y con la muerte. Thoreau representa los días más áureos del Romanti­cismo en América.Hay críticos que le han llamado « poseur », « hombre descon­certante ». Sin embargo, Emerson publicó sus cartas, presentán­dolas como «la más perfecta obra de estoicismo ». Otros le han considerado como un filósofo paradójico, porque decía cosas como éstas : «La iglesia deforma el paisaje ».En Walden encontramos párrafos como éstos : «Mi Genio Bueno parecía decirme : ve a pescar y a cazar, más lejos día por día, más y más lejos... Levántate libre de cuidados desde el alba y busca aventuras. Deja que la luna te encuentre junto a otros lagos... Goza de la tierra, pero no te la apropies...». ¡Cuánta poesía como ésta hay en Walden, el mejor libro de Thoreau! Quería vi­vir en los bosques una vida «auténtica». Lo demás era no vivir. Poseía una fe rousseauniana en la vida y era escéptico con res­pecto al progreso por considerarlo antinatural. La más alta civi­lización significa, para Thoreau, un grado más alto de autodes- arrollo. Su posición frente al Estado era una cuestión moral, pues decía : « Si la ley es de tal naturaleza que te exige ser un agente de la injusticia, entonces, yo digo : rompe la ley ». Era natural para Thoreau hablar y actuar así. Quería independencia y profundidad. Es interesante descubrir en sus Diarios pasajes que parecen haber sido escritos hace sesenta días y no sesenta años. Los sentidos —ojos, nariz, dedos... —son sus instrumen­tos de precisión, sus comprobaciones químicas : « Mi vida era un éxtasis ». Su importancia para nosotros es que la sabiduría, la nobleza, las cosas del espíritu, existen para recompensar al hombre y hacerle verdadera y completamente feliz : sin ellas la vida es demasiado trivial para ser vivida. He aquí la lección que nos da la vida y la obra de Thoreau.Lewisohn opina que si Thoreau se retiró a vivir en la soledad de la Naturaleza fue a causa de que carecía de apetitos y pasio-El Romanticismo en América 85nes, de que desconocía la tentación. Y se pregunta, después: «¿En dónde, pues, las renunciaciones? ». Y, según él, a causa de que Thoreau « debía de ser impotente ». Así, por esta tara física ex­plica su anarquismo filosófico : el hombre puede vivir en los bos­ques si no tiene pasiones, afectos y humanos cuidados y solici­tudes, si no desea a la mujer ni lograr una posteridad. Lewisohn añade que esto no quiere decir que Thoreau no sea admirable en sí mismo :« Hay algo elevado y severo, como una pasión mate­mática, en él y en su vida. Su sencillez y valor poseen un oscuro y frío « pathos »... Muere como ha vivido, con un frío y abstracto goce y un frío coraje. No había adquirido ni amor, ni obligaciones en el mundo ; no dejó a nadie ni nada, excepto a sí mismo... Un hombre sólo posible en Nueva Inglaterra... » (1). Sin embargo, nos parece más bien que Thoreau siguió al pie de la letra el consejo horaciano. Su Walden es un libro tónico y alentador, un refugio de belleza y de paz para el hombre que vive en la ciudad llena de humo, ruidosa, fea, multitudinaria.Otros trascendentalistas. Las opiniones«unitarias » empezaron a ser corrientes hacia 1815 y, durante muchos años, se sostuvo una acalorada controversia entre los congregacionalistas ortodoxos y radicales. El unitarianismo no era sólo una fuerza revoluciona­ria y expansiva en teología, sino una fuerza energética en litera­tura, actuando, en esta dirección, con el pensamiento trascenden- talista más radical.William Ellery Channing (1780-1842), discípulo de Samuel Hopkins en Newport, se convirtió en el jefe de los radicales. El sermón que pronunció en Baltimore en 1819, fue considerado « una solemne acusación pública de la teología calvinista ». Afirmó la dignidad de la naturaleza humana, que él creía degradada por las doctrinas del calvinismo; mantuvo los derechos déla razón humana y exaltó la función de la conciencia individual. Aquí hallamos el individualismo y la autoridad espiritual centrada en el yo de las enseñanzas de Emerson. Un intenso amor a la libertad era lo más fundamental de las prédicas y escritos de Channing ; de este modo, se opuso a la esclavitud tanto como al calvinismo. «Estamos hechos para la libre acción. Ésta sola es la vida y entra dentro de todo lo que es bueno y grande », decía. Sus escritos fueron fundamental­mente controversias, pero sus ensayos Life and Character of Napo­leon Bonaparte (Vida y carácter de Napoleón Bonaparte) y The Character and Writings of John Milton (El carácter y las obras de John Milton) son contribuciones permanentes a la literatura y señalan una era en la prosa americana : ninguna obra crítica había aparecido antes en forma tan elaborada, ni en tan excelente estilo, ni tan rica en conocimientos. Su obra fue valiosa, porque mostraba que una cultura indígena empezaba a aparecer en América.Theodore Parker (1810-1860) se halla íntimamente ligado a los trascendentalistas, pero es considerado «heresiarca» entre los unitarios. Fue el más notable predicador de Boston después de Channing. Era un lector omnívoro y un prodigioso trabajador ;(1) The Story of American Literature, New York, 1939, pág. 141.86 El Romanticismo en Américasu arrebatadora elocuencia se vertía en sus sermones, en sus con­ferencias y en su tarea de agitación antiesclavista. Su creencia era un deísmo basado sobre principios trascendentes. Se hizo el jefe del ala radical de la Iglesia, desde entonces conocida como los « Unitarios Parkeristas ». De todas sus obras, reunidas en catorce volúmenes, Historie Americans (Americanos históricos) y Lessons from the World of Matter and the World of Man (Lecciones del mundo de la materia y del mundo del hombre) son las que poseen un interés más permanente. Theodore Parker es una combinación de erudito y hombre práctico. Dice de él Blankenship : «Trascen- dentalista de extrema variedad, podía,expresar las sutilezas de aquella filosofía en palabras de una sola sílaba » (1). Una de las grandes contribuciones de Parker a la vida de su época fue la traducción de los problemas sociales y políticos corrientes en tér­minos de la justicia divina. Ninguna persona de su tiempo com­prendió mejor que el gran predicador las causas reales de la acción política. Tales opiniones le hicieron una de las figuras más impo­pulares de su época, a pesar de ser el último predicador americano de importancia nacional.Margaret Fuller (1810-1850) ha sido considerada general­mente como el modelo original de la Zenobia de Hawthorne, y ha tenido una fama desproporcionada con el valor de sus libros. Fue la primera que estableció el derecho de la mujer a equipararse intelectualmente al hombre. Editó el Dial, el órgano del trascen- dentalismo, dio brillantes conferencias en Boston y luchó dentro de los movimientos de la época — temperancia (uso moderado de las bebidas), antiesclavismo y más elevada educación para la mujer —. En 1846 fue a Italia y ayudó a Mazzini en su revolución. Se casó con el marqués de Ossoli. Al regresar se ahogó con su esposo e hijo, sin llegar a ver su tierra nativa. Los libros escritos sobre esta interesante mujer son ahora más interesantes que sus propios escritos, aunque su obra Woman in the Nineteenth Century (La mujer en el siglo XIX) (1845) es un jalón valioso en la historia del progreso de la mujer americana. El grupo de Concord la aceptó como igual a Emerson, Thoreau y Alcott.El más visionario y místico del grupo de Concord fue Amos Bronson Alcott (1799-1888), autor de los Orphic Sayings (Dichos órficos). Maestro de una escuela de Boston, renunció a la alimenta­ción animal, trabajó en el campo para probar la dignidad de tales faenas y vivió para exaltar la pura vida del alma. Sus Tablets (Tablas), Concord Days (Días de Concord) y Sonnets and Can­zonets (Sonetos y chanzonetas) contienen toda su sabiduría y con­cepto de la belleza. Su influencia fue « atmosférica », emanación de su benigno rostro y pura vida. En su escuela implantó métodos revolucionarios : uso del sistema del honor, embellecimiento de la clase y casi abolición completa del castigo corporal entonces en uso. Las lecciones elementales de fisiología y la admisión de un niño negro hizo que se retiraran los dos tercios de los alumnos. Después intervino en el famoso experimento comunista de Fruit- lands : fundó su comunidad sobre bases estrictamente vegetarianas. Fue caracterizado por Emerson como un « arcángel tedioso ».Louisa May Alcott (1832-1888) ejerció la tarea de guardar el equilibrio entre la práctica y el ideal. A los 17 años intentó enseñar, coser y escribir historias para los periódicos. Compuso su primer libro •—• Flower Fables (Fábulas de la flor) —, a los(1) Op. cit., pág. 316.El Romanticismo en América 8716 años, para los hijos de Emerson y sus propias hermanas. Fue enfermera del ejército y con sus experiencias redactó sus Hospital Sketches (Apuntes del Hospital). Obtuvo fama con Little Woman. (Mujercita) y su secuela Little Men (Hombrecitos). Éstos y otros cuentos juveniles se basan en la vida de su familia e hicieron de ella el escritor más popular para niños de su generación. Su estilo es descuidado y vulgar, pero posee el encanto de la frescura, de la naturalidad, del humor, que provoca la simpatía de los jóvenes y es un evangelio del trabajo y de la vida sencilla.Poetas menores traseendentalistas: Entre otros poetas afectos por la influencia de Concord, se hallan Jones Very (1813-1880), una especie de monje y místico unitario cuyos Essays and Poems (Ensayos y poemas) (1839) contienen una serie de sonetos no­tables por su clara espiritualidad y delicada concepción. Entre los Brook Farmers se hallaba Christopher Pearse Cranch (1813- 1892), cuyos Poems (Poemas), Translation of the Eneid (Traducción de la Eneida) y Ariel and Caliban (Ariel y Calibán) aún dan honor a su nombre. Los lectores del Dial esperaban grandes cosas de William Ellery Channing (1818-1901), sobrino del ya citado, y de cuyos versos decía Carlyle que « eran dignos en verdad de leerse ». Asociada con el grupo se hallaba Helen Hunt Jackson («H. H.») (1831-1885), cuya poesía, Life of Maryaret Fuller (Vida de Margarita Fuller), según Higginson, sólo encuentra rival en la de Emily Dickinson. Es mejor conocida, sin embargo, por A Cen­tury of Dishonour (Un siglo de deshonor) y su vigorosa novela Ra­mona (1884). Otro trascendentalista fue Edward Roland Sill (1841-1887), erudito e idealista, cuyos dos volúmenes de versos contienen una filosofía —expresada a menudo con gran belleza — que afirma el triunfo del espíritu sobre la carne.6. Los novelistas. Dos nombres llenan la novela de la época : Nathaniel Hawthorne y Herman Melville. Hay que hacer constar que este último, a pesar de ser el más grande de los dos, fue casi rechazado por completo durante su época.Nathaniel Hawthorne (1804-1864) aparece al lado de los traseendentalistas, pero no es uno de ellos. Nació en Salem. Al­gunos de sus antepasados, habían dejado recuerdo, a través de varias generaciones, por sus vigorosas cualidades: uno había per­seguido a los cuáqueros; otro condenaba a las brujas; su abuelo era el « calvo Hawthorne » de la balada revolucionaria ; su padre fue capitán y murió en Sudamérica en 1808. Pero el escritor era muy distinto de sus ascendientes ; era un soñador que decía: «Los fuertes rasgos de la naturaleza de ellos se han entretejido con los míos ». A los 12 años fue con su madre a Raymond, Maine, donde, durante un año, «vivió como un pájaro del aire, tan per­fecta era la felicidad de que gozaba ». Le gustaba errar por los bosques y permanecer hasta medianoche completamente solo en el lago Sebago, « con las profundas sombras de las heladas colinas en cada mano ». « Aquí — declaraba más tarde — adquirí por primera vez mi continuado hábito de soledad ». Se graduó en Bowdoin College en 1825. Longfellow fue su condiscípulo. Sus88 El Romanticismo en Américacompañeros le llamaban « Oberon », porque poseía un buen físico, era fuerte, erguido, con una grande y bien modelada cabeza y hermosos ojos... No se distinguió como « scholar », aunque devo­raba los libros, siguiendo los caprichos de su fantasía. Antes de su graduación, publicó Fanshawe, una narración de la vida del colegio que después suprimió en cuanto descubrió su torpeza. Durante 14 años, Hawthorne vivió recluido en su propia casa, extraño por completo a su ciudad. Raras veces se le veía de día, pero le gustaba pasear solo a altas horas de la noche por las viejas calles o por la costa, a la luz de la luna. Encerrado en su cuarto, leía y estudiaba, escribía y quemaba sus manuscritos, y volvía a escribir. Fue un período de rígida autodisciplina, en el cual se elaboraron las cualidades de su genio. Algunos de sus cuentos habían aparecido en los «magazines »; en 1837 recogió estos pri­meros trabajos en el volumen Twice-Told Tales (Cuentos contados dos veces). Fue generosamente alabado por Longfellow y Poe, los cuales reconocían su vigor de cuentista y predecían su fama. Había atraído el amistoso interés de Bancroft, el historiador, y, por mediación suya, consiguió un puesto en la Aduana de Boston, de cuya tiranía escapó a los cuatro años. Pasó el año siguiente con la comunidad de la Granja Brook, deseando hallar en este experimento casi comunista las condiciones favorables para una vida, si no ideal, confortable. Se estaba preparando para el acon­tecimiento más importante de su vida : su casamiento con Sofía Peabody, mujer exquisita y cultivada. El experimento agrario «trascendental » fue una costosa desilusión, y en 1842 abandonó su visionaria Arcadia, se casó y se estableció en « Old Manse», el antiguo curato de Concord. Aquí, durante tres años, se dedicó a la literatura y «a la felicidad ». Aquí nació Mosses from an Old Manse (Musgos de una vieja casa) (1846), cuya introducción es,un encantador capítulo autobiográfico, pieza idílica que un crítico considera «la más suavemente matizada y exquisita obra de su pluma » (1). Los editores pagaban poco y lentamente : la feliz pareja gustó de « algunos de los incon­venientes de la pobreza ». Hawthorne aceptó, el puesto de ins­pector de aduanas en Salem, que perdió, en 1849, por un cam­bio de administración en Washington, volviendo a su trabajo literario. Es de notar que Hawthorne no escribía nada en estos períodos de trabajo oficial, excepto cuadernos de notas y dia­rios. Su genio, delicadamente organizado, no podía crear some­tido a las restricciones de tales deberes administrativos: requería largos intervalos de meditación ininterrumpida. Volvió a trabajar en su novela The Scarlet Letter (La letra escarlata), que se pu-(1) Curtis, Literary and Social Essays, 3.a serie.El Romanticismo en América 89blicó en 1850. El éxito fue inmediato y entusiástico, quedando establecida su reputación. Al fin, había producido América una obra imaginativa del más alto orden y genuinamente americana al mismo tiempo. De 1850 a 1853 fueron los años más prolíficos de Hawthorne. Escribió The. House of Seven Gables (La casa de los siete aleros) y Wonder Book (Libro de las maravillas para niños y niñas). En 1852 volvió a Concord ; se instaló en una casa antigua y el mismo año apareció Blithedale Romance, «la más luminosa, la más vivida de sus ficciones ». Fue enviado como cónsul a Liverpool; pasó siete años en el extranjero, los últimos de ellos en Italia. En Florencia habitó una villa retirada que miraba a la ciudad, a la que hizo referencia en The Marble Faun (El fauno de mármol) (I860), y este mismo año volvió a América. De nuevo en Concord, terminó Our Old House (Nuestra vieja casa) (o patria), hecha con notas tomadas en Inglaterra. La Guerra Civil deprimió su fuerza creadora al mismo tiempo que su salud física. Empezó dos novelas que no llegó a acabar.Su vida fue pura, bella, feliz, aunque exteriormente pare­ciera austera y melancólica. Era un temperamento sensitivo y fácilmente impresionable. Tendía a la soledad y al silencio, ayu­dado por sus hábitos de estudio y la insociable vida de su familia. Amaba a los niños con pasión y escribió cuentos para ellos que han sido clásicos desde el día de su publicación.Es difícil intentar el análisis del arte de Hawthorne, a quien Abernethy llama « supremo artista » (1). Su obra carece de jalo­nes para trazar su proceso. Algunas cosas, sin embargo, son obvias : su mente trabaja con más naturalidad en el dominio de lo ideal y lo espiritual, aunque, con todos, es un obser­vador tan minucioso como cualquier realista que rindiera culto a Balzac. Este fino equilibrio entre lo ideal y lo real es una de las principales características de su genio. Su pensamiento tiende con facilidad al simbolismo, a la alegoría, al apólogo, pero su forma no es nunca rígida ni mecánica, y siempre mantiene su obra dentro de los límites de lo bello. Nada hay en él de extra­vagante, ni de vulgar, ni de sensacional. Su lenguaje es selecto. Sin afectación alguna, lleva a la prosa la gracia y el ritmo de la poesía. Field acierta al decir que sus escritos «nunca manchan la mente del lector con una imagen desagradable » (2). Su estilo es encantador y, aunque parece ser un don natural, el propio Hawthorne declaraba que era « el resultado de una gran prác­tica ». Consciente de sí mismo desde sus primeros cuentos, en las obras más extensas se hizo rico, libre y espontáneo, llegando a(1) Op. cit., pág. 196.(2) Yesterday with authors.90 El Romanticismo en Américatransmitir los más delicados matices de pensamiento y senti­miento con maravillosa precisión.El tema que siempre preocupa a Hawthorne es el problema del pecado, herencia, sin duda, de sus antecesores. Sin embargo, aunque no simpatizaba con los puritanos, aquel interés y preocu­pación le dominaban : la conciencia de Nueva Inglaterra había cautivado su imaginación. Así, Lowell le llama « el involuntario poeta del puritanismo » (1). Hawthorne transforma el ambiente que le rodea en ficciones bellas e interesantes. Por el mágico toque de su fantasía inviste a la difícil historia de Nueva Inglaterra de un misterio romántico. Por esto, sus narraciones son, mejor que novelas, lo que en Norteamérica se llama « romance ». En ellas, Hawthorne cuida menos el argumento y la acción, y más la atmósfera, el sentimiento y la silenciosa desnudez de las almas.Sus cuentos. Las narraciones de Twice-Told Tales (Cuentos contados dos veces) (1837) y Mosses from an Old Manse (Musgos de una vieja Casa Rectoral) (1846) son de tres clases : cuentos alegóricos —Rappaccini’s Daughter (La hija de Rappaccini) —, cuentos de fantasía pura — The Snow Image (La figura de nieve) y The Great Carbuncle (El gran carbunco) —•; cuentos históri­cos —-mitos y misterios del viejo Massachusetts —, tales como The Grag Champion (El campeón gris) y Legends of Province House (Las leyendas de Province House) ; graciosos y pequeños apuntes de escenas reales, como Main Street (Calle Mayor) y The Village Unele (El tío de la aldea). En estas primeras obras encontramos ya todas las cualidades distintivas de Hawthorne en cuanto a estilo y tema ; pero la acabada perfección no se ha alcanzado aún. La mejor crítica que se ha hecho de estos cuentos, procede del propio Hawthorne : « Poseen el pálido tono de las flores que se abrieron en una sombra demasiado retirada ». No hay bastante carne y sangre real en ellos.Sus grandes novelas. Se considera que The Scarlet Letter (La letra escarlata) es su mejor novela. (Esta letra es la A, la primera de la palabra « adúltera», que ha de llevar Ester Prynne en el pecho, marcada a fuego, por haber dado a luz un niño, ausente su marido del hogar desde hace largos años. El amante, cuyo nombre se obstina Ester en no revelar, es el pastor Dimmesdale, el cual sucumbe ante su propia culpa y ante el marido, que re­gresa disfrazado.) La clara visión de las pasiones elementales de la naturaleza humana, su fuerza para calar hasta lo más pro­fundo del corazón y del alma, es enorme. El análisis es tan de­tallado como un experimento psicológico. La letra llameante, que simboliza la vergüenza de Ester, se graba en la conciencia del(1) Fable for critics.El Romanticismo en América 91lector casi tan inexorablemente como en el pecho del culpable Arthur Dimmesdale. La novela pinta la lucha espiritual de cuatro seres humanos contra la rigidez y la superstición. Sin embargo, esta novela, en manos de un novelista como Dostoievsky o Tolstoy o hasta—para descender más bajo—Dickens, habría sido una de las obras más impresionantes de la literatura, tan inolvidable como los sufrimientos de Lear. Pero en las manos de Hawthorne, desgraciadamente, los personajes son sólo figuras pintadas al pastel sobre un fondo sombrío. ¿Por qué? Porque carecen de calor humano, son impersonales. Acaso la tesis de The Scarlet Letter (La letra escarlata) sea : la recompensa del pecado es la muerte. Pero la novela no prueba nada. Ésta no puede analizarse de una manera corriente. El argumento y la acción son mínimos, en el sentido usual de las palabras. Ninguno hace nada. Sin embargo, es un argumento de absorbente interés : los acontecimientos no son físicos, sino psicológicos. El carácter mejor construido, en nuestra opinión, es Ester, la figura central de la obra. Hawthorne pinta dos tipos de mujeres : la mujer pálida y etérea, como Priscilla e Hilda, y las sanguíneas y vivas criaturas, representadas por Ester, Zenobia y Miriam. Dimmes­dale, compañero de Ester en el pecado, es un poco sombrío y mueve a algunos lectores a la piedad. Cullingworth es algo melo­dramático en su psicología. Little Pearl da un toque de color en tan sombrío cuadro y es artísticamente un acierto, aunque se ha apuntado cuán lejos se halla de la verdadera naturaleza de una niña. Los demás caracteres, vistos individualmente o como parte,de la cruel gente puritana, están convenientemente carac­terizados y armonizan con el plan general. Sea o no un trascen- dentalista, Hawthorne procede en esta novela de acuerdo con una teoría trascendental : cada mente puede comprender las obras de toda otra mente. En The House of Seven Gables (La casa de los siete aleros) se presentan las consecuencias del pecado here­ditario. Ésta es la más popular entre sus cuatro novelas grandes, y se halla cerca de la novela de costumbres. Se desarrolla en la vieja Salem. Aunque la atmósfera es otoñal, hay brillantez en ella, variedad e interés humano, humor y vigorosa caracteriza­ción. The Blithedale Romance es un espléndido memorial del experimento de la Granja Brook. Con la imaginación libre de toda cortapisa histórica, Hawthorne describe la vida de los re­formadores tal como la vio y la juzgó durante su propia insatis­factoria experiencia entre ellos. Es obra llena de la vida y del paisaje del Nuevo Mundo, con frecuencia idílica en los hermosos cuadros al aire libre. El interés se centra en la bella Zenobia, magnífica creación y uno de los mejores caracteres femeninos de Hawthorne. The Marble Faun (El fauno de mármol) es una no-92 El Romanticismo en Américavela más rica en belleza descriptiva ; tiene como fondo la majes­tad de Roma. La ciudad imperial, con su esplendor en decaden­cia, ejerció sobre Hawthorne una poderosa fascinación que sabe transmitir a sus lectores. Entreverada de bellas descripciones sobre el Arte y la Naturaleza, la línea argumental sostiene el pro­pósito moral del libro. Hawthorne trata en éste el problema del mal en su más amplio y profundo aspecto, buscando una explica­ción a su existencia y a su misterioso poder transformador. Dona­tello es un símbolo de la evolución del alma humana.Junto a Hawthorne, y en el campo de la ficción, la crítica mo­derna coloca a Twain, Henry James y Theodore Dreiser. Pero nadie se ha atrevido a colocarle al lado de Fielding, Tackeray, Hardy y Conrad, porque tiene serios y obvios defectos : falta de interés humano por las cosas de la vida y de la gente. Su alegorismo y simbolismo son la causa de ello. Además, a despecho de su interés por las ideas, la categoría intelectual de Hawthorne no fue amplia ni profunda. Aunque, era demasiado inteligente para no sentir curiosidad por el problema del mal, su mente no era lo bastante poderosa para realizar un estudio profundo del eterno problema. Lo trata como un tema poético, pero no en un plan moralizador; y por esto se salva Hawthorne, que es el único artista de su generación que no pretende ser un pensador. Sólo en un estrecho y especial sentido, Hawthorne fue román­tico : le preocupaban los valores éticos románticos, pero era de­masiado escéptico. Y « el escepticismo temperamental no es capaz de nada, excepto de escepticismo » (1). Hawthorne era, pues, un romántico moderado.Según Lowell, posee «la más rara imaginación creadora del siglo, la más rara, en algunos respecto ideales, desde Shakes­peare ». Rayrd Taylor, por su parte, opina: « Su estilo no es menos límpido que el de Irving, y es más atractivo en cuanto no muestra las proporciones de ningún modelo ni las costumbres de ninguna época anterior... No es sólo americano, aunque ninguna otra raza o época podría haberle producido » (2). Leslie Stephen dice : « Ama lo maravilloso, no en el sentido vulgar de la palabra, sino como símbolo de la perplejidad que experimenta cada hombre meditativo en su viaje por la vida... »(3). Hutton examina su método literario : « Sus caracteres son reales y están delineados de un modo definitivo, pero todos están vistos a una luz — la luz contemplativa de la idea particular que ha flotado delante de él en cada una de sus narraciones —, y son vistos, no completa­mente y en su integridad, como cosas vistas en pleno día, sino(1) Parrington, Op. cit., pág. 373.(2) Essays and Notes, pág. 354.(3) Hours in a Library, 1.a serie.El Romanticismo en América 93como cosas tocadas por la luz de la luna... Sus novelas no son novelas en el sentido ordinario; son situaciones ideales explica­das mediante un minucioso estudio...» (1). Woodberry, por su parte, cree que «el elemento primario en el arte de Hawthorne es la imagen, clara y vividamente captada por el ojo... La imagen así presentada, tiene siempre relación con una idea, algunas veces en un sentido, algunas veces en otro » (2).Herman Melville (1819-1891) ha sufrido en su reputación las más curiosas vicisitudes. Su primer libro alcanzó un conside­rable grado de popularidad, pero cada obra sucesiva fue mere­ciendo menos y menos favor hasta que el escritor se vio obligado a abandonar su carrera literaria para convertirse en un inspector de aduanas. Sin embargo, cuando murió, el público pareció reco­nocer la significación de su obra. Una historia de la literatura americana publicada en 1901 le dedica una frase; otra, diez años más tarde, le confiere tres líneas en el apéndice y da los nombres de cinco de sus obras ; el cuarto volumen de la Cambridge History of American Literature (1918) le otorga tres páginas y una cuidada bibliografía. El centenario de su nacimiento despertó gran interés por el hombre, y en 1941 apareció su primera biografía, obra admirable de Raymond Weaver. Desde entonces, Melville ha sido tema de innumerables artículos y estudios biográficos y críticos. Lewis Mumford, en su Herman Melville, declara que este escritor comparte con Walt Whitman la distinción de ser « el más grande escritor imaginativo que ha producido América : su obra épica, Moby Dick, es uno de los monumentos supremos de la lengua inglesa; y en profundidad de expresión y alcance religioso, difí­cilmente hay alguien en el siglo xix, con la sola excepción de Dostoievsky, que se pueda colocar a su lado ». Así, en el corto espacio de treinta años, la reputación de Melville ha surgido de la más completa oscuridad hasta un plano de igualdad con los más grandes escritores de todos los tiempos. Y, aunque la cosa parece excesiva, Mumford se atreve a situar Moby Dick al lado de La Divina Comedia, Hamlet, Los hermanos Karamazov y La guerra y la paz. El desvío de América hacia Melville en los pri­meros tiempos se explica porque le consideraba un misántropo que odiaba a la Humanidad, repudiaba la sociedad y atacaba las instituciones más reverenciadas. Melville tenía también una Utopía suya, una tierra de olvido, pero cometió el fatal error de visitar esta tierra en persona. Los mares del Sur eran la Uto­pía de Melville, pero una estancia de cuatro meses en el tro­pical Taipí produjeron en el visitante sólo un insuperable deseo de huir de allí. Todas las utopías fueron sometidas a la crítica(1) Literary Essays.(2) Nathaniel Hawthorne. How to know him, Indianápolís, 1918.94 El Romanticismo en Américapor Melville. Como Hawthorne, Melville se sentía preocupado por el problema del mal, en su origen, significación y destino final. Esta cuestión es enjuiciada principalmente en su gran libro Moby Dick. Así como Hawthorne examinaba el problema dentro de las sombras del pasado, Melville sitúa el asunto dentro de la civi­lización contemporánea. El romanticismo de Hawthorne le guar­daba de ofender a muchos lectores ; el realismo de Melville, en cambio, ofendió a muchísimos. Otra causa de su impopularidad inicial fue la relativa oscuridad de algunas de sus obras : el mismo Moby Dick no es tan claro como el cristal.Melville nació en Nueva York. Era hijo de una antigua y dis­tinguida familia. Quedó huérfano de padre a los 13 años y no pudo recibir una educación ni adecuada ni suficiente. Los pri­meros años de su vida aparecen narrados en Redburn (1849), aunque el lector no sabe si toda la amargura que había en el corazón de Wellingborough Redburn, residía realmente en el corazón del joven Melville. Después de un viaje a Liverpool en 1837, desempeñó diversas ocupaciones hasta embarcar como marinero, en 1841, en el «Acushnet», inmortalizado,en Moby Dick con el nombre de « Pequod ». Cuatro años más tarde volvió el ballenero, cargado de aceite, pero Melville no formaba parte de su tripulación : había desertado en las Islas Marquesas, en el sur del Pacífico. Él y un camarada fueron a parar al hermoso valle de Taipí. Toda la historia es narrada en Moby Dick y a ella remitimos al lector, recomendándole esta deliciosa fuente de in­formación. Los habitantes eran salvajes—Melville temía que fuesen caníbales —, pero sus costumbres eran pacíficas, y habi­taban en un verdadero paraíso. Un ballenero australiano rescató, al fin, a Melville, el cual llegó a Tahiti, en donde tuvo algunas interesantes aventuras que aparecen vividamente relatadas en Omoo (Omú) (1847), otro libro que parece destinado a ser in­mortal. Finalmente, Melville llegó a Boston en 1844. El relato de este último viaje no es dado en White Jacket (Chaqueta blanca) (1850). En cuanto puso pie en la patria, Melville escribió todos sus libros en rápida sucesión. Empezó en 1846 con Typee (Taipí). Como sus obras no le producían suficiente dinero para vivir—se había casado—, compró una granja en Berkshire Hills, en el oeste de Massachusetts, y se dedicó a escribir su Moby Dick, que se publicó en 1851. Hawthorne era su vecino y se inició una estrecha amistad entre ambos; la dedicatoria del libro a Hawthorne eternizó aquella intimidad. La gran obra épica del mar no se vendía bien. En 1852 vio la luz Pierre, que algunos críticos han llamado «libro desesperado ». Las necesidades vita­les obligaron a Melville a desempeñar un puesto en la Aduana de Nueva York, en 1867. En 1886, su esposa heredó bastanteEl Romanticismo en América 95dinero ; el novelista renunció a su puesto e intentó escribir de nuevo : Billy Budd fue el único fruto interesante de este período, pero apareció después de la muerte de su autor, en 1924.Melville descubrió los mares del Sur para la literatura. El des­cubrimiento fue continuado por Stevenson, Loti, Maugham y Brooke, pero es dudoso que ningún libro de estos autores supere a Taipí y Omú, de Melville. El primero de éstos ha sido pro­bablemente más admirado que el segundo, por su frescura ex­presiva y los chispazos de genio. En él aparece Fayaway, figura imperecedera en su primitiva belleza, especie de diosa de la anti­güedad clásica. Los episodios de Taipí están relatados con tal vivacidad y dramatismo, que hacen creer al lector que vive sus propias experiencias. A pesar de la juventud de su autor, los dos libros contienen acres reflexiones y la desilusión de un hombre maduro con respecto a la sociedad y la civilización. Su posición crítica es severamente hostil. La vida en el valle de Taipí era tan atractiva que Melville vuelve a sentir estimación por la raza humana, estimación que vuelve a perder en cuanto se vuelve a poner en contacto con la civilización. Al leer el libro nos pregun­tamos : ¿Cuál es la causa de la amargura de Melville? Y, si es feliz en Taipí, ¿por qué abandona la isla? La respuesta la hallamos en boca de Hawthorne, quien creía que Melville no se daría reposo hasta encontrar una creencia definida y clara : « No puede creer ni se siente cómodo con su falta de creencia, y es demasiado honrado y valiente para no intentar ser ni el uno ni el otro ». Esta opinión de Hawthorne explica, tal vez, muchas cosas de la vida de Melville, su partida de Taipí (Typee) y su idealización de la vida entre los salvajes.Bedburn y White Jacket (Chaqueta blanca) son dos buenos libros sobre el mar. En el primero hay magníficas descripciones del barco, la tripulación, las peripecias del viaje, la miseria que Melville vio en los suburbios de Liverpool, la siniestra figura de Jackson, etc., y están llenas de veracidad. En el segundo libro, lo más notable de él es la creación de Jack Chase, una de las fi­guras más admirables de esta clase de literatura. Por otra parte, la obra expresa una condenación de los azotes recibidos en cas­tigo por las tripulaciones de la armada, y cuéntase que cuando el Parlamento discutía la abolición de esta severa sanción, varios miembros de aquél tuvieron en sus manos este libro de Melville.Pierre es acaso el libro más amargo producido en el conti­nente. Parece la autobiografía espiritual de Melville, y hay crí­ticos que la creen digna de ser comparada con las confesiones de Rousseau y de San Agustín. El propio corazón de Melville es una plena oscuridad : en ella y desde ella nació su libro.96 El Romanticismo en AméricaMoby Dick, en su superficie, es el libro de la ballena. Todo cuanto se sabe acerca del cetáceo — anatomía, costumbres, va­riedades, importancia económica, su captura y transformación en aceite —se halla en el libro. La historia es sencilla. El narra­dor, Ismael, parte de Nantucket en el ballenero « Pequod», co­mandado por el capitán Ahab, que ha perdido una pierna en un combate con una ballena blanca. El cetáceo escapó, y una pro­funda sed de venganza convierte al inválido en un monomaniaco : su único deseo es matar a la ballena blanca. Todo el libro es la búsqueda sin descanso de Moby Dick; de aquí la sencillez del relato, a pesar de su longitud. Pero la simple narración no lo es todo en la obra ; hay algo más detrás de cada palabra. Cierto sim­bolismo es evidente, ciertos pasajes parecen alegóricos : Moby Dick puede ser el pecado, el mal; el océano, la vida; el capitán Ahab, la inconquistable alma del Hombre. La larga búsqueda de Moby Dick, el combate, la catástrofe final, son la representa­ción simbólica del espíritu del hombre en lucha con el inmenso problema del mal. Melville dice : « Ese insonoro océano en que agonizas es la Vida... La ballena blanca nadaba ante él como una encarnación de todas esas fuerzas malignas, que algunos hombres profundos sienten que los están devorando ». Un análisis del significado simbólico de Moby Dick es imposible, porque Melville escribió el libro sin una idea muy clara de la alegoría. Algunos han interpretado la ballena como símbolo del universo; otros han visto en Ahab la verdadera imagen de Melville. En realidad, el significado de Moby Dick no es más claro que la significación final de Hamlet. El libro de Melville es, desde luego, una obra llena de contradicciones. Ciertos pasajes son muy claros, otros no ; a veces, la acción es dramática, en otras queda completa­mente suspendida por páginas y páginas de información exacta, pero farragosa. A pesar de las caídas de la narración, Moby Dick posee una fuerza que ningún otro libro posee en toda la literatura americana : Ningún lector puede dejar de ser un miembro de la tripulación del «Pequod» en aquel extraño viaje, que sólo ter­mina cuando barco, capitán y tripulantes perecen en el mar. Cualquiera que sea la significación de Moby Dick — un viaje marítimo, un tratado sobre las ballenas, el estudio de una psico­logía anormal —, su mejor y más sabia interpretación será con­siderarla como una sinfonía o profundo poema épico del mar. El autor sabe captar las variaciones del océano; es decir, sabe interpretarlo casi de un modo psicológico. El estilo de la prosa se adapta adecuadamente al tema y carácter de la obra, y quizá sea más poesía que prosa. Dice Blankenship : «Páginas y páginas del relato tienen la majestad y la fuerza de un poema grandioso, y, a veces, los caracteres hablan en una lengua que nunca ha sidoJohn Greenleaf Whittier Herman MelvilleHenry David Thoreau Nathaniel HawthorneZardoya. Pág. 96Abraham Lincoln defendiendo a un inculpado de asesinatoAbraham Lincoln redactando la Proclama de Emancipación de los esclavosEl Romanticismo en América 97igualada por su fuerza y rítmica belleza desde los tiempos de Shakespeare » (1). Después añade que Moby Dick es más que un libro : es justamente la más graride experiencia.7. El movimiento abolicionista. Desde 1830 a 1865, dos grandes movimientos afectaron la vida nacional americana y culminaron ambos, finalmente, en la Guerra Civil o Guerra de,Secesión. Se habla establecido la Constitución con grandes difi­cultades, sobre todo porque respetar y conjugar la libertad y los derechos de todos los Estados era una tarea dificilísima. Patrick Henry había alarmado con «los derechos del Estado », y el espí­ritu de desafección se había ido extendiendo por el Sur, gracias a John Randolph y John C. Calhoun, autor y defensor de la doc­trina de « nulificación ». En el Norte, el partido que sostenía la autoridad de la Constitución y la integridad de la Unión, estaba dirigido por Henry Clay y Daniel Webster. La gran cuestión era saber si la Constitución había establecido una Unión o una Con­federación, un gobierno centralizado o una liga de Estados sobe­ranos. Pero otra cuestión también preocupaba a ambos bandos : la esclavitud. William Lloyd Garrison, con la publicación de The Liberator (El Libertador), en Boston, inició, en 1831, el mo­vimiento abolicionista.« El debate forense, aunque brillante e impresionante en polí­tica, raras veces produce literatura» (2). Durante un período de 40 años, la elocuencia del Congreso produjo escasas muestras lite­rarias de un valor permanente. Sólo los discursos de Webster merecen recuerdo. Los agudos y lógicos argumentos de Calhoun y los magnéticos y persuasivos discursos de Clay se han perdido en el olvido común de los «documentos parlamentarios ». La po­derosa personalidad de aquellos jefes no quedó transferida a sus palabras. Sólo Webster poseía genio suficiente para vestir sus argumentaciones con pensamiento y sentimiento, y elevarlas de la simple controversia a un plano de arte. Mientras la causa de la Constitución nutría a magníficos controversistas, la causa de la esclavitud apasionaba a oradores y poetas.La oratoria. Webster representa el tercer período de la elocuencia americana. En algunos aspectos, la oratoria pública de este período fue superior a la de la época revolucionaria. Los mejores discursos eran más elaborados, más artísticos y docu­mentados, persiguiendo la gracia y la dignidad de la oratoria clásica. Por lo general, se escribían y corregían con cuidado antes de ser pronunciados o publicados. Pero la tendencia más exten­dida era adoptar un estilo pomposo y superficial, el «estilo del(1) Op. cit., pág. 386.(2) Abernethy, Op. cit., pág. 209.7. Zardoya : Literatura norteamericana.98 El Romanticismo en AméricaCuatro de Julio», florido y presuntuoso. La oratoria seria apareció, prácticamente, en América al final de la Guerra Civil. Al principio, el pueblo consideraba al orador y al estadista como un guia en las cuestiones públicas; pero estas funciones fueron asumidas entonces por los periódicos. La oratoria pública tomaba, jornada tras jornada, el carácter de una diversión popular, perdiendo sus rasgos instructivos.Los oradores de este período se clasifican según su actitud con respecto a la esclavitud. John Randolph, John C. Calhoun y Robert Y. Hayne representaron las demandas del Sur. Henry Clay, Daniel Webster, Edward Everett, Rufus Choate y Robert C. Winthrop se opusieron «moderadamente» a la esclavitud. Los abolicionistas, sin embargo, luchaban por sus ideales con cálido entusiasmo e irresistible honradez, dirigidos por William Lloyd Garrison, Wendell Phillips, Charles Sumner y Abraham Lincoln. Los discursos de casi todos estos hombres poseen cualidades lite­rarias dignas de estudio, pero carecen de la grandeza que es nece­saria para sobrevivir en literatura. Los discursos de Webster y algunos de Lincoln pertenecen, sin embargo, a la historia polí­tica y literaria de América.Daniel Webster (1782-1852) ha sido honrado con el título de « príncipe de los oradores americanos ». Nació en Salisbury, New Hampshire, "demostrando, desde niño, una manifiesta afición por los libros. Estudió en Darmouth College. Era tímido para hablar en la escuela, pero su elocuencia se reveló entre los gran­jeros vecinos, quienes escuchaban fascinados sus recitales poéti­cos y bíblicos. En cambio, había sobresalido en el colegio por su sorprendente y tenaz memoria y su claro y convincente razona­miento. Poco a poco superó su timidez para hablar, hasta que se reconoció su fuerza oratoria. Empezó a estudiar leyes, ejer­ciéndolas y haciéndose famoso en Portsmouth. En 1813 ingresó en el Congreso. Su discurso Darmouth College Case (El caso de Darmouth College), que pronunció ante la Corte Suprema de Was­hington, le dio fama nacional de gran jurisconsulto. Su lenguaje sencillo, cargado de intenso sentimiento con el cual cerraba su argumentación, fue tan efectivo que hizo llorar al juez. No obs­tante, su reputación de orador quedó afirmada por su discurso de Plymouth, en 1820, al conmemorar el segundo centenario de la llegada a tierra de los peregrinos. El público, sin detenerse a analizar sus propios sentimientos o el discurso en sí mismo, re­conoció que un nuevo genio había aparecido ante él. Su carrera oratoria triunfal prosiguió, obteniendo grandes éxitos al defen­der la Constitución y la Unión. Pero en 1850 pronunció uno en en el que intentaba contentar al Sur, aceptando medidas de compromiso —como la ley del Esclavo Fugitivo —odiosas paraEl Romanticismo en América 99el Norte, El discurso no obtuvo ni un solo voto en el Sur y, en cambio, ganó la indignación del Norte. Webster se había traicio­nado a sí mismo, dejando de ser el jefe del movimiento aboli­cionista. Carlyle decía de él que «era un tipo magnífico que parecía una catedral andante ». Durante una generación entera, fue el oráculo público de Nueva Inglaterra : sus discursos se leían y estudiaban en cada hogar. Webster era el campeón de la « Unión ». Y es el único estadista americano que puede ser con­tado entre los hombres de letras de influencia permanente. Sus discursos son piezas literarias tanto como oratorias, porque son algo más que locales y temporales y porque contienen elementos de permanencia literaria : pensamientos elevados vertidos en formas artísticas. Sobre estas dos sencillas cualidades — claridad y fuerza — construyó su distintivo estilo, llano, preciso, vigoroso y sin afectación. Carpenter (1) le compara a Cicerón. Y Blan­kenship dice de él: « EI gran orador volvió las espaldas a la pro­mesa romántica y se convirtió en el realista de Nueva Ingla­terra » (2).Edward Everett (1794-1865) fue sucesivamente profesor, predicador, editor, miembro del Congreso, ministro en Inglaterra, secretario de Estado, gobernador de Massachusetts y presidente de Harvard College. Alcanzó renombre como investigador, por sus gustos clásicos, amplia cultura y por la elocuencia y elegancia de sus discursos. La fama le reconoce como «el más cumplido caballero de su época ». Emerson decía que su influencia y su bri­llante presencia era * casi comparable a la de Pericles en Atenas ». Su popularidad, como conferenciante, no ha sido sobrepasada en América : su conferencia sobre « Washington » fue repetida cerca de ciento cincuenta veces (!). Su estilo era adornado : frases largas, correctas, clásicas, bellamente equilibradas y muy ornamentadas. Hoy día, empero, toda esta coruscante retórica resulta afectada.Rufus Choate (1799-1859), estadista y orador, cuya fama se halla estrechamente unida a la de Webster. Su discurso más famoso es Eulogy on Daniel Webster (Elogio de Daniel Webster). Choate fue notable por sus éxitos ante los jurados y mereció el título de «el primero de los abogados americanos»; pero no menos se des­tacó por sus cualidades como erudito, pues su mente no se limi­taba a las leyes. Conocía muy bien la literatura inglesa y poseía un rico vocabulario que los historiadores de la literatura han com­parado al de Milton y Shakespeare. Su estilo es florido, opulento, casi oriental: riqueza de adjetivos, fuerza pictórica ; sus frases son maravillas de elaborada retórica. El discurso mencionado, The Eloquence of Revolutionary Periods (La elocuencia en los períodos revolucionarios) y American Nationality (La nacionalidad ameri­,cana) no han perdido aún su encanto.Robert Charles Winthrop (1809-1894), que empezó su carrera como estudiante de leyes en la oficina de Daniel Webster, se parecía a sus colegas oradores de Boston en la amplitud de su(1) American prose, págs. 9 y 103.(2) Op. cit., pág. 276.100 El Romanticismo en Américacultura clásica y en su popularidad como orador en las ocasiones históricas y conmemorativas, en las que actuaba con refinada elocuencia. Fue el orador en la ceremonia de la imposición de la primera piedra del monumento a Washington, en 1848, y en la de inauguración en 1885.Wendell Phillips (1811-1884) fue el orador, el estadista, el poeta y el novelista del abolicionismo. Su lengua era como una espada llameante en la conciencia nacional, hasta que se ganó la causa del esclavo. Poseía todas las buenas cualidades del gran orador público, buena presencia, hermosa voz, extensos conoci­mientos, profundidad, humor, fuerza para acusar, valeroso espí­ritu : con igual facilidad podía cautivar un auditorio culto, que conquistar al que le era hostil. James Bryce le considera como «uno de los primeros oradores del siglo presente, y no es más nota­ble por la perfección de su estilo que por la transparente sencillez del mismo». Después de haber terminado la obra de emancipación, Phillips continuó pronunciando conferencias, tales como The Lost Arts (Las artes perdidas) y Toussaint 1’ Ouverture (La Obertura de Toussaint). Desde antes del término de la guerra se interesó por el sufragio femenino y el abstencionismo. Como abolicionista, Phillips suscita admiración por el valor físico y moral que desplegó; como hombre de letras, tuvo menor importancia. Pero es, en verdad, difícil de ver en qué consistía su fuerza, si leemos ahora sus dis­cursos. Casi todos apelan a los prejuicios de los oyentes y de aquí su éxito. Curtis le elogia, Pattee disminuye su mérito. Entre todos sus escritos publicados, los más dignos de consideración son los siguientes : The Constitution, a Pro-Slavery Compact (La Constitu­ción, contrato pro esclavitud) (1844), Speeches (Discursos) (1850), Defense of the Anti-Slavery Movement (Defensa del movimiento antiesclavista) (1851), etc. Si carece de valor literario, es justo reconocer que fue un hombre que figuró en cada página de la época más memorable de la Historia de América. Puso su ardiente elocuencia al servicio de su profundo sentido del deber y de la honradez. Quedará como campeón de la causa de los desheredados y de todos los movimientos de renovación. No malgastaba pala­bras : su estilo era directo, conciso y simple.Charles Summer (1811-1874) fue el líder de los abolicionistas en el Congreso. Era un hombre cuya « alma ardía de entusiasmo moral», que impresionaba como orador, no tanto por su elocuencia, argumentación o amplitud de conocimientos, como por su pro­funda e intensa rectitud moral. De gustos académicos, amante de los libros, de los viajes y de la sociedad cultivada, se vio forzado por un sentido del deber a tomar parte en la agitación contra la esclavitud. Así, hasta el fin de su vida, fue un devoto y caballeroso campeón de los negros. Como tal, era agresivo, impetuoso y no daba cuartel. Fue el hombre del Congreso que más odiaron los defensores de la esclavitud. El amor al derecho era una pasión en él, y a él dedicó todas sus energías. Su celebrado discurso The True Grandeur of Nations (La verdadera grandeza de las naciones) (1845) impuso su fama como orador. El más famoso de sus dis­cursos parlamentarios es The Crime Against Kansas (El crimen contra Kansas). Los doce volúmenes de sus discursos aún contienen materia viva a causa de los ideales que guían su pensamiento, el fervor moral que llena sus palabras y su expresión llena de riqueza : todo ello confiere interés literario a un material histórico inesti­mable. Su estilo es arquitectónico, es decir, estructurado. HoyEl Romanticismo en América 101parece algo anticuado para Cairas; en cambio, para Patee, está lleno de vida y belleza. La causa es que para sus amigos, Summer fue la encarnación de la generosidad y del refinamiento ; sus enemigos le tuvieron por ególatra, dominante y hasta rústico.Abraham Lincoln (1809-1865), « el gran emancipador », con­sumó la obra empezada por Garrison, «el libertador ». Lincoln es, para el pueblo americano, un ejemplo de prudencia, sencillez, nobleza y gran corazón, y ningún Presidente — ni siquiera Was­hington — ha ocupado un lugar tan grande en el corazón de sus compatriotas. Es una fortuna, por otra parte, que Abraham Lin­coln haya dejado alguna expresión permanente de sí mismo en la literatura : sin educación, sin gustos literarios y sin pensa­miento en la producción literaria, Lincoln dio al mundo dos o tres obras maestras. Sin conciencia de estilo ni de arte alguno, posee un estilo propio que, por su sencillez, candor, rectitud y vigor no ha sido superado en la prosa americana, a excepción de Franklin, aunque aventajó a éste al mezclar lo intelectual y lo emotivo. El secreto de su estilo queda ampliamente explicado por las dos cualidades de su naturaleza : sinceridad y profunda simpatía humana. Así, al hablar, sus palabras se colmaban de sus ideas y de sus sentimientos, se empapaban de humanidad. No obstante, sus grandes cualidades de estadista han tendido a distraer la atención de su talento en cuanto a escritor y orador. Su breve discurso en la inauguración del cementerio nacional en Gettysburg ha sido llamado «la cima y corona de la elocuencia americana »: era una expresión clásica y única de la significa­ción del gran conflicto y de las responsabilidades de los ciuda­danos. Contrasta con la sonora y elaborada elocuencia de Webster y Everett, y jalona una nueva era en la oratoria pública : desde entonces, los oradores americanos han comprendido que el único camino seguro para ser eficaz es ser honrado y natural. Pero más grande que el anterior y más característico — en opinión de Schurz, por ejemplo —es Second Inaugural (La segunda inaugu­ración), en la que se advierte toda la « devoción y ternura de su gran alma », pues poseía «toda la solemnidad de la última admo­nición y bendición del padre a sus hijos antes de morir». Bajo el tosco exterior del hombre y de su apariencia hogareña, había una naturaleza seria y patética, un espíritu melancólico. Este « hombre de humilde nacimiento y de ademanes torpes, de escasa cultura...» —según palabras de Lowell —era « el más prudente estadista y el más fecundo orador de su generación » (1). Su oratoria es de escaso ornamento e inspiración ; es parca en pala­bras, pero llena de dignidad, belleza y hasta grandiosidad. Emer-(1) My Study Windows.102 El Romanticismo en Américason, en su ensayo sobre Eloquence (La elocuencia) le considera, al lado de John Brown, el arquetipo de la elocuencia en el país. Sus discursos, si se comparan con los tan laboriosos de Webster o Choate, son cortos y sin propósito literario alguno, y, justamente por esto, merecen inmortalidad. Todo ello se debía más a su vida de pionero en Kentucky e Illinois que a Shakespeare y a la Biblia.Su oposición contra la esclavitud se basaba en un fundamento humanitario, evidente en la misma Declaración de Independen­cia : todos los hombres son iguales y todos tienen inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la libertad. « El práctico sentido común y la clara visión política jamás se combi­naron para hacer un estadista más verdadero » (1). En general, la figura de Abraham Lincoln ha sido idealizada por los histo­riadores patriotas; en cambio, los que le critican se han basado en su actitud de compromiso con la propiedad. Y tal crítica es, en cierto modo, justa.Sus escritos — discursos y cartas — quedarán en la prosa americana por su convincente lógica, humor, sentido común, sencillez y claridad.Lincoln corporizó el liberalismo espontáneo del Oeste. Su igualitarismo se enraizaba profundamente en su sencilla filosofía social.,Lincoln era esencialmente jeffersoniano : respetaba los derechos de la sociedad, pero creía que existían otros derechos más sagrados. Desde luego, era más bien un jefe político que un intelectual, y carecía de imaginación. Juzgaba que el asunto, la substancia, era más importante que la forma. Sin embargo, cuando se abandonaba, « descubría un pozo de poesía en su co­razón » (2). Pero pocas veces sucedió esto.Henry Ward Beecher (1813-1887) debe contarse entre los agitadores antiesclavistas. Fue el orador de púlpito más celebrado ; desde allí hablaba en favor de la causa con una voz de extraordi­naria elocuencia y fuerza persuasiva. La serie de discursos dados en Inglaterra, con el propósito de que cesase la hostilidad del pueblo inglés hacia el bando del Norte durante la Guerra Civil, carece probablemente de paralelo en la historia de la oratoria. Su elocuencia era espontánea, férvida, vigorosa, rica en humor y abundante en giros personales. Durante su larga carrera, como pastor en Brooklyn, colaboró intensamente en la literatura perió­dica y publicó muchos libros de variados temas que evidencian su genio vario y su interés humano : Lectures to Young Men (Con­ferencias para jóvenes) (1844), Pleasant Talk about Fruit, Flowers and Farming (Agradable charla acerca de frutas, flores g el cultivo) (1859), Freedom and War (Libertad y guerra) (1863), Evolution and religion (Evolución y religión) (1885), etc. Sus mejores obras son once volúmenes de Sermons (Sermones), escritos por un taquí-(1) Blankenship, Op. cit., pág. 227.(2) Parbinoton, Op. cit., pág. 158.El Romanticismo en América 103grafo a medida que eran pronunciados. Su obra, lógicamente, sólo ejerció una influencia temporal: «La magia de su personalidad no se siente en la página impresa », dice Abernethy (1).El poeta del abolicionismo : John Greenleaf Whittier (1807-1892). Nació en Haverhill, Massachusetts, en una granja aislada que había sido la casa de sus antepasados paternos du­rante cuatro generaciones. Cerca está el Merrimac, cantado en sus poemas, y no lejos, el océano, rompiendo en la costa de Salis­bury. En Snow-bound (Sitiado porta nieve) (1866), Whittier des­cribe fielmente el sencillo hogar cuáquero. Contrariamente a Bryant, Emerson, Longfellow y otros, Whittier no tenía otra tradición familiar que la de la pobreza y el trabajo, y su vida, hasta los primeros años de la edad viril, transcurrió en aquella granja de labor. Unas pocas semanas en la escuela del distrito, en invierno, le dieron su primera enseñanza. Sin embargo, la es­cuela de la Naturaleza le suministraba larga instrucción. Había pocos libros en su casa : la Biblia y memoriales de santos cuáque­ros, que Whittier llegó a aprender de memoria, lo mismo que los libros que podía conseguir en préstamo. Un condiscípulo de la escuela le dejó un día los poemas de Burns, que fueron una ilu­minación y un despertar para él: Whittier empezó a escribir sus primeros poemas. Burns, convertido en su modelo, le enseñaba que la Naturaleza podía servir de inspiración poética: su hermana se convirtió en su agente literario y consiguió publicar sus versos en el periódico local, Free Press, cuyo director William L. Garri­son, al descubrir el talento de su colaborador, animó al padre de Whittier para dar a éste una educación. Ingresó, al fin, en Have­rhill Academy, en donde se mantenía confeccionando zapatillas a ocho centavos el par. Un año en esta academia fue toda la base cultural del hombre que en los últimos años de su vida sería nombrado superintendente de Harvard University. Con la ayuda de Garrison debutó en el periodismo en Boston, Hartford y Fila- delfia y publicó su primer libro en 1831 : Legends of New England in Prose and Verse (Leyendas de Nueva Inglaterra en prosa y verso). Mogg Megone (1836) representaba un largo esfuerzo poético, seguido en 1848 por The Bridal of Pennacook (La boda de Pennacook). En los últimos años de su vida, Whittier sonreía ante muchas de sus obras tempranas. Este libro ,sin embargo, tiene algo valioso : The Merrimac (El Merrimac) y descripciones paisajísticas de Nueva Inglaterra; por lo demás, es de pequeño valor.La carrera literaria de Whittier puede dividirse en dos pe­ríodos diferentes : el primero se caracteriza por su obra de cam-(1) Op. cit., pág. 231.104 El Romanticismo en Américapeón abolicionista, y la segunda, por sus baladas y poemas de la vida rural en Nueva Inglaterra. A despecho de su herencia cuá­quera y de su innata dulzura de carácter, se inclinaba fuerte­mente a la política; así, durante muchos años desplegó una gran actividad en la turbamulta política de su época. En 1833 publicó, a sus expensas, un vigoroso folleto sobre la cuestión de la escla­vitud, titulado Justice and Expediency (Justicia y conveniencia), el cual cerró a su poesía las columnas de muchos de los periódi­cos. Había hecho tal sacrificio deliberadamente e ingresó en el pequeño bando de los odiados «abolicionistas ». Fue nombrado secretario de la Sociedad Antiesclavista y firmó la famosa De­claration of Sentiments (Declaración de Sentimientos). Se había consagrado a la gran causa, y un notable cambio se advierte en su poesía : la honrada y vigorosa alma del reformador penetraba en ella. Había escrito centenares de agradables poemas retóricos que habían circulado ampliamente dándole fama, mas pocos de éstos se conservaron por deseo suyo en las ediciones posteriores de sus obras. El verdadero poeta se dejaba oir por primera vez en los poemas sobre la esclavitud, que escribía ahora en sucesión rápida, y caían como martillos sobre los prejuicios de su época. En impetuosas y sonoras estrofas destilaba su cálida indignación, despertando la dormida conciencia de todo el país. Contra los perseguidores de esclavos fugitivos, escribió un canto de pun­zante ironía The Hunters of Men (Los cazadores de hombres). En Massachusetts to Virginia (Massachusetts a Virginia), su voz denuncia y resuena como la de un profeta antiguo. Era el buen luchador de una causa honrada y noble, que no carecía ni de vigor físico ni moral. Mientras editaba el Freeman (El hombre libre), en Filadelfia, su oficina fue saqueada e incendiada, y en varias ocasiones tuvo su vida en peligro. Su salud le obligaba con frecuencia a retirarse a su hogar, pero desde allí continuaba su ofensiva, escribiendo poemas que se extendían como llamas por toda la nación. Era el consejero de confianza de los estadistas y un hábil organizador de asambleas y agitaciones políticas. Por dos veces representó a su ciudad nativa en la legislatura del Estado. Escribió extensamente, tanto en prosa como en verso, para The National Era (La Era Nacional), el órgano principal del partido abolicionista. El primer número contenía el hermoso poema Randolph of Roanoke. Aparecieron también Maud Muller, Angels of Buena Vista (Ángeles de Buena Vista), Ichabod y tam­bién en forma de serie Margaret Smith’s Journal (El diario de Margaret Smith), placentera descripción de las costumbres de Nueva Inglaterra. La primera colección de sus Poems (Poemas) apareció en 1837, y la segunda, en 1839. En 1843 vio la luz Says of my Home (Canciones de mi patria), primer libro que retribuyóEl Romanticismo en América 105pecuniariamente a su autor (los demás se habían publicado en interés de la « causa »). Los poemas que tenían por tema la escla­vitud, se reunieron en un volumen, en 1849, con el título de Voi­ces of Freedom (Voces de Libertad), y, al año siguiente, Songs of Labor (Cantos del Trabajo), cuyos versos se referían al zapatero, al pescador y otros oficios comunes. Sin disminuir su patriótico celo, Whittier volvía sus pensamientos a la poesía de la natura­leza de su tierra nativa. Pero su obra no cesó hasta que el esclavo fue liberado y la Unión quedó salvada. Su poesía recogió el emo­cionante momento de la abolición de la esclavitud, con un canto de gratitud: Laus Deo. En 1836, Whittier vendió su vieja granja y compró,un modesto « cottage » en Amesbury. La más grande desgracia de su vida fue el fallecimiento de su hermana en 1864 : «El gran motivo de la vida parece perdido», escribió a un amigo. La casa sombría estimulaba ahora sus recuerdos de la vieja granja de Haverhill, y asi nació su obra maestra Snow-bound, a Winter Idyl (Sitiado por la nieve. Idilio de invierno), que tuvo un éxito tan grande como el de Evangelina. Este bello idilio ha sido com­parado a Deserted Village (La aldea desierta), de Goldsmith. El profesor Woodberry dice : «Es perfecto en su concepción y com­pleto en su ejecución ; es Nueva Inglaterra entera, con su carac­terístico paisaje, los incidentes de la vida hogareña, sus virtudes cristianas. Es más, en un sentido peculiar, es el único poema de Nueva Inglaterra, tan completamente indígena, que el suelo lo ha creado hermosamente y tan genuino que es mejor que la his­toria» (1). Al año siguiente se publicó Tent on the Beach (Tienda en la playa), poemas narrativos a la manera de Longfellow. Whittier, por entonces, era amado por todos ; hasta sus enemigos le habían perdonado. ¿Por qué? El reformador vehemente había dado paso, en su poesía, al sencillo poeta bucólico que cantaba con el acento que nace del corazón del pueblo. AI morir, sus palabras fueron éstas : «Mi amor [es para] el mundo ».Whittier es el poeta de Nueva Inglaterra que menos debe a la cultura libresca y a la sociedad. Vivió toda su vida en estrecho contacto con los trabajadores humildes : él no habría podido res­pirar con naturalidad en la atmósfera intelectual de Cambridge ; tenía pocos amigos entre los « scholars » y los grandes hombres, pero los albañiles eran sus hermanos. Gustaba más de discutir acerca de política con sus vecinos en la tienda del pueblo que reunirse con los literatos de Boston en los salones de Mrs. Field. Su proximidad a lo popular, al hombre honrado, rudo y labo­rioso, era la fuente de su vigor y popularidad. Conoció Europa sólo a través de los libros. Nunca estuvo en un teatro. Siempre(1) «Makers of Literature», Atlantic Monthly, noviembre, 1892.106 El Romanticismo en Américausó la chaqueta cuáquera y asistía devotamente a las reuniones de solemnes silencios practicadas por esta secta.El carácter de Whittier, como poeta, queda bien definido con el título de « poeta de Nueva Inglaterra ». Su genio se nutrió de su propio suelo ; sus páginas son el espejo de aquel paisaje. Como Burns, es un poeta rústico de los campos nativos, que habla la lengua del pueblo en el cual ha nacido. Stedman cree que, como poeta bucólico de Nueva Inglaterra, no tiene rival (1). Sin em­bargo, si su poesía es provinciana, regional, lo es en cuanto a su colorido local, pues su sentimiento es universal y humano. Su tema más importante es el amor en sus tres proyecciones : a la tierra nativa, a la Humanidad, a Dios. El deber para su patria y conciudadanos fue su primera y grande inspiración, y, durante treinta años, hizo de su poesía un instrumento de reforma, lle­gando a sacrificar, en el calor de la vehemente y apasionada cam­paña, lo mejor de su pensamiento y expresión exigido por el arte verdadero. Sólo unos pocos de sus poemas referentes a la esclavi­tud sobreviven al interés histórico y de época. Su mejor poesía pertenece al segundo período de su carrera, cuando se convirtió en «el ermitaño de Amesbury». En el Proem (Proemio) fija, con ca­racterística modestia, sus conscientes limitaciones y sus gustos:Amo las melodiosas canciones antiguas que suavemente funden las edades, los cantos de los áureos días de Spencer, la plateada frase del arcádico Sidney, rociando nuestro mediodía con el más fresco rocío matinal.Todavía, vanamente, en mis horas tranquilas respirar sus maravillosas notas procuro ; las siento, como las hofas y las flores en silencio sienten las lluvias del rodo y con alegría beben — labios —- la bendición del cielo.« Si la reforma era la conciencia de su poesía, la religión era su alma — dice Abernethy —. De todos nuestros poetas secu­lares, él es el más religioso al predicar siempre un credo que es amplio, generoso y bello. En su género, nada hay de más hermoso en nuestra literatura que sus himnos, que alguien ha llamado actos de fe» (2). Su poema The Eternal Goodness (La Eterna Bondad) es, según John Bright, «digno de una multitud de ser­mones ». Las dudas y preguntas de My Soul and I (Mi alma y yo), Chapel of the Hermits (Capilla de los ermitaños) y Questions of Life (Cuestiones de la vida) indican sencillamente que su mente estaba abierta a las influencias progresivas de los tiempos.(1) Poets of America.(2) Op. cit., pág. 243.El Romanticismo en América 107Sus formas poéticas son pocas y simples : su genio era esen­cialmente lírico : es el autor más natural de baladas en América, fundadas en la historia y tradición del país. Fue el primero en usar las leyendas de los indios, pero sus producciones de esta clase fueron superadas por Hiawatha. Triunfó, en cambio, al relatar las leyendas de la persecución cuáquera y otros temas de tradición local. El folklore se asocia, en él, íntimamente con la Naturaleza externa. Para Whittier ésta no era mayestática ni solemne, sino confortante, agradable a los sentidos. Wendell advierte sagazmente que su poesía de la Naturaleza « no es inter­pretativa, sino fielmente representativa ». Este carácter literal y su «directismo » constituyen su principal encanto :Tal la música de los bosques y corrientes cantaba en su oído, él cantaba en voz alta.Los defectos de su poesía son obvios y perdonables : carecía de comprensión artística. Su fidelidad a los tetrámetros rimados, acaso por su devoción a Burns, producen monotonía; tiene me­tros cojos y rimas en ocasiones ripiosas o incorrectas : martyr- water, pen-been. Defendía, a despecho de la crítica, « sus derechos de pronunciación yanqui». Los americanos, sin embargo, le aman precisamente a causa de sus defectos. No posee la cultura cosmopolita de Longfellow, ni el conocimiento literario de Lowell, ni el «iridiscente talento » de Holmes, pero su espontaneidad, estilo directo y sinceridad confieren a su poesía una eficacia que el Arte solo no puede conseguir. De ahí su popularidad en Amé­rica. Dice Stoddard : « Los hombres de letras respetan su obra por su sinceridad, sencillez y valentía, y el término medio de los lectores de poesía la respetan, porque pueden entenderla... La reputación de tales poemas es inmediata y permanente y más allá de la crítica, sea o no favorable; el toque de la Naturaleza en ellos está más allá de todo Arte»(1). Y G. R. Carpenter añade: « Lo que canta Whittier nos es querido a todos. Porque él canta. La armonía es sencilla, pero las notas son frescas y claras, la melodía tiene el temblor del canto del petirrojo y del tordo de los bosques » (2).Era un idealista, creía en la democracia y era un devoto de la verdad. Sus altas cualidades morales se hallan presentes en sus poemas. Parrington le llama « el cuáquero puritano »,« apóstol de la buena voluntad » y « amigo de la justicia », y dice que no luchaba con bala, « sino con la espada del espíritu » (3).(1) Scribner’s Magazine, agosto, 1879.(2) Library of the World’s Best Literature.(3) Op. cit., pág. 364.108 El Romanticismo en América«Aunque Whittier pertenece al corazón del movimiento ro­mántico por virtud de su concepción mística de la naturaleza humana y de la democracia, sus actividades reformadoras y su profundo interés por la vida humilde, es probable que al menos parte de su obra no esté tan pasada de moda como lo está la de algunos de sus contemporáneos. El tiempo presente se interesa por las vidas de nuestros antecesores y muestra admiración por los exponentes de la vida humilde del pasado, y dará segura­mente a poemas como Snotu-Bound un buen, si no permanente, lugar en nuestra literatura. En verdad, hay partes del idilio de Nueva Inglaterra que no deberían ser olvidadas » (1).En resumen, si Whittier,no es uno de los más grandes poetas de América, es notable por su veracidad y su sentimiento pro­fundo y sincero, aunque este sentimiento no sea el de un artista sensitivo de primer rango.Harriet Beecher Stowe (1811 ó 1812-1896). Cuando Lin­coln encontró por primera vez a esta mujer, estrechó su mano diciendo : «¿Es esta la pequeña mujer que ha hecho esta gran guerra? ». Tal estimación merecía Uncle Tom's Cabin (La cabaña del tío Tom). Harriet Beecher Stowe no era una gran escritora, pero escribió un gran libro, y aunque continuó escribiendo in­fatigablemente hasta una edad avanzada, y publicó treinta volú­menes de cuentos y apuntes, su rango entre los inmortales está determinado por este único impulso de genio. En él vertió la' angustia de su corazón, aunque llegó a decir : « Yo no lo escribí; ¡Dios lo escribió!». Nació en Litchfield, Connecticut, y era hija de un pastor. Su juventud respiró una atmósfera teológica. La biblioteca de su padre contenía sólo libros sobre la predestina­ción, sermones, etc. Sin embargo, su imaginación se sintió exci­tada por Las mil y una noches, que encontró debajo de un montón de sermones ; descubrió un fragmento de Don Quijote en parecido lugar y fue para ella « como el nacimiento de una isla encantada en un océano de fango ». Apareció en público a los 14 años, con una composición escolar titulada : « ¿Puede la inmortalidad del alma ser probada por la luz de la Naturaleza? ». Soñaba en llegar a ser poetisa y escribió versos de algún mérito, pero recibió la reprobación de su hermana y se puso a estudiar la Analogy (Analogía) de Butler. En Cincinnati, casada ya con un ministro, recogió el conocimiento y la experiencia necesarios para com­poner su libro. Decidió escribir algo para combatir la esclavitud. En 1851 apareció en The National Era (La era nacional), el primer capítulo de La cabaña del tío Torn. Al año siguiente veía la luz todo el libro, del cual se vendieron trescientos mil ejemplares(1) Blankenship, Op. cit., pág. 330.El Romanticismo en América 109en menos de doce meses. El éxito fue fenomenal: ningún libro americano había alcanzado tan vasta circulación. Ha sido tra­ducido a todas las lenguas civilizadas. Su influencia sobre la con­ciencia pública fue enorme, porque pintaba los daños de la escla­vitud con dramático verismo. Las cualidades literarias de esta obra han sido resumidas por Beers : « Ahora es fácil apuntar los defectos de gusto y de arte en esta obra maestra, mostrar que el tono es en ocasiones melodramático, que algunos de los carac­teres son convencionales y que la ejecución literaria es débil en parte y en otras tosca. A despecho de todo ello, sigue siendo verdad que Uncle Tom’s Cabin (La cabaña del tío Torn) es un gran libro, la obra de genio que de un modo instintivo ha valo­rado su oportunidad y ha revelado el pensamiento de su época con una fuerza que conmovió el corazón de la nación y del mundo ». La cabaña fue, en verdad, la protesta emotiva de más efecto hecha en contra de la esclavitud. Mrs. Stowe dramatizó las penas de los negros y la inhumanidad de la esclavitud tan vividamente, que hizo más que ningún otro agitador para des­pertar el sentimiento público. Es un libro sentimental, lacrimoso, desde luego, y escrito sin cuidado. ¿Podía esperarse un libro sin tacha de una madre requerida por el cuidado de seis hijos? Na­turalmente, la autora exageraba las condiciones en que vivían los negros y creaba caracteres por un método tan simple que éstos, más que personas de carne y hueso, son bocetos de seres humanos. Sin embargo, el lector se sorprende del hecho de que los caracteres son tipos y no individuos. El tío Tom no es un in­dividuo negro, sino el típico esclavo fiel. Simon Legree es el vi­llano típico. Los tipos son más fáciles de conseguir que los indi­viduos, y el lector puede captar sin esfuerzo su significación ; de aquí que la escritora haya omitido los rasgos individualizados. El libro, por otra parte, es justamente sentimental, porque quería crear una revulsión moral, una protesta colectiva contra la es­clavitud. En realidad, esta obra puede ser conceptuada como la primera novela sociológica conocida : su propósito era remediar un mal social, y su método, el de los escritores sociales de nuestros días.8. Los poetas de Cambridge. La capital literaria de los Estados Unidos en el período que abarca de 1835 a 1875, fue Boston. Concord y Cambridge deben considerarse partes orgá­nicas de Boston, « el centro pensante del continente », según ex­presión de Holmes. Ninguna otra ciudad americana ha disfrutado de tan exclusiva distinción de eminencia literaria. Harvard Colle­ge era el aya común de aquellos aristócratas intelectuales. Cam­bridge era por entonces una tranquila aldea, con anchas calles,110 El Romanticismo en Américajardines y huertos, un lugar en donde el pensamiento podía des­arrollarse en contacto con los bosques, campos y cielos. Allí vivieron Jorge y Marta Washington, Longfellow, Lowell (James Russell) y profesores que eran más bien poetas que maestros y especialistas. Hacia 1820 se había abierto una nueva época en la cultura americana. Jared Sparks había echado los cimientos para una escuela de historia americana. Ticknor y Longfellow pusieron en contacto las letras provincianas con las más escogidas litera­turas de Europa ; Lowell y Norton los siguieron, al difundir la influencia inspiradora del arte y la poesía europeas. Holmes lle­naba de sabiduría las salas de conferencia de la Facultad de Medicina... Con la sola excepción de Hawthorne, todo el grupo de Nueva Inglaterra se relacionaba estrechamente con Harvard College. También ejerció una influencia especial sobre la litera­tura el Atlantic Monthly, revista exclusivamente literaria. Fun­dada por escritores en 1857 y dirigida por ellos —- Lowell, Fields, Howells, etc. —•, representaba los mejores ideales y tradiciones del arte literario. En sus columnas colaboraron Longfellow, Emerson, Holmes, Whittier y otros.Los miembros de este distinguido grupo, de tradición gentil y elegante, se caracterizan por ciertas cualidades muy significa­tivas con respecto al desarrollo del pensamiento y del arte ame­ricanos. El puritanismo, desde luego, forma parte de sus obras : persiguen el ideal artístico con escrupulosa honradez; la litera­tura no es para ellos una diversión, ni siquiera una profesión, sino un deber sagrado. Sus escritos estaban siempre imbuidos de la mejor moral. Nada había en ellos de bohemio o sensacional; eran vidas y obras sin la menor tacha. Todos son guías que pueden seguirse por su nobleza, honradez y honestidad. Todos ellos con­tribuyeron a una edad áurea de la literatura americana y de la lengua inglesa. Todos ellos pueden colocarse al lado de los escri­tores de la época victoriana, triunfante por entonces en Ingla­terra.Por sus relaciones sociales, dinero y cultura, se ha llamado a estos intelectuales «los brahmanes de Nueva Inglaterra », su­premos sacerdotes de Cambridge.La «tradición gentil» era romántica, pero exigía que su ro­manticismo no conturbase nunca desagradablemente la plácida gentileza del « brahmanismo ».Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882) nació en Port­land. Por sus venas corría sangre de los primeros peregrinos y puritanos. Desde niño mostró las cualidades que caracterizaron toda su vida : ternura, gentileza y gustos refinados. Ante un pájaro muerto, por ejemplo, sentía una pena inconsolable. En todos estos rasgos de sensibilidad mostrábase prematuramenteEl Romanticismo en América 111el verdadero poeta. Durante sus años escolares, se apartó siempre de todos los deportes violentos. A los 13 años, publicó, en la Portland Gazette (Gaceta de Portland), sus rimas infantiles.- The Battle of Lowell's Pond. Después estudió en la academia de Port­land y en Bowdoin College, Brunswick, Maine, graduándose en 1825. Dudaba acerca de qué profesión elegiría; se inclinaba a la literatura, pero no era este,un medio para poder vivir. Por The Psalm of Life (Salmo de la vida) le prometieron cinco dóla­res, que no percibió cuando se publicó. Su situación logró en­cauzarse cuando el colegio le ofreció la cátedra de lenguas mo­dernas, previa una etapa preparatoria de estudios en Europa. Así, partió de Nueva York en 1826, provisto de cartas firmadas por Ticknor para Irving, Eichhorn y Southey. Durante tres años viajó por España, Francia, Italia y Alemania, instruyéndose en las lenguas romances y planeando volúmenes en prosa. El con­tacto con el Viejo Mundo acrecentó su cultura y esa época ejerció una importante influencia a lo largo de toda su carrera. En 1829 regresó a América para ocupar su puesto en Bowdoin College. De este modo, durante los cinco años siguientes, corrigió el mal francés e italiano de los ejercicios escolares y de las traducciones de viva voz : era un pedagogo en el más estricto sentido de la palabra. Por otra parte, se ocupaba con placer de sus propios estudios, preparaba libros de texto para sus clases de español y francés, escribía valiosos artículos para la North American Review (Revista norteamericana) y convertía las notas de su viaje por Europa en los capítulos de Outremer, su primera obra, pu­blicada en 1835. Al año siguiente sucedió a Ticknor, como profesor de lenguas modernas, en Harvard, después de un año de estudios en Suecia, Dinamarca, Holanda y Alemania. En Rotterdam su­frió la muerte de su esposa: ella fue el «ser beato» de su poema Footsteps of Angels (Pasos de ángeles). La profundidad de este dolor dejó huellas en su obra durante muchos años. Su Hype­rion (1839) constituye un archivo de sus pensamientos y expe­riencias en este período. Longfellow habla autobiográficamente a través de su héroe, Paul Flemming, que « se sepultaba en viejos libros polvorientos y ahondaba con gran laboriosidad en el anti­guo saber poético de Alemania». Trabó profundo conocimiento con Goethe, Heine, Uhland, Jean Paul Richter y otros poetas alemanes. En 1836 se hallaba de nuevo en Cambridge preparando sus conferencias. Pronto adquirió allí una gran popularidad. Longfellow, con el valioso bagaje literario adquirido en Europa, reveló un nuevo mundo a los estudiantes, descubriéndoles los ricos tesoros del arte, la tradición, las leyendas y los cantos del Viejo Mundo. Su refinada personalidad creó en Cambridge una nueva atmósfera de cultura literaria. En 1839 publicó Voices112 El Romanticismo en Américaof the Night (Voces de la noche), que sentó los cimientos de su fama poética. El libro contenía su ingenuo The Psalm of Life (Salmo de la vida), Pasos de ángeles, The Reaper and the Flotvers (El segador y las flores) y otros de sus poemas favoritos, con sus traducciones, y cinco de sus poemas escolares que, según creía, eran dignos de conservarse. Los más antiguos estaban dedicados a la Naturaleza, y en ellos se percibía el eco de la voz de Bryant; en los demás se notaba un tono personal más profundo. Dos años más tarde aparecieron las conmovedoras baladas The Skeleton in Armor (El esqueleto con armadura) y The Wreck of the Hesperus (El naufragio del Hesperus), que afianzaron sus cualidades de narrador poético. En 1842 volvió a Europa por motivos de salud. Una visita a Brujas hizo nacer los poemas de The Belfry of Brufas (El campanario de Brufas) (1846). En su viaje de regreso escribió los Poems on Slavery (Poemas de la esclavitud) (1842), que sumó otra voz poética a la noble causa de la libertad, aunque no pue­den compararse a los poemas de Whittier inspirados por el mismo asunto. Poco después de su regreso se casó de nuevo: su segunda esposa era Mary Ashburton de Hyperion. Su obra siguiente fue el drama en cinco actos The Spanish Student (El estudiante español) (1843), inspirado en La gitanilla. El Campanario de Brufas vio la luz después de sus Poems (Poemas) (1845), y con­tiene sus mejores poemas líricos, tales como Arsenal at Spring­field (Arsenal en Springfield), The Bridge (El puente), The Arrow and the Song (La flecha y el canto) y Old clock on the Stairs (Viefo relof en la escalera). (Según muchos críticos, nada hay de más exquisitamente artístico y bello en la poesía americana que estos cantos). En 1847 apareció Evangeline (Evangelina), basado en uno de los más patéticos incidentes de la historia americana : la expulsión por los ingleses de los colonos franceses de Nueva Escocia en 1755. El tema le había sido inspirado por Hawthorne : una historia de amor y pasión muy propia de sus gustos. El metro, el clásico exámetro dactilico, era un experimento y muchos lo consideraban no inglés, pero la extraordinaria popularidad del poema ha dado la razón al poeta. Holmes decía que era « una exquisita sinfonía ». La melancolía, la gracia y la ternura de esta sencilla historia, desarrollada en pasajes de belleza pastoral, ejer­cía un irresistible encanto en los lectores de toda clase y condi­ción. Stedman opinaba que era «la flor de los idilios americanos ». En 1855 publicó Hiawatha, poema lleno de fragancias primitivas : era un poema épico de los bosques, un «edda indio ». Se basaba en una tradición de los indígenas norteamericanos : un personaje de milagroso nacimiento era enviado entre ellos para purificar los ríos y los bosques y enseñarles las artes de la paz. La forma del poema, a modo del Kalevala finlandés, es el tetrámetro tro-Si a Abraham Lincoln se Ie debe la emancipación de los esclavos, a Beecher Harriet Stowe se le debe el haber infiltrado en el ánimo de millones de sus connacionales lo inhumano de esta institución, con su inmortal novela « La ca­baña del tío Torn ». Los grabados nos muestran el retrato de la autora, el tío Torn y la famosa cabaña, según grabados de la épocaPág. 112Edgar Allan PoeEl Romanticismo en América 113caico, por entonces casi desconocido en la poesía inglesa, con paralelismo o repetición de versos en forma ligeramente variada. A los críticos les pareció extraño y desconcertante, pero Long­fellow triunfó por completo sobre ellos. Hiawatha es, desde luego, el poema más americano de Longfellow, en donde el lector puede hallar el halcón, el águila y el ciervo, tales como se presentaban ante el piel roja. En 1849 se publicó Kavanagh, narración de la vida aldeana en Nueva Inglaterra, que Hawthorne calificó como «el libro más precioso y raro, tan fragante como un ramo de flores ». Sin embargo, su delicadeza y elegancia no habían de sobrevivir. Outremer, escrito a la manera de Irving, contribuyó a la elevación de la mente americana, orientándola hacia los te­soros de belleza que se escondían al otro lado del mar. Este vo­lumen contiene varios ensayos o narraciones dedicados a España, llenos de amor, simpatía y hasta reconocimiento por nuestras costumbres, lengua y literatura. Por este libro, sus cartas, sus dia­rios, su obra dramática, las traducciones y alusiones en sus poemas y demás escritos, nos damos cuenta que España ejerció no escasa influencia sobre la vida intelectual de Longfellow. Tan saturado estaba de literatura española, del pensamiento y el idioma español, que con frecuencia acudía a nuestra lengua para una metáfora o un símil de sus escritos, para un proverbio o dicho con que expresarse él mismo. « España actuó como maestra de escuela para el joven poeta y le enseñó cómo usar los mate­riales que ella le había proporcionado » (1). Y es que España satisfacía la naturaleza romántica del poeta. España, a través de sus poetas, le ofrecía consuelo en sus horas de dolor y le ense­ñaba a bendecir la vida. España, que le había despertado a la poesía con las Coplas, de Jorge Manrique, contribuyó no sólo a enriquecer su personalidad, a estimular su imaginación, sino a realizar su destino de poeta y escritor, y aun de profesor univer­sitario.En 1852 renunció a su cátedra, deseando el libre goce de lo que él llamaba « mundo ideal de la poesía ». Desde entonces su vida transcurrió en una hermosa paz, rota en 1861 por la trágica,muerte de su esposa. Longfellow nunca exteriorizó este dolor, pero en su carpeta se halló, después de su fallecimiento, el impre­sionante soneto The Cross of Snoiv (La cruz de nieve) :Aquí, en este lugar, ella murió; y un alma más blanca nunca a través de un martirio de fuego a su reposo fue conducida (2).(1) Whitman, Longfellow and Spain, pág. 233.(2) Su esposa, murió, abrasada, al arder su traje con la llama de un fósforo.8. Zardoya : Literatura norteamericana.114 El Romanticismo en AméricaRaras veces aparece en su poesía el dolor personal: Resigna­tion (Resignación) recoge bellamente su pena familiar. El tra­bajo y los hijos le sirvieron de consuelo. Se volvió a su « querido Dante » y acabó su traducción de la Divina Comedia, una de las mejores en lengua inglesa, famosa por su fidelidad al original. Entretanto, había empezado sus Tales of a Wayside Inn (Cuentos de una posada junto al camino), contados por un grupo de amigos en una vieja taberna de Sudbury. La idea se remonta a Chaucer y a Bocaccio, pero aquí se tiñe de nueva gracia, «porque Long­fellow era el mejor de los trovadores modernos »(1). Entre estos cuentos, los más notables y populares son : King Robert of Sicily (El rey Roberto de Sicilia), Birds of Killingworth. (Los pájaros de Killingworth) (única narración inspirada por la propia invención del poeta), etc. En 1868 hizo su última visita a Europa y fue honrado con el D. C. L. en Oxford y Cambridge. Su poesía acre­centó su profundidad en estos últimos años de su vida : Morituri Salutamus, Keramos (1877), The Building of the Ship (La cons­trucción del barco). En 1877 la Real Academia Española le nombró académico correspondiente. En 1880 vio la luz Ultima Thule. Pocos días antes de su muerte, escribió su último poema, The Bells of San Blas (Las campanas de San Blas), en el que por última vez aparece el nombre de España. España había iniciado y cerrado el ciclo poético de Longfellow. Sus volúmenes postumos fueron : In the Harbour (En el puerto) (1882), Michael Angelo (Miguel Ángel) (1884).La vida de Longfellow fue como un poema, tranquila, bella, llena de gracia. Su espíritu era limpio, dulce, puro, gentil. «La humanidad de su verso era la imagen de su propia alma » (2), dice Norton. Poseía una innata delicadeza y refinamiento, flúida simpatía, amor al prójimo y a los niños ; ayudaba a los escritores jóvenes. Era un hombre paciente y dulce... hasta con sus críticos. Cuando Poe le atacó tan duramente, él continuó leyendo y ala­bando los poemas de su rival. Su alma era tan generosa y serena como la de Emerson.¿Cuáles son las cualidades de su poesía? «Ningún poeta de habla inglesa se ha entregado al corazón de todos los hombres; es el poeta del pueblo, el cantor de emociones universales » (3). Algunos de sus poemas, aunque artísticamente defectuosos, están llenos de paz y resignación, de valor moral. La belleza, la gracia y la ternura son los distintivos de su fuerza: nunca es apasionado, nunca byroniano, nunca un poeta a lo Browning. Es tan sensible a la belleza como Keats, y su obra, dirigida por su buen gusto(1) Abernethy, Op. cit., pág. 266.(2) Cyclopaedia of American Biography.(3) Abernethy, Op. cit., pág. 268.El Romanticismo en América 115y delicada percepción, es uniformemente excelente. Su estilo es claro, transparente, melódico, sin discordancias. Ni un ápice de la impetuosidad de Whittier, ni un ápice del penetrante humor de Lowell. Las limitaciones de su poesía son, naturalmente, evi­dentes : sus temas son lugares comunes, y el pensamiento carece de profundidad. No obstante, Longfellow intenta elevar el lugar común a un plano de belleza e interés eternos : para inmortalizar al Herrero de la aldea en un canto, se requiere ser un genio. Su amor al Romanticismo, su rica expresión, su dispersión moral, quedan contenidos por su gusto clásico a la sencillez. Longfellow mantiene siempre un bello equilibrio entre el pensamiento y la expresión que, si llega a producir monotonía, evita tanto la oscu­ridad como el sensacionalismo. Su tristeza es suave y purifica- dora. Se ha considerado a Longfellow el menos nacional de los poetas americanos. Aunque por gusto, temperamento y educa­ción, se inclinaba hacia Europa, no carecía de patriotismo, puesto que escribió Hiaivatha y The Building of the Ship (La construcción del barco). Hay algo de verdad en la crítica de Margaret Fuller, cuando dice que Longfellow había producido « flores de todos los climas y silvestres flores de ninguno ». Otros le reprochan haber sido una alondra de dulce garganta que entona melodías extran­jeras. Sin embargo, en sus páginas también hay fragancias de bosques nativos. La actitud de Longfellow queda justificada por su propia opinión, manifestada en Kavanagh : «La nacionalidad, en una cierta extensión, es una cosa buena, pero la universalidad es mejor ». En sus poemas abundan las « palabras caseras» de todos los lugares en que se habla la lengua inglesa : así, en Ingla­terra es más leído que Tennyson, y su busto de mármol en la Abadía de Westminster, cerca de la tumba de Chaucer, es símbolo del rango que ha alcanzado en la poesía inglesa. En opinión de Lowell, algunos de sus sonetos eran lo más perfecto y bello de la lengua inglesa. No era intenso ni trágico, desde luego; su ética no es suficientemente casuística, su arte no es lo bastante sutil. « Y porque no escribe como E. A. Robinson o Carl Sandburg o Maxwell Bodenheim, lo asignamos a los niños » (1). La falta de profundidad en su pensamiento se debe, en parte, a la vague­dad de su filosofía religiosa. Lewisohn niega que sea un verdadero poeta y afirma que sólo una o dos veces se aproximó al lenguaje poético. « ¿Quién, excepto los pobres niños de escuela, lee ahora a Longfellow? » (2). Más adelante añade: «Sin duda, este vasto Corpus de poemas narrativos, así como ciertas poesías líricas de sentimientos placenteros y fácil ritmo, causan todavía placer a un público de escasa formación literaria ».(1) Howard Mumford Jones, Longfellow, pág. 113.(2) Op. cit., pág. 65.116 El Romanticismo en AméricaLas traducciones. Son una parte muy importante en la obra de Longfellow, para la cual poseía un gusto característico y estaba particularmente dotado. Cualquiera que fuese la lengua, cumplió su cometido con soltura y precisión. Justamente a través de sus traducciones directas, infundió en la poesía americana las más finas esencias de la europea. Se deleitaba en recrear, en formas propias, la vida del legendario pasado, el color, la melodía y el encanto romántico de las literaturas europeas. Puede objetarse, como traductor de las Coplas, que Longfellow no conservó exacta­mente el metro y la rima del original español, pero empleó, sin embargo, una estrofa equivalente. Confiesa haber interpretado literalmente las palabras del original « cuando podía hacerse sin detrimento de su espíritu ; y cuando no se podía hacer esto, he utilizado en ocasiones el embellecimiento de un epíteto adicional o un giro expresivo más enérgico ». Tradujo, además de la Coplas, dos sonetos de Lope de Vega, varios romances anónimos, la Vida de San Millán, de Gonzalo de Berceo, poemas de los Cancio­neros, etc.Con la ayuda de Felton compiló y tradujo Poets and Poetry of Europe (Poetas y poesía de Europa), obra en la que figuran sus traducciones del español, del francés, del italiano y del alemán.Longfellow ha recibido desde los más altos elogios hasta los más descorteses dictados. Entre estos últimos, Frederic Harrison ha calificado a Evangeline (Evangelina) como un « goody-goody dribble!» (que es algo así como « santurrón lloriqueo »).James Russell Lowell (1819-1891) fue un auténtico hombre de letras : poeta, crítico, maestro, reformador y diplomático. Estas variadas actividades le confieren una peculiar preeminencia no alcanzada por ningún otro escritor representativo de la lite­ratura americana. Lowell se define, más y más cada día, como uno de los,más serios humanistas de los Estados Unidos. Nació en Cambridge, hijo de un pastor y de una escocesa que le enseñó a amar los cantos y baladas de aquel país del Norte. James Russell Lowell heredó de ésta su carácter imaginativo, pues desde niño le gustaban los libros de esta clase — los relatos de Scott, por ejemplo —. La familia poseía una buena biblioteca, y la casa se levantaba en un lugar lleno de árboles, flores y pájaros : todo ello era algo ideal para la formación del futuro poeta. Se graduó en Harvard en 1838, terminando la carrera de leyes en 1845. Sus gustos le inclinaron al grupo de Concord. Muy pronto se encontró, en activa simpatía, al lado de los trascendentalistas y abolicionistas. Pero al principio había satirizado a Emerson e incluso a estos últimos en su The Class Poem (Poema de clase) (1838). Se casó con María White, poetisa, muy femenina y muy refinada. Fue justamente su esposa quien le estimuló a la produc­ción literaria y a interesarse por la reforma antiesclavista. Su primer volumen de versos, A Year’s Life (Vida de un año) (1841), contiene en su mayor parte poemas amorosos ; pocos de ellosEl Romanticismo en América 117figuran en sus obras completas. Abandonó la abogacía — había abierto un bufete en Boston — para escribir en los periódicos. Fundó y dirigió la revista ilustrada The Pioneer (El pionero), que murió al tercer número. Además de sus poemas, publicó una serie de escritos sobre The Old English Dramatists (Los antiguos dramaturgos ingleses) y un cuento en prosa : My First Client (Mi primer cliente). En 1844, apareció su segundo volumen de Poems (Poemas), que contenía algunas de sus mejores composi­ciones : The Shepherd of King Admetus (El pastor del rey Admeto), A legend of Brittany (Una leyenda de Britania), alabada por Poe como «el más noble poema escrito hasta ahora por un americano». Vieron la luz también sus Conversations on Some of the Old Poets (Conversaciones sobre algunos poetas antiguos) (1845), su primer libro en prosa. Bajo la influencia de su esposa, Lowell abrazó abiertamente el abolicionismo y durante varios años colaboró en el Antislavery Standard. En 1846 escribió los primeros artículos de sus Biglow Papers, que se publicaron primero en periódicos y en 1848 fueron reunidos en un volumen. En este año — el más importante de su carrera literaria —■, aparecieron Fable for Critics (Fábula para la crítica) (1848), The vision of Sir Launfal (La visión de sir Launfal) (1848) y otro libro de poemas. Su alma, ardiendo en el fuego de la nueva causa, determinó un cambio en su poesía : los versos convencionales de los primeros tiempos cobraron una fuerza original y una consciencia nacional. Los Biglow Papers son una serie de brillantes sátiras —da sátira es efímera, pero Lowell logra una obra permanente —, cuya fuente era antes desconocida para su genio : el poeta ataca en ellos al partido de Webster, por acceder a las demandas del Sur, especial­mente en cuanto a la Guerra Mejicana, que él consideraba como un « crimen nacional, cometido en favor de la esclavitud». Con inteligencia y fino sarcasmo, Lowell puso en evidencia, ridiculi­zándolos públicamente, los vergonzosos hechos de los políticos. Escribió una segunda serie de los Biglow Papers durante la Guerra Civil : entre ellos estaba el famoso Jonathan to John (Jonatán a Juan), protesta contra la hostil actitud de Inglaterra. La sátira política de ambas series se caracteriza por sus rasgos de verda­dera fuerza lírica y por dos poemas de gran mérito : The Courtin, perfecto idilio de la tierra yanqui y que, en opinión de Stedman, no tiene parangón; en Sunthin in the Pastoral Line, el corazón de Lowell aparece saturado de amor a la Naturaleza, pintada con verdad y belleza. Los Biglow Papers (Papeles de Biglow) son algo único en la poesía inglesa : destacan en esta obra su notable variedad temática y sus elevadas cualidades poéticas en verso humorístico. No tiene precedentes : a la cáustica sátira de Pope y a la seca agudeza de Butler, se añade un amplio humor,118 El Romanticismo en Américauna brillante imaginación, una delicada sensibilidad, una pasión profunda y una poderosa atracción lírica. La Fábula para la crítica es una serie de retratos en verso, en los cuales Lowell expone las características de sus colegas con sana burla y justo sentido crítico. Sir Launfal es una alegoría de una de las leyen­das del Santo Grial, teñida de delicado sentimiento poético y espiritual.Lowell viajó por el extranjero con su familia. El fruto de este viaje se halla en los ensayos Leaves from my Journal in Italy and Elsewhere (Hojas de mi diario de Italia y de cualquier parte). Su hijo pequeño murió en Roma; dos habían perecido antes. Al poco tiempo, falleció su esposa. El recuerdo de tales pérdidas y dolores es tiernamente recogido por She Came and Went (Ella vino y se fue), The First Snow-Fall (La primera nevada), After the Burial (Después del entierro), The Dead House (La casa muerta), etc.En 1857, Lowell sucedió a Longfellow en su cátedra de len­guas modernas, en Harvard. El mismo año fue nombrado director del Atlantic Monthly. Durante diez años ejerció de codirector de la North American Review (Revista Norteamericana). Colaboró con ensayos, coleccionados bajo los títulos Fireside Travels (Viajes junto a la chimenea) (1864), Among my Books (Entre mis libros) (1870) y From my Study Windows (Desde las ventanas de mi estudio) (1871). Reunió también un volumen de Political Essays (Ensayos políticos) (1888), otro de Poetical and Literary Addresses (Discursos políticos y literarios) y otro de conferencias sobre The Old English Dramatists (Los antiguos dramaturgos ingleses). La producción completa de Lowell es cuantitativamente pequeña, en comparación con su genio : seleccionaba con cuidado, dentro de la abundancia. Asi tardó veinte años en publicar su libro Un­der the Willows (Bajo los sauces) (1869), entre cuyos poemas se en­cuentran muchos de los mejores escritos por su pluma ; el mismo año sacó a luz The Cathedral (La catedral), poema en verso blanco con paisajes magníficos, pero con discordancias en otros. Su última colección Heartsease and Rué (1888), según Henry James, « con las pocas grandes elegías de nuestra lengua, da la mano a «Lycidas » y « Thyrsis ». Los más exaltados versos de Lowell son sus cuatro odas patrióticas, que Underwood llama «grupo alpino ». La más enjundiosa es la Commemoration Ode (Oda de la conmemoración), en memoria de los hijos de Harvard que pere­cieron en la Guerra Civil: himno de victoria en el que Lowell destiló toda la ardiente sangre de su corazón.En 1876 fue nombrado ministro en España. Había recibido una influencia de Ticknor: su amor a la literatura española. Cervantes y Calderón fueron, al lado de Shakespeare y Dante,El Romanticismo en América 119sus ídolos literarios. Así, al ser trasladado a Inglaterra en 1880, dio una conferencia sobre Don Quijote en «Working Men’s Co­llege » de Londres. En el Reino Unido fue acogido con enorme admiración y entusiasmo. A pesar de su creciente afecto por Inglaterra, Lowell sustentó siempre un intenso y casi agresivo americanismo. Volvió a Cambridge para morir, y allí reposa, cerca de Longfellow.Lowell es un producto superior de la cultura republicana. Como literato, impresiona por la variedad de sus valores : el en­sayo, el poema; una fresca, genuina y perenne juventud en el tono ; un gran amor a la Naturaleza, especialmente a la prima­vera (si Chaucer amaba mayo, Lowell prefería junio). Su impul­sivo humor, en contraste con su serio pensamiento, presta un fascinante interés a sus Letters (Cartas), que ocupan un lugar preeminente en el conjunto de sus obras en prosa, « aireada por el ingenio ». Su sátira carece en absoluto de cinismo. La fantasía corre parejas con una rica erudición y un profundo pensamiento. Por estas razones, Lowell no puede ser nunca popular en el sen­tido de Irving y Longfellow. Sus ensayos,críticos — sobre Dante, Shakespeare, Spencer, Dryden, Chaucer, Milton, etc. — siguen a la cabeza de la crítica en América, por su fácil lectura, por sus generosos conceptos apreciativos y, sobre todo, porque el lector recibe la misma impresión que a él le merecieron aquellos autores. Más que analizar exhaustivamente cada tema, arroja sobre él una gran claridad ; no es un juez frío, sino un comentador cordial y apasionado que anima al lector al goce de la obra de arte más bien que a persuadirle por una lógica de principios críticos. Su riqueza expresiva no es pródiga ni profusa ; no es pedante tam­poco. Bayard Taylor resume sus cualidades de poeta : « Ninguno de nuestros poetas muestra una calidad más rica ni más amplia de pensamiento; ninguno, una variedad de expresión más vasta en el verso... Parece escribir bajo una fuerte tensión de inspiración natural... De aquí que sea frecuentemente desigual no sólo en poemas separados, sino también en diferentes porciones del mismo poema. Esto es más evidente, sin embargo, en sus primeros poemas, que en sus últimos versos » (1). Lowell podía haber alcanzado una mayor perfección si se hubiese limitado a una de las varias formas de arte en que trabajaba con tanta facilidad. La multiplicidad impide la acabada expresión de cada una de ellas, cuando no se es un verdadero genio. Sin embargo, su obra contiene valores inmutables y permanentes que le aseguran un lugar entre los clásicos americanos.(1) Essays and Notes.120 El Romanticismo en AméricaJuicios críticos sobre Lowell. Brownell dice de él : « El radica­lismo » de Lowell en política, cuestiones sociales, temas teológicos, históricos y literarios, era práctica y personalmente conservador, en cuanto que era la actitud establecida por su círculo suficiente y autosuficiente. Ser abolicionista, «racionalista », un romántico teórico, era para él casi una consecuencia del linaje, la tradición y la circunstancia. Seguir un programa radical legítimo no es con­trario al temperamento whig... » (1). Considera, después, que su estilo carece de continuidad y que ésta se sustenta en su carencia de pensamiento sostenido. Opina que su poesía es más representa­tiva que inspirada. Por su parte, Lewisohn declara : « Emancipados los esclavos y terminada la Guerra Civil, Lowell terminó como poeta... Una vez que la gran experiencia, que había ensanchado su mente, moría en el pasado, cayó más y más en la cortés gentileza puritana. En 1866 se horrorizaba al leer a Swinburne y subrayaba su completo acuerdo con el bobo principio de que ningún hombre debía escribir un verso que no quisiera que su hija leyese... ». Luego, juzga que las obras críticas de Lowell, que una vez parecieron tan sólidas, han fracasado y muerto por su falta de método. Parrington le llama «el brahmán de Cambridge » y, a pesar de sus viajes, le considera estrechamente local y parroquial. « Sus impulsos eran liberales, y su mente, generosa, pero no fue nunca lo bastante fuerte para superar el handicap de su linaje y educación » (2).Oliver Wendell Holmes (1809-1894) fue el último super­viviente del trío de Cambridge. Era un producto, más genuina- mente representativo que Longfellow o Hawthorne, de la cultura de Nueva Inglaterra. Por su madre descendía de Anne Bradstreet, «la décima musa de América » ; por la línea paterna era descen­diente de clérigos calvinistas y, como ellos, su padre — el Reve­rendo Abiel Holmes — tenía debilidad por los versos, y sus Annals of America (Anales de América) son una obra histórica útil. La familia de Holmes pertenecía, pues, a la más rancia aristocracia puritana de Nueva Inglaterra, llamada por el poeta «la casta brahmin » (o brahmán). Oliver Wendell Holmes nació en Cambridge, estudió en la Academia Phillips y se graduó en Harvard en 1829. Después siguió leyes, pero las abandonó por la medicina, estudiando dos años en Boston y dos en París, con vaca­ciones en Inglaterra, Escocia, Holanda, el Rhin, Suiza e Italia. Sus cartas de París muestran que, aunque le gustaba pasarlo bien, se dedicaba con entusiasmo a su profesión. A su regreso, se con­virtió en un escritor convincente y afortunado de ensayos mé­dicos. Fue profesor de Anatomía en Dartmouth College durante dos o tres años, y en 1847 obtuvo la cátedra de Anatomía en la Fa­cultad de Medicina, de Harvard. Entretanto, Holmes se había ido labrando en Boston una reputación local como poeta, ensayista y hombre de talento. Antes de su graduación, había escrito poemas humorísticos y sentimentales para una revista del colegio. Mien-(1) American Prose Masters, pág. 275.(2) Op. cit., pág. 461.El Romanticismo en América 121tras estudiaba leyes, supo que la vieja « Constitución » había sido condenada por el Gobierno : lleno de patriótica indignación, es­cribió su impetuoso Old Ironsides, que fue reproducido en todos los periódicos, citado en discursos y distribuido por las calles hasta que se salvó la vieja obra. Alternó el cultivo de la poesía con la práctica de su profesión. En su primer año de carrera doctoral, publicó un volumen de exuberantes e ingeniosos versos, entre los que figuraba The last leaf (La última hoja), poema que Lincoln consideraba «inexpresablemente impresionante», lleno de pasión y humor, Por estos años publicó Poems (Poemas) (1836), Urania (1846), Astraea (1850). Cuando, en 1857, se fundó el Atlan­tic Monthly, Lowell aceptó su dirección con la condición de que el doctor Holmes fuese « el primer colaborador ». Así, gracias a Lowell, despertó Holmes de su letargo literario. En esta revista y en el Nero England Magazine publicó sus Autocrat of the Breakfast-Table (Autócrata en la mesa del desayuno), artículos considerados como « ásperos productos de su desgreñada infancia literaria»: fruto agraz, en una palabra, de su talento, pero ju­goso para el público de buen gusto. El Autocrat (Autócrata) fue seguido por The professor at the Breakfast Table (El profesor en la mesa del desayuno) y, después del éxito de éste, por The Poet at the Breakfast Table (El poeta en la mesa del desayuno). El di­bujo de los caracteres, la brillantez del diálogo y los pasajes ima­ginativos de estos escritos son prometedores de la capacidad de su autor para escribir una novela completa. En 1861 y 1867, respectivamente, aparecieron las narraciones Elsie Venner y The Guardian Angel (El Ángel Guardián). Veinte años más tarde escribió una tercera novela : A Mortal Antipathy (Una antipatía mortal), inferior a las demás. Holmes alternaba la prosa y el verso. En 1862 publicó Songs in Many Keys (Cantos en muchas claves), y en 1874, Songs of Many Seasons (Cantos de mu­chas estaciones). Su vejez fue juvenil: «Mayo está en su corazón y el temprano otoño en su cerebro », decía Burroughs. Abandonó su profesión en 1882, y poco después publicó su simpática Life of Emerson (Vida de Emerson) (1885). En 1886 visitó Europa con su hija, viaje que, según palabras de sus biógrafos, « fue en reali­dad, una jira triunfal». Las Universidades de Oxford, Cambridge y Edinburgo le concedieron títulos honoríficos. Las experiencias de este viaje aparecen relatadas en Our Hundred Days in Europe (Nuestro centenar de días en Europa) (1887). En 1889, «el Au­tócrata » publicó en el Atlaníic sus alegres Over the Tea-cups (Por encima de las tazas de té), documento de las diversiones familiares. Un último libro de poemas vio la luz : Before the Curfew and Other Poems (Antes del toque de queda y otros poe­mas) (1888).122 El Romanticismo en AméricaSus libros son una continua autobiografía. Holmes era «un Boswell que escribía acerca de sí mismo ». Las pequeñas vanida­des y egotismos acompañan necesariamente tales confesiones y sirven para hacerle más humano y más próximo. Le gustaba la alabanza y creía en sus virtudes. Era un gran conversador y brilló como estrella en el «Club de los sábados ». Era « el Zar yanqui», « el Autócrata de la agudeza», según Aldrich (1). Se sentía orgullosamente provinciano,: el sabor de Nueva Inglaterra es perceptible en toda su obra. Para él, Boston era « el centro del universo ». Fue el poeta y escritor laureado de su ciudad y uni­versidad. Justamente, la principal limitación de su poesía reside en la fácil aceptación de esta responsabilidad cívica y social.Yo soy una florista y ¿qué diría la gente, si viniese a un banquete sin mi «bouquet»?Aunque Holmes es, generalmente, considerado como un humo­rista, no deben echarse en olvido los serios propósitos que anima­ban su obra : «Río por fuera, pero por dentro nunca », decía. «Es imposible. El mundo es demasiado triste ». Con todo, no podía escapar completamente a su herencia de predicadores : hasta en sus más agudos escritos procura injertar sus leves toques de moral, su « azúcar purificador » ; quería humanizar un poco más al mundo. Social y políticamente era conservador ; los tras- cendentalistas no le afectaron y los abolicionistas en vano le reprocharon su indiferencia. Pero, en cuanto a patriotismo, su voz no se alzó menos clara y alta que la de Whittier, en su poema A Voice of the Loyal North (Una voz del Norte leal), en God Save The Flag (Dios salve la bandera) y en Never or Noiv (Ahora o nunca). En religión, era radical.El doctor Holmes es conocido en literatura como « el Autó­crata ». Consiguió su reputación literaria principalmente por los tres volúmenes de la serie. Creó una nueva forma de prosa, un monólogo salpicado de poesía, una especie de ensayo dramático. El Autócrata preside la mesa de una pensión y entretiene a los pensionistas con agudos y sabios comentarios sobre temas to­mados al azar ; sus charlas revelan sentimiento, fantasía, acción. Su estilo es fácil, coloquial, y aunque no desdeña el tópico, éste no es nunca descuidado ni un lugar común. Su cultura científica se advierte en sus ironías y metáforas, en la agudeza de su obser­vación y en su precisa expresión. Holmes es siempre claro, lógico, definido. El elemento psiquico-fisiológico prevalece en sus nove­las, llamadas por algunos « novelas médicas ». Sin embargo, el principal interés de éstas, reside en la pintura del medio de Nueva(1) The Sailing of the Autocrat.El Romanticismo en América 123Inglaterra. Holmes carece del arte del cuentista : es demasiado discursivo. No puede evadirse de si mismo, y de aquí emana la característica más interesante de sus libros. Como poeta, escribió una poesía circunstancial, perecedera. Su estilo poético es conser­vador, pues no se sale délos viejos moldes. La característica más destacada de Holmes es su genio vario, pues siguió muchos derro­teros y en todos le acompañó el éxito. Pero no fue ni un gran eru­dito, ni un gran moralizador, ni un gran poeta, ni un gran ensayista. No obstante, dejó la impronta de su personalidad en todos sus escritos. Fue un creador de poesía ligera, un poeta de sociedad que escribió poemas como éstos: At the Banquet to the Chinese Embassy (En el banquete de la Embajada china), At the Dinner to the General Grant (En una comida al general Grant), At a Friends Meeting (En una reunión de amigos), etc.9. El Romanticismo en el Sur. Un «nuevo Sur » nació de la Guerra Civil, con nuevos impulsos y nuevos ideales. El separa­tismo, la secesión, abrieron paso a intereses y simpatías naciona­les. Una nueva energía puso en estrecho contacto al nuevo y esperanzado Sur con la vida de la nación y del mundo. Antes de la Guerra Civil, las condiciones del Sur eran desfavorables a la producción literaria : « El Rey Algodón no invita a los poetas a su corte » (1). No había un gran público lector para animar y apoyar al genio; no había grandes casas editoriales, y eran escasos los centros de influencia occidental, como los de las ciudades norteñas. Había gusto y cultura literaria en muchas familias aisladas en las grandes plantaciones, pero eran improductivas, conservadoras y totalmente sometidas al vasallaje de Inglaterra, en completo acatamiento a las reglas de Pope y Addison. Las fuerzas intelectuales se orientaban hacia la política y la oratoria ; dedicarse al servicio de las musas se consideraba como una ocupa­ción reñida con la hombría. Y otro tanto ocurría con la novela. En tales descorazonadoras circunstancias, los esfuerzos de los escritores antibelicistas, para crear una literatura regional, desem­bocaron en una serie de fracasos. De todos los poetas de esta época, sólo Poe alcanzó fama duradera. El esfuerzo en la ficción fue más serio y de más éxito. Cuatro escritores, al menos, ganaron temporalmente celebridad nacional, que no se ha oscurecido aún por completo. John Pendleton Kennedy, William Alexander Ca­ruthers — injustamente omitido por muchas historias litera­rias —, John Esten Cooke y William Gilmore Simms, aspirando a hacer por su tierra nativa lo que Irving, Cooper y Hawthorne habían hecho por la tradición y la historia local en el Norte, es-(1) Abernethy, Op. cit., pág. 305.124 El Romanticismo en Américacribieron con cariño y acierto acerca de las costumbres, paisaje e historia de sus estados nativos.La única ciudad que podía considerarse centro literario fue Baltimore.John Pendleton Kennedy (1795-1870), nacido y educado en esta ciudad, abogado, es el mejor intérprete de Virginia a través de su Swallow Barn (El granero de las golondrinas) (1832), graciosa narración en que describe la vida rural y el carácter de aquella región después de la Revolución. El libro consiste en una serie de apuntes de la vida en una plantación. Está bien escrito y es encantador en sus descripciones de costumbres y conversa­ciones, constituyendo la pauta de todas las obras futuras de esta especie. La obra posee abundante material romántico : los fieles esclavos, la maternal patrona de la plantación, la hospitalidad proverbial, etc. Esten Cook y otros utilizaron posteriormente los temas dominantes de esta obra, lo cual prueba que ejerció una enorme influencia en el desarrollo de la tradición de la plantación en la literatura americana. Además de ella, Kennedy dejó tres novelas : Horseshoe Robinson, que es una típica novela romántica de la Revolución, cuyo héroe es un « frontiersman »; aristócra­tas de agua chirle y personajes históricos sirven para mantenerla atmósfera revolucionaria, en tanto que la acción real del libro es llevada por hombres de las selvas apartadas. Rob of the Bowl es una novela de la Maryland colonial en tiempos de Carlos II. Parrington considera que es una obra acabada y deliciosa. Quod- libet es una sátira de la democracia jacksoniana. Originariamente, el jeffersonismo era una cosa, pero la democracia fronteriza era otra. Como escritor, Kennedy está muy por encima de muchas figuras renombradas de la literatura americana. Es un buen obser­vador de la vida, crea caracteres con base real y es un compe­tente escritor que conoce su oficio.William Alexander Caruthers (nacido hacia 1800 y muerto entre 1845 y 1850) es un escritor completamente olvidado en el Sur. Nació en Virginia, estudió en Washington College y ejerció como médico en Savannah, Georgia. En 1834 publicó The Ken­tuckian in New York, que narra las aventuras en Nueva York de tres sudistas ; es una serie de apuntes, parecidos en su cons­trucción a Swallow Barn. El autor conocía el Norte tan bien como el Sur, y el libro debería haber contribuido mucho a la comprensión nacional. Caruthers muestra, en cada uno de los capítulos, sus simpatías jeffersonianas. Toleraba la esclavitud en Virginia, porque la consideraba atemperada por sentimientos humanitarios, pero atacó acerbamente la explotación del negro en Carolina bajo el látigo de capataces blancos y negros. Caru­thers produjo dos libros más : uno de ellos, The Cavaliers of Vir-El Romanticismo en América 125ginia (Los caballeros de Virginia), vivida novela histórica de la Virginia colonial, cuyo argumento se basa en la rebelión de Bacon. El héroe es una figura byroniana : es misterioso y se halla dotado de un gran sentido de lo dramático.,The Knights of the Horse- Shoe (Los caballeros de la herradura dorada) es otra novela de los tiempos coloniales. Caruthers merece salir del olvido.John Esten Cooke (1830-1886) es autor de Virginia Come­dians (Los comediantes de Virginia) (1854), la mejor novela es­crita en los Estados del Sur antes de la Guerra Civil. Es, desde luego, una fiel transcripción de los viejos tiempos caballerescos, cuando la pintoresca Williamsburg era la capital social. Cooke era un virginiano cien por cien, de corazón leal para su pueblo; luchó bravamente por la causa confederal, aceptó el resultado sin amargura y se dedicó por completo a escribir libros. Sus no­velas pertenecen al tipo romántico-sentimental, pero la acción antinatural de esta clase de ficción ha perdido hoy día gran parte de su encanto. Sus títulos más conocidos son : The Youth of Jefferson (La fuventud de Jefferson), Henry St. John, Cavalier (Caballero), etc. Escribió, además, una historia de Virginia, pero el libro está dedicado, en su mayor parte, a la vida y aconteci­mientos de la colonia.William Gilmore Simms (1806-1870) fue el hombre de letras de más talento nacido en el Sur, en Charleston (Carolina). Es­cribió novelas, poemas, historia, biografía y tratados políticos. Se le llamaba el « Cooper del Sur ». En cierto modo, como éste, el tema de sus escritos fueron los indios, las luchas y aventuras fronterizas, la vida colonial y la historia revolucionaria. Obtuvo mucho éxito y alcanzó gran popularidad. The Partissant (El par­tisano), la mejor de sus novelas románticas revolucionarias, es todavía un buen libro para muchachos y con fuerza bastante para atraer a lectores más maduros. Otras novelas de la Revo­lución : Mellichampe, Katherine Walton y Entaiv. Sus narraciones de sangrientas y selváticas aventuras entusiasmaron a su genera­ción, y algunas de ellas merecen salvarse del olvido por su valor histórico. Simms era un devoto estudiante de la historia y las leyendas de su ciudad nativa. Su obra, sin embargo, fue basta, descuidada y carente de gracia. Escribía « al galope » y asombró a sus amigos con su fuerza productora. En sus peores novelas abunda lo sangriento ; en sus mejores, el humor y la agudeza de observación. Simms se creía poeta y publicó alrededor de dieci­siete volúmenes de versos. Adquirió gran renombre como mecenas de las letras del Sur.Edgar Allan Poe (1809-1849). Es difícil identificarle con alguna región precisa del país. Por parentesco familiar pertenece al Sur, pero nació en Boston, recibió gran parte de su educación126 El Romanticismo en Américaen Inglaterra y realizó lo más efectivo de su obra literaria en Filadelfia y Nueva York. Más que cosmopolita, fue hombre inde­pendiente, en cuanto a lugar y medio. Si alguna región puede reclamarle como suyo es el Sur, y si puede hacerlo algún Estado del Sur, es Virginia. En realidad, aunque Poe es una figura soli­taria dentro de la literatura americana, su temperamento y el tono y la temática de sus obras se relacionan con el Sur. Es im­posible analizar la posición de Poe como escritor, sin referirse a las desafortunadas controversias que surgieron en torno a su vida y a su carácter. AI morir, Poe nombró ejecutor literario al Rvdo. Rufus W. Griswold. Las relaciones entre ambos habían sido tirantes, y Poe, en una ocasión, había formulado una crítica a' las obras de Griswold más severa de lo que éste creía merecer. Poe confiaba, sin embargo, en que llegarían a una reconciliación completa. Mas, al poco tiempo de su muerte, Griswold publicó un artículo de cuyo tono se deducía que Poe tenía muy contados o ningún amigo. Poco tiempo después, en la edición de las obras de Poe, pintó el carácter del poeta de un modo aún más desfavo­rable. Así, cuando se suscitaba una disparidad de criterio entre dos autoridades o surgían dos interpretaciones en pugna, Griswold elegía siempre la más desfavorable para Poe, y... hasta falsificó documentos en apoyo de su posición. La maligna biografía de Griswold, lleno de rencor secreto más que de solicitud postuma, sembró juicios erróneos entre el público que, desde los días de Byron, gustaba de asociar al genio con lo diabólico y, a despecho de las protestas de N. P. Willis y otros que conocieron a Poe, todas aquellas tendenciosas interpretaciones se consideraron ver­daderas. A la larga, se produjo una reacción natural contra tales extremos, y los apologistas, por el contrario, intentaron probar el carácter sin mácula del poeta. Con todo, puede obser­varse, a través de los años, que la critica americana, a partir de 1925, ha ido intensificando su interés por la obra de Poe, sin descuidar tampoco la personalidad humana del poeta, en un justo deseo de rectificación. La critica honrada, al socaire de los ecos de los homenajes universales tributados al autor de El cuervo, The Raven inició la revisión de las cartas de Poe, malig­namente interpretadas por Griswold, al mismo tiempo que sus datos biográficos. Aquéllas y éstos le habían presentado como un malvado e incurable alcohólico. Por su parte, algunos amigos del poeta habían ya iniciado también un noble contraataque. De hecho, John Ingram, en 1880, con su biografía leal y honrada de Alian Poe, había comenzado a refutar las aserciones griswoldianas de 1850. Había propugnado la reconstrucción de su obra dispersa y traicionada, porque Griswold no sólo había vilipendiado al hombre, sino que había desfigurado sus escritos. Después deEl Romanticismo en América 127Ingram, los estudios referidos a la persona y a las obras de Poe se multiplicaron en América y Europa, especialmente en Francia, llegando a formar una vasta bibliografía: la obra de Poe fas­cinaba a todo el mundo. Los parnasianos, como Poe, creían en un arte voluntario e impecable. Y los simbolistas y aun los de­cadentes le seguían. Baudelaire y Mallarmé le llamaban «le Poéte » por antonomasia, y el último tradujo sus poemas en una versión inolvidable (en prosa) y la encabezó con un poema- prólogo : Le tombeau d’Edgar Poe. El autor de El principio poético (The Poetic Principle) —pero el poeta, sobre todo —consiguió la estimación de Moceas, de Régnier, de Verhaeren, de Mauclair, etc., y hasta de Valéry. ¿Por qué? Poe había descubierto que el Poeta es un predestinado, portador de un mensaje inefable y cuya misión es revelar al mundo cuanto hay en él de esencial y trascen­dente. Ante la crítica de su país, Poe dejaba de ser un loco para ser tan sólo un artista. Poe no había sido un malvado, sino un hombre que sufrió; no era un producto del alcoholismo y la tuber­culosis, sino simplemente, un genio. Tal«incomprensión » inicial con respecto a Poe se ha debido a la ya, mencionada tradición biográfica confusa, a una moral convencional, a una tesis precon­cebida y a prejuicios amparados por la autoridad científica. Las enemistades que suscitó Poe y su vida irregular y dudosa, indis­pusieron a muchos americanos, no sólo contra el hombre, sino también contra el artista. Esta hostilidad llegó a un punto de verdadero encono, porque la escuela de escritores que había pre­dominado en América durante dos generaciones y establecido las normas de toda la crítica americana, había sido impotente para se­parar el arte de la moral y aun situaba a esta última sobre aquél. Realmente, no era la literatura la que se humillaba ante la ética, sino el típico espíritu práctico de toda la raza americana. Y he aquí por qué los principios artísticos del genio de Poe—«el culto de la belleza» y «el arte por el arte» — no han sido admitidos nunca — ni aun hoy — por la inmensa mayoría del público ame­ricano, empapado — lo mismo que su literatura — de purita­nismo y utilitarismo. Como ha señalado Trent (1), los autores americanos escriben para el mayor bien del mayor número. ¿Qué hacia Poe? Muy al contrario, no escribía para el bien de nadie o acaso para el de una minoría... no americana precisamente. Sus escritos distan tanto de una tendencia moralizadora,cuanto de toda sugerencia impura. El americano corriente nada encuentra en Poe que le satisfa*ga, pues nada contribuye a su edificación moral o intelectual. Más todavía: Poe emitió teorías artísticas en pugna absoluta con aquellas que su época admitía. Y, por si(1) A History of American Literature, New York, págs. 375-376.128 El Romanticismo en Américaesto fuera poco, suministraba sus prosas fantásticas a un pueblo que, sin carecer de imaginación, no se había esforzado, sin em­bargo — tampoco se esfuerza en la actualidad —, en cultivarla y refinarla. En cambio, los lectores extranjeros no estaban in­fluidos por ninguna de estas consideraciones. No se sorprendían ni se sorprenden al saber que un gran literato puede haber vivido una existencia poco conforme con los convencionalismos sociales. No son puritanos ni tienen por qué formularse, al coger un libro, la inevitable pregunta : « ¿Qué beneficio me reportará la lectura de este libro? ». Les basta y les satisface únicamente experimentar placer o emoción. Poe, con la armonía y musicalidad de sus versos, con sus cuentos extraños e irreales, ha sabido encantarlos y con­moverlos. La vieja Europa acogió con júbilo al genio original. Lo mismo haría con Whitman, también despreciado por sus compatriotas.Poe, nacido en Boston por extraña casualidad, nada tiene de común con los escritores de Nueva Inglaterra, y aunque pasó gran parte de su vida en Nueva York, no fue miembro de los « knickerbockers ». Se le considere como poeta, cuentista o crí­tico, se yergue solo, pues no se adapta a ninguna clasificación, y ocupa un lugar aparte dentro de la literatura americana y casi no parece pertenecer a ella, como una importación del Viejo Mundo — un Pushkin, un Heine, un Musset —, « como una flor exótica y brillante entre las flores nativas», según Pattee. Su pa­dre había abandonado las leyes para dedicarse al teatro y se había casado con una actriz inglesa. En 1811, debido a la enfermedad de Mrs. Poe, la bohemia familia recibió la caridad de Richmond. La madre murió de tisis, y algunos críticos dicen que también el padre (otros, con respecto a éste, señalan que nada ulterior se supo de él), dejando a tres niños huérfanos, el mayor de los cuales sólo tenía 5 años. Edgar fue adoptado por Mr. John Alian, rico comerciante de tabacos, bajo cuya tutela vivió una infancia llena de lujo, indulgencia y mimo. A los 6 años sabía leer, cantar, bailar y recitar pasajes de los grandes poetas « con voz dulce y dicción muy clara ». Los Alian fueron a Inglaterra en 1815 y, du­rante cinco años, Edgar asistió a la escuela de Stoke Newington, cerca de Londres, y pasaba sus vacaciones viajando con sus padres adoptivos. Poe mostraba por entonces un « espíritu estudioso »; aprendió a hablar francés y a leer latín y adquirió conocimientos de historia y literatura. Los recuerdos de esta escuela aparecen en la narración William Wilson. En 1820, regresó a Richmond; estudió con buenos profesores particulares y se destacó en los deportes atléticos, demostrando, como Byron, aptitudes para la natación. En 1826, ingresó en la Universidad de Virginia, ci­mentando su reputación de «scholar » y ganando los más altosOlivier W. Holmes William Dean HowellsSidney Lanier James Rusell LowellZardoya. Pag. 128Walt WhitmanEl Romanticismo en América 129honores en latín y en francés. Pero parece que, al final del mismo año, había contraído deudas por juego, y Mr. Alian se negó a darle dinero, le retiró de la Universidad y le colocó en su propia oficina. Poe, disgustado con este trabajo y la súbita disciplina impuesta, rompió los lazos que le unían a Alian, trasladándose a Boston para buscar fortuna. Tuvo que alistarse en el ejército y alcanzó al cabo de dos años el grado de sargento. Al saber la muerte de la señora Alian (1829), volvió a su antigua casa, aprovechando una licencia; se reconcilió con su padre adoptivo y, por influencia de éste, fue admitido como cadete en West Point. Diez meses de escolástica militar eran demasiado para su inquieto espíritu, siendo expulsado por su mala conducta : ésta fue la causa de su ruptura final con Alian, quien, al morir poco después, no le men­cionó en su testamento. Poe comenzaba su carrera de aventura literaria, pobreza, sufrimiento y desesperación. En West Point, como en todas partes, se había distinguido por las singularidades de su imaginación y de sus costumbres, por su brillante vigor intelectual, por « una maravillosa aptitud para las matemáticas », como « devorador de libros », y por su «temperamento caprichoso y obstinado ». Durante este período de disciplina militar, el anhelo poético había estado removiéndole interiormente. En 1827 pu­blicó, en Boston, Tamerlane and Other Poems (Tamerlane y otros poemas), breve volumen de imitaciones byronianas, que contenía muy pocos atisbos de su estilo futuro. Dos años más tarde, Al Aaraaf, Tamerlane and Minor Poems (Al Aaraaf, Tamerlan y poemas menores) apareció en Baltimore. En 1831 sacó a luz un tercer volumen en Nueva York, simplemente titulado Poems (Poemas), gracias a las suscripciones de los cadetes al dejar West Point, quienes buscaban en la obra interesantes sátiras locales. Pero, el arte poético era para Alian Poe algo muy serio y sagrado : el libro contenía sólo versiones revisadas de los viejos poemas, con unos pocos nuevos, entre los cuales se hallaban dos de sus poemas más escogidos : To Helen (A Elena) y la primera versión de Israfel, que Woodberry llama « el primer canto puro del poeta, las notas más claras, líquidas y altas de todo cuanto cantó » (1). El repudiado Poe halló entonces un hogar en Balti­more, en casa de su tía, Mrs. Clemm, con cuya hija Virginia se casó más tarde en 1836. En 1833 ganó un premio de cien dólares, ofrecido por un periódico literario, con el cuento AMS. Found in a Botlle (AMS encontrado en una botella). Uno de los jueces era John P. Kennedy, a cuya amistosa ayuda en aquel tiempo Poe declaró deberle hasta la vida. Kennedy escribía en su diario : « Le encontré en estado de inanición. Le di ropa, libre acceso a(1) Edgar Altan Poe. «American Men of Letters».9. Zardoya : Literatura norteamericana.130 El Romanticismo en Américami mesa..., le salvé del borde de la desesperación ». Con la ayuda de éste, Póe consiguió la dirección del Southern Literary Messen­ger (Mensajero Literario del Sur), que, bajo su hábil mando se convirtió en un « magazine » importante en el país, y en el cual alcanzó fama como crítico y cuentista. En la ventolera del éxito, perdió su puesto, probablemente a causa de sus costumbres irre­gulares. Poe pasó los seis años siguientes en Filadelfia, escri­biendo para revistas y anuarios, dirigiendo por un tiempo The Gentlenwn’s Magazine (La revista ilustrada del caballero) y Gra­ham’s Magazine (La revista ilustrada de Graham). En 1840 pu­blicó una colección de estos cuentos de revistas: Tales of the Grotesque and Arabesque (Cuentos de lo grotesco y arabesco), título descriptivo de los dos extremos de su método de creación. En 1844 fue a Nueva York, tomó la dirección del Broadway Journal (El diario de Broadway) y se asoció con Willis en el Eve­ning Mirror (El espejo de la noche), en el cual apareció The Raven (El cuervo) en 1845, haciéndose por el momento el hombre de letras más famoso de América. La prosperidad estaba a punto de ser alcanzada. Pero la fatalidad le perseguía : su salud se re­sintió prematuramente por el exceso de trabajo, la pobreza y su intemperancia, contra la que luchaba virilmente a veces, para perder siempre la batalla. Durante años, también había visto la vida de su frágil mujer decaer día por día : al fin murió su Ulalume, su «Eleonora», y, con su muerte, perdió la esperanza de su propia alma. Durante cuatro años mantuvo la lucha con su maligno destino. En 1849 propuso matrimonio a su amiga de la infancia Mrs. Shelton, de Richmond, y, siendo aceptado, partió al Sur para arreglar los asuntos de la,boda. Mas, en Baltimore, encontró a viejos amigos... Volvió a beber inmoderadamente... Murió en un hospital, después de haber sido recogido en la calle en estado inconsciente. El genio demoníaco que acompañó a Poe a través de toda su vida, persiguió su memoria sin descanso. Pocos poetas han sufrido tan cruelmente los prejuicios y el desdén de sus compatriotas. En una sola línea, Poe se describió a sí mismo : «Mi vida ha sido extravagancia, impulso, pasión, un anhelo de soledad, un desprecio de todas las cosas presentes, en un honrado deseo del futuro ». Era orgulloso, errante, hiper- sensible, de áspero genio. Bebía, y dícese que, en los últimos años, fumaba opio. La intemperancia era su herencia, aumentada por su educación y el sufrimiento. En sus hábitos personales era refi­nado, de conversación elegante y fascinadora, de vida doméstica pura, enamorado y amado a la vez.Se debe estudiar a Poe como crítico, poeta y cuentista. En cada uno de estos géneros, su obra fue original y fundamental: dio modelos a los autores americanos. En sus comentarios sobreEl Romanticismo en América 131libros nuevos enseñó su primera lección de critica independiente, demostrando la función del gusto y de los principios literarios. Su crítica era aguda, valiente, a menudo severa y, alguna vez, injusta. ¿A causa de sus animosidades personales? ¿A su irreduc­tible sentido de libre opinión? Lowell decía en su Fable for Critics (Fábula para críticos) : «A veces, parece equivocar su tintero por el frasco de ácido prúsico ». En realidad, se necesitaba su ácido para contrarrestar la sacarina de la crítica de la época, que sólo servía como medio para cambiar mutuos cumplimientos entre los autores. Sus juicios más importantes han sido confir­mados por la posteridad. Fue uno de los primeros en proclamar el verdadero genio de Lowell, Hawthorne, Mrs. Browning, Dick­ens y Tennyson. Acusó a Longfellow de plagio (1), a pesar de considerarle el más grande poeta de América. Atacó sin des­canso la mediocridad. Sus ensayos The Literati y Marginalia son aún excitante lectura y sugestiva crítica. Y a esta labor debió principalmente su fama en vida. Poe, en verdad, trajo a la crítica americana una pujanza de la que antes carecía. Completamente dueño de su independencia, podía alabar con calor y condenar con aspereza. Sus escritos críticos toman la forma de crítica de libros — Longfellow’s Ballads (Las baladas de Longfellow), The Drama of Exile, and Other Poems, by Elizabeth Barret Barret (Un drama en el exilio, de miss Barret), Tale’s, by Nathaniel Haw­thorne (Los cuentos de Hawthorne), etc. —■, de escritos polémicos —-A Reply to Outis (En respuesta a Outis) —, ensayos sobre la teoría del arte literario — The Poetic Principle (El principio poético), The Rationale of Verse (La esencia del verso), What is Poetry1? (¿Qué es Poesía?) ■— notas breves —Marginalia y artícu­los cortos sobre los escritores contemporáneos — The Literati (Los literatos). Su teoría sobre el arte literario puede estudiarse en El principio poético, en el cual sostiene que el poema merece tal título sólo porque excita a la elevación del alma. Esta excita­ción es transitoria; cuando cesa, lo que se está escribiendo deja de ser poético. Poe llega a determinar el límite preciso de tal excitación: «media hora a lo más ». Después, ataca «la herejía de la didáctica », protestando contra la doctrina de que todo poema debe contener una moral y que el mérito poético depende de ésta. Para él, la verdadera esencia y atmósfera del poema es la Belleza. La Poesía es «la creación rítmica de la Belleza». Su único árbitro es el Gusto. Con el Intelecto o la Conciencia, sólo tiene relaciones colaterales. Excepto incidentalmente, nada tiene que ver con el Deber o la Verdad. Toda la estética poética de Poe queda contenida en el ensayo indicado y en The Philosophy(1) Porque Longfellow no había indicado suficientemente las fuentes de algunas de sus baladas.132 El Romanticismo en Américaof Composition (La filosofía de la composición), donde expone su metodología poética aplicándola a The Raven (El cuervo), su poema-tipo. Este ensayo, más los anteriormente citados, cons­tituyen, según la denominación de Rene Lalou, «la charte de la poésie pure». El poema perfecto es el que sólo es esto : poema. Su valor no reside ni en la verdad moral, ni en su elo­cuente apasionamiento, sino en una armonía que desborda la significación objetiva de las palabras. La Poesía es, así, un todo armónico, un conjunto de combinaciones, unas rítmicas y mé­tricas, otras en relación con la imagen, las últimas en concor­dancia con la arquitectura general del poema, con su efecto sobre el lector, el cual ha de recibir una impresión de belleza, reac­cionando también desde su sensibilidad. Ese proceso de síntesis inmediata que realiza el poema puro, procede más de la intuición que de la inteligencia, de esa facultad indefinible que alienta en el poeta verdadero. Poe había descubierto que éste es un pre­destinado, un anunciador de cuanto en el mundo es esencial y trascendente, de ahí que los poemas de Poe tengan un sentido metafísico y simbólico. Poe imaginaba la Poesía como una vía ascendente que evoluciona desde los grados inferiores donde aflora lo real y, a través de las apariencias de las cosas, asciende hasta las manifestaciones más altas, penetrando más y más pro­fundamente el misterio de la vida y de lo eterno. Considerada a la luz de esta interpretación, la poesía de Poe deja de ser un arte de minorías y gana la universalidad que merece. Justamente, por reflejar en sus críticas sus teorías estéticas, atacando, en conse­cuencia, a quienes diferían de ellas, encontró Poe tan grande como inmerecida repulsa después de su muerte. Así, los críticos ameri­canos han empleado, en contra o en favor suyo, adjetivos de va­riados grados de intensidad para describir la actitud de Poe : «temerario », « cáustico », « franco », imparcial», «justo », « se­vero », « deslenguado », « burlesco », « obsesivamente cruel», «in­solente », etc.Como poeta, Poe trabajó en un campo muy limitado; pero alcanzó en él la supremacía. Sólo un tono domina en su poesía y en su alma : la melancolía. La desesperación y la muerte son sus temas. La estación que le inspira es octubre; la hora, «la triste medianoche ». Hay muy poca realidad objetiva en su verso y en su prosa : opera en el puro éter de la imaginación. Sus carac­teres carecen de sangre, son fantasmagóricos o angélicos. El paisaje, los incidentes, las personas y los lugares no existen fuera de la fantasía. El más alto placer que reportan sus poemas, es su melodía exquisita. Hay una magia poderosa en su expresión, casi independiente del significado simbólico de sus palabras. En The Haunted Palace (El palacio encantado), por ejemplo, se pierdeEl Romanticismo en América 133la alegoría al escuchar la música. Impone una belleza rítmica a las formas más simples del verso, utilizando en ocasiones el estribillo. Para Poe, el sonido es superior al significado, porque aspira a conseguir «la creación de la belleza rítmica ». La fama de Poe, como poeta, se sustenta sobre unos doce poemas; The Raven (El cuervo), The Bells (Las campanas), To Helen (A He­lena), The City in the Sea (La ciudad del mar), The Valley of Unrest (El valle de la Inquietud), The Haunted Palace (El palacio encantado), To One in Paradise (A uno en el Paraíso), Ulalume, Israfel, The Conqueror Worm (El gusano vencedor) y algún otro. The Raven (El cuervo) acaso sea el poema lírico más popular del mundo. La maravillosa disposición vocal de las palabras en The Bells (Las campanas) no tiene rival. El poema, en su primera versión era de dieciocho versos. Con un insaciable deseo de per­fección, trabajaba y refinaba su poesía como un «devoto lapida­rio ». Probablemente sus poemas más espontáneos son Ulalume y Annabel Lee, en el cual se guarda el recuerdo de su esposa :Pero nuestro amor era mucho más fuerte,que el amor de aquellos que eran más viejos que nosotros, de muchos que eran más sabios que nosotros ; y ni los ángeles arriba, en el cielo, ni los demonios debajo de la mar podrán nunca separar mi alma del espíritu de la hermosa Annabel Lee.Muchos — entre ellos Emerson — pueden considerar tales versos como la obra de un « aleluyero », pero nadie que posea cierto sentido poético, podrá sustraerse a la fascinación de tal me­lodía. La fuerza de Poe era lírica tan sólo, y de ahí la mágica melodía de Annabel Lee y de Las campanas. Pero... se ha paro­diado despiadadamente su musicalidad, y los recitadores la han asesinado, y Huxley y Morgan, por ejemplo, la han ridiculizado. Es que su poesía no enseña nada, ni anima a la acción, casi no dice nada : sus extrañas melodías celestes deben gustar por la sencilla razón de que son extrañas, celestes y melodiosas. El genio del poeta ha viajadopor una ruta oscura y solitaria, visitada por ángeles enfermos solamente donde un Fantasma, llamado Noche, sobre un negro trono reina erguido.Es inútil exigir a estos poemas lo que no pretenden dar, y no sería justo describirlos como «muy superficiales ».Resignadamente bajo el cieloyacen las aguas de la melancolía...134 El Romanticismo en AméricaY también mis días son éxtasis, y todos mis sueños nocturnos están ahora donde las oscuras miradas de tus ojos y donde tu paso relampaguea en qué danzas etéreas, por qué eternas corrientes.Éste es el Poe que cuenta y quedará para siempre: el poeta de un trasmundo de sueños.Sus cuentos. Se muestran únicos y originales dentro de la ficción americana, como sus poemas líricos en la poesía. Sus moti­vos son la belleza, el misterio, el terror. En cuanto al estilo, son tan escrupulosamente artísticos como los poemas, notables prin­cipalmente por la fuerza y refinamiento del lenguaje. Algunos —-como Ligeia, Shadow (Sombra) y The Domain of Arnheim (El demonio de Arnheim)—son verdaderos poemas en prosa. Pero el mismo arte magistral es empleado a menudo en temas que son repulsivos, horribles, y que «casi hielan la sangre». Dice Aber­nethy : «Poe iguala a Hawthorne en el arte del cuento, pero carece de de las cualidades morales y espirituales que enriquecen los cuen­tos Hawthorne... » (1). Tampoco hay en ellos humor. Sin embargo, sus cuentos mejores se han aceptado como obras maestras, que han servido de modelo a obras subsiguientes. The Murders in the Rue Morgue (Los asesinos de la calle Morgue) (1843) y otros cuentos de ingenioso análisis son prototipo de la moderna narración detec- tivesca. El hombre perseguido por su doble, en William Wilson, sugiere el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson, y una multitud de narraciones de Verne hallan una paternidad común en cuentos tales como Hans Pfaall. Sus mejores cuentos muestran una inten­sidad que acaso ningún sucesor ha alcanzado ; no sólo en su con­cepción del juego de las pasiones sobrenaturales en ambientes sobrenaturales, sino aun en una naturaleza mental más oscura, que debe conservar su horrenda atracción tanto como el misterio del universo, presiona la vida de los hombres. Desde luego, la con­tribución al cuento de Poe no fue de contenido, sino más bien de estructura. La idea temática de sus cuentos pertenece a la extra­vagancia, a la seudociencia, horror y muerte, reencarnación, fan­tasías, etc. En cuanto al tono, son misteriosos, satíricos, morbosos, románticos, psicológicos, filosóficos, razonadores, críticos. Si nos fijamos en el estilo, son de carácter impresionista, burlesco, realis- tapoético, analítico y de ensayo. Pattee considera que el mejor Poe es el escritor de cuentos, que divide en dos clases : imaginativos y analíticos.Añadiremos que todos los mejores cuentos de Poe, con la excep­ción de la larga Narrative of Arthur Gordon Pym (Narración de Arthur Gordon Pym) (1838), se conforman con la teoría crítica del autor. Ésta le constreñía a un efecto único o impresión en cada cuento ; por esto era menos importante la acción y el argu­mento que la brevedad y la impresión. Su método narrativo es el del escritor que desea impresionar emocionalmente más que narrar una acción. Poe triunfa al crear y mantener lo que hoy se llama « atmósfera ».(1) Op. cit., pág. 320.El Romanticismo en América 135Poe es quizá la figura más trágica de la literatura americana y la que ha proyectado una sombra más extensa por el mundo. Sin embargo, Poe fue un gran intelecto y un corazón triste. Es uno de los grandes maestros de la prosa inglesa. Poe atrae cons­tantemente a la juventud de todos los países, porque, al carecer sus cuentos y poemas de color local, representan un mundo plausible basado en lo impersonal y celeste, un dominio del sueño y la sombra, una atmósfera poblada por seres misteriosos, una patria universalHenry Timrod (1830?-1867), nacido en Charleston, estudió en la Universidad de Georgia, pero no pudo terminar sus estu­dios, porque la muerte de su padre condenó a la familia a la po­breza. Empezó a estudiar leyes; mas, prefiriendo los autores poéticos, se dedicó a la enseñanza privada. Mientras tanto, era miembro de la tertulia literaria presidida por Simms. En 1860 publicó un pequeño libro de versos, que era toda una promesa. Cuando vino la guerra se alistó en el ejército, componiendo enton­ces los dos mejores poemas bélicos del Sur : Carolina y A Cali to Arms (Llamada a las armas). Timrod perdió sus haberes, y su vida fue desde entonces una privación continua y un continuo sufrimiento : se le murió su hijo, los objetos familiares fueron vendidos para pagar el alquiler y poder comer. Timrod decía con donosura : «Dejadme ver... Sí. Nos hemos comido dos jarras de plata, una o dos docenas de cubiertos, varios sofás, innumerables sillas y una inmensa cama! ». Y aún escribió y trabajó virilmente lleno de generoso espíritu, hasta su fin, víctima de la tubercu­losis. Timrod, según opinan los críticos, fue una de las mentes mejor dotadas de Carolina o acaso de todo el Sur. Dice Trent: « No dejó una copiosa obra detrás de él, y esta obra está dañada por las consecuencias que la constante enfermedad, la pobreza y la violencia de la guerra habían dejado en su genio ; pero ha dejado unos pocos poemas singularmente bellos...». The Cotton Ball (La bola de algodón) es también uno de sus mejores poemas : colorida descripción de un típico campo sureño de algodón, bajo un sol semitropical; hay en él un profundo sentimiento y un feliz y musical lenguaje. Timrod ha sido relegado al olvido por los críticos del Norte.Paul Hamilton Hayne (1830-1886) nació también en Char­leston. Es el « poeta laureado del Sur». Se educó en el Colegio de Carolina del Sur. Por su fortuna, pudo elegir carrera libre­mente : prefirió la de leyes, pero pronto se entregó a las letras. Fue elegido director del Russell’s Magazine (La Revista Ilus­trada de Russell) en la tertulia de Simms. Escribió también para el Southern Literary Messenger (El Mesanjero Literario del Sur) y otras revistas periódicas. Comprendió que la Poesía era su des-136 El Romanticismo en Américatino, y éste no fue abandonado ni por la más dura adversidad. Publicó libros de verso en 1855, 1857 y 1859, que fueron bien recibidos por la crítica y los poetas del Norte. Vivía en una her­mosa casa, en la que había una nutrida y renombrada biblioteca. Al estallar la guerra, compuso impetuosos poemas como My Mother Land (Mi tierra madre) y Beyond the Potomac (Más allá del Potomac). Hizo el servicio de las armas todo el tiempo que su salud se lo permitió. Pero vino el amargo fin de la guerra, y Hayne se encontró arruinado, en un país en que los bienes materiales y las esperanzas habían quedado destruidos. A pesar de su pre­caria salud, Hayne se procuró unos pocos acres de tierra, se cons­truyó una pequeña cabaña, luchó por la vida con bravura y per­siguió tenazmente la felicidad. En 1872 aparecieron sus Legends and Lyrics (Leyendas y poemas líricos). En 1882 se publicó
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